Imponente, místico, surrealista, misterioso y de una belleza cruda, frágil, perfecta. El Salar de Uyuni atraviesa el cuerpo y el corazón desde el primer segundo. Abraza y arrasa con el sol y el blanco impoluto, y emociona y conmueve a medida que van pasando las horas y el paisaje se transforma con la luz. Se trata del salar más grande del mundo: un verdadero desierto de sal de más de 10.000 kilómetros de superficie, que tiene además otro importante título mundial, por ser la reserva de litio más grande del mundo. Un destino único, que continúa expandiéndose año a año, y que es tan inmenso que puede verse desde el espacio. Por sus condiciones extremas, hasta el Rally Dakar pasó por allí en cinco ediciones (y tiene un monumento dentro del salar).
Situado al suroeste de Bolivia, como su nombre lo indica, está en Uyuni, dentro del departamento de Potosí, y lo rodean las montañas del altiplano boliviano y los volcanes Cuzco, Cozuna y Tolupa. Está a más de 3600msnm por lo que la altura se siente. Su entrada está a poco más de 20 kilómetros del pueblo de Uyuni, pero ningún turista ingresa solo, siempre se hace con operadores especializados y vehículos aptos, ya que no hay caminos marcados, y una vez dentro del salar, se pierde noción del horizonte.
La maravilla natural y su palacio
El salar se originó hace 40.000 años por la evaporación de dos grandes lagos salados que existieron en la zona. Pero la promoción turística del lugar llegó hace menos de cuatro décadas. Hacia 1984 la zona era un gran epicentro de intercambio comercial, pero nadie miraba al salar. Fue su ‘descubridor’, el entonces empresario gastronómico Juan Gabriel Quesada, quien al accidentalmente detenerse su tren en la zona imaginó que ese inmenso predio blanco podía ser una gran atracción turística. Al principio nadie creyó en él, sin embargo, igual empezó a llevar turistas -principalmente europeos- a hacer travesías en bicicleta de varios días por allí.
La aventura de pionero casi le cuesta la vida: en una de las salidas se perdió con su guía y un turista, y tuvieron que pasar la noche allí, donde casi nadie sobrevive por las bajísimas temperaturas que hay de noche. Salvaron su vida de milagro, caminando hasta el amanecer, cuando se cruzaron con un rebaño de llamas y sus pastores, que los guiaron hacia la salida del salar. Juan Gabriel notó que los animales cargaban bloques de sal, que eran para el intercambio de bienes, y se imaginó un hotel construido con ellos y con adobe, la materia prima de las casas de los habitantes del lugar. Así fue que poco después nació el primer Palacio de Sal, que estaba dentro del salar y resultaba ser más la atracción que el salar en sí mismo.
Con el tiempo fue demolido y en 2004 inauguran la primera parte del actual Palacio de Sal, a cinco minutos de la entrada al salar, con doce habitaciones construidas con ladrillos de sal y la proyección del sueño de su creador. Pero el lugar que Juan Gabriel Quesada ‘descubrió’, también se lo llevó: en 2009 murió en un accidente automovilístico en el salar, y sus hijos Juan Gabriel y Lucía, continuaron el legado junto al resto de la familia. Entre 2018 y 2019 se terminaron las 42 habitaciones que hay hoy en día, concretando el sueño de su padre.
De día y de noche
No importa la hora que sea: todo en el salar impacta, y de a momentos, parece un paisaje de otro planeta. No es solo una sensación: el Salar de Uyuni fue escenario cinematográfico de Star Wars, capítulo VIII – Los últimos Jedi.
A medida que el día avanza, el paisaje va cobrando nuevas formas y las sensaciones se amplían y transforman. Con el sol bien en alto es el momento de las fotos en perspectiva, donde un dinosaurio de juguete puede cobrar un tamaño monumental, o un salto cualquiera puede parecer épico. La luz, el blanco infinito y el cielo celeste, hacen su magia.
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Ver el amanecer en el salar es otra de las experiencias más emocionantes. El paisaje cobra un tinte especial entre abril y julio, ya que, por las lluvias, casi toda la superficie del salar está cubierta con unos pocos centímetros de agua, lo que hace un efecto espejo que, refleja el cielo sobre el suelo, y, en algunos puntos, desdibuja el límite entre el cielo y el horizonte. Los colores que se forman, cambian según la luz en cada momento del día. Lo que no cambia en el salar, es la sensación de estar adentro de un sueño. Contemplar el paisaje es una experiencia onírica y conmovedora. A medida que pasan los minutos, todo se tiñe de pasteles: celestes, lavandas, grises, rosados y el cielo toma toda la superficie regalando imágenes inolvidables.
Cada momento del día tiene su encanto. Al mediodía, la propuesta es almorzar dentro del salar, y una experiencia interesante es hacerlo siguiendo la tradición boliviana Apthapi, dónde compartir el alimento fortalece el vínculo entre las personas y la naturaleza, y es un reflejo de la cosmovisión andina más profunda. La mesa se sirve con cuencos cubiertos con aguayos, que se abren para comer entre todos, y tienen quinoa, distintos tipos de papas y batatas, carne de llama asada y también seca, tipo charqui, pollo a la sal, quesos típicos y otras comidas regionales.
La puesta de sol es otro momento difícil de describir por tanta belleza: el cielo se enciende y una multiplicidad de colores transforman, una vez más, el horizonte, que va mutando minuto a minuto. Y cuando parece que nada puede superar el asombro... al atardecer le sigue la noche y un cielo tapizado de estrellas, marcando el camino de la Vía Láctea, que también es motivo de contemplación y admiración absoluta.
Imprescindibles para viajar a Uyuni
Cómo llegar
La ruta es desde el Aeropuerto de Viru Viru en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. De allí, se puede tomar un vuelo privado hasta Uyuni, o hacer la conexión Santa Cruz-Cochabamba-Uyuni.
Cuándo viajar
Se puede visitar todo el año, pero según el momento, el paisaje cambia. De abril a julio es la época ideal, ya que, si bien el clima es más frío, se puede vivenciar el salar en sus dos formas: blanco y seco y también con espejos de agua. De agosto a diciembre es la época seca y totalmente blanca. De diciembre a marzo es la época de lluvias, por lo que se puede vivenciar el efecto ‘espejismo’, pero no se pueden visitar las islas ni otras zonas.
Dónde hospedarse
Dentro del Salar de Uyuni, en Palacio de Sal. Fue el primer hotel que hubo en la zona, y originariamente estaba dentro del salar, siendo la primera construcción turística del lugar. Ahora está justo en la entrada y se convirtió en un hotel de 42 habitaciones que ofrece alojamiento, traslados, gastronomía, spa y experiencias de lujo. En el pueblo de Uyuni, el Hotel Jardines de Uyuni es un pintoresco hotel boutique de 25 habitaciones y piscina climatizada, a minutos del aeropuerto y poco más de 20 kilómetros del salar.
Recomendaciones
Para prevenir el mal de altura (se pueden sentir mareos, dolor de cabeza, somnolencia e inclusive náuseas) lo ideal es llegar con tiempo para aclimatarse, pero si eso no es posible, se pueden tomar las ‘sorojchi pills’ locales, o bien mate de coca -como le llaman a la infusión de hojas de coca tradicional de Bolivia y Perú-, e hidratarse mucho. No olvidar el bloqueador solar (el sol, con el reflejo del salar, es más fuerte todavía) y en la valija llevar sombrero o gorra, anteojos, buffer, pashmina o poncho.