"Formar parte de este proyecto era importante por la salida del Cervantes al
interior y porque es un homenaje que creo que Oscar Viale se merecía". Así calificó Roly Serrano
las presentaciones de "Chúmbale", la obra de Oscar Viale con dirección de Santiago Doria, que hará
la compañía del Teatro Nacional Cervantes en Rosario. El actor, que participa en la tira "Por amor
a vos" y prepara el segundo envío de "Dirigime" por la señal del canal América, dijo que se siente
afortunado por su momento laboral. Las funciones se realizarán hoy, a las 21.30, mañana, a las 20,
en el teatro La Comedia, Mitre y Cortada Ricardone.
—¿Cuál fue el objetivo de este trabajo?
—Primero, lo que me interesó es participar de una renovación y de la
reapertura del teatro Cervantes. Creo que hubo buena voluntad de varios lados y de mucha gente, y
de encontrar a dos personas que se pusieran a cargo como Rubens Correa y Claudio Gallardou, que son
gente de teatro. Había que hacerse cargo de un lugar con poco presupuesto. Para mi fue bárbaro
porque Rubens fue mi maestro y Claudio un amigo desde hace mucho tiempo.
—¿Y en cuanto a la obra de Oscar Viale?
—Formar parte de esto era importante y la primera vez que se daba un viaje
del teatro Cervantes y en un homenaje que creo que Oscar Viale se merecía. Después está la
dirección de Santiago Doria y el grupo de compañeros, Alejo García Pintos, Eleonora Wexler, Marcelo
Mininno, Graciela Pal y Silvina Bosco, que son maravillosos y lo digo con mucho respeto porque es
gente de teatro y siempre te suman mucho como profesionales y como personas. Estamos disfrutándolo
porque además fue muy bueno ser parte de este proceso de descentralizar un poco el teatro, sacarlo
del privilegio de unos pocos que pueden ir a verlo y moverlo por el interior del país a costos muy
reducidos.
—¿Qué opinás del texto?
—Sé que Viale fue discutido en su época por la intelectualidad teatral,
cosa bastante errónea porque en realidad vos leés las obras de teatro de Viale y a pesar de que su
contenido es absolutamente popular tiene un fondo muy interesante. Metafóricamente dice cosas muy
grosas que si las leés por arriba parecen simples, pero en realidad no lo son. Quizás eso también
tiene de bueno, cuando las cosas con el tiempo se maduran.
—¿Qué actualidad tiene después de tres décadas?
—La obra habla del nacimiento de la utopía de un ser absolutamente simple.
Yo hago la metáfora en este personaje de Viale de un tipo que un día dice: "Hay un coso que no sé
como se llama, que dice «la propiedad no existe»". Es decir que puede ser que haya existido un
mundo en el cual todo era de todos. A partir de un hecho simple como querer comprar un tarro de
pintura para mejorar su lugar, se genera un conflicto tan grande que en realidad quiere decir que
hay alguien que quiere un mundo mejor, pero no puede hacerlo.
—¿Hoy hay lugar para este tipo de utopías?
—Estamos viviendo momentos muy difíciles en el sentido de que vamos
produciendo todo el tiempo cambios, porque estamos aprendiendo a vivir en democracia y no sabemos
cómo hacerlo. Creemos que es lo mejor que hay hasta ahora, después de tantos años de no poder
decidir por nosotros mismos. Creo que el solo hecho de decir "estamos aprendiendo algo" es bueno
para todos. Nos podemos equivocar, pero de la equivocación también sale algo bueno.
—Tu historia está más ligada al teatro, ¿cómo te sentís en una
telenovela?
—Me siento muy bien, puesto que es parte de nuestro trabajo. A veces te
das cuenta que te da un ejercicio del aquí y ahora que no lo podés desarrollar. Acá no hay mucho
tiempo de elaborar. Y además una novela como esta te da un nivel de popularidad, que para los
actores es como un privilegio tenerlo.
—¿El rating se siente como una presión?
—El rating no tiene nada que ver con un proceso cultural. No
necesariamente porque tenga mucho rating significa que algo sea bueno. No quiere decir tampoco que
si hago un hecho cultural, por ese solo hecho que sea cultura y no comercial, será bueno. De hecho
hay muchos espectáculos que se los denominaba serios y no los veía ni el loro porque eran malos.
Pero creo que por lo general una buena intención está más ligada un proceso cultural que un hecho
meramente comercial.