"Quizás porque mi niñez sigue jugando en tu playa y escondido tras las cañas duerme mi primer amor, llevo tu luz y tu olor por donde quiera que vaya, y amontonado en tu arena guardo amor, juegos y penas. Yo, que en la piel tengo el sabor amargo del llanto eterno que han vertido en ti cien pueblos de Algeciras a Estambul para que pintes de azul sus largas noches de invierno. A fuerza de desventuras, tu alma es profunda y oscura. A tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos como el recodo al camino. Soy cantor, soy embustero, me gusta el juego y el vino, tengo alma de marinero. Qué le voy a hacer, si yo nací en el Mediterráneo"
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Estos versos fueron escritos, a principios de los años setenta, por Joan Manuel Serrat en una habitación del ya desaparecido hotel Batlle, frente al mar, en Calella de Palafrugell, Girona, a 125 kilómetros al noreste de Barcelona. Seguramente aquel joven Serrat no era consciente de que estaba componiendo el tema que decenas de años después los españoles calificaron como "la canción de su vida", en un concurso televisivo que contó con una participación masiva. Tampoco sabía que, cuatro décadas después, participantes de una encuesta de la revista Rolling Stone la señalarían como la canción más importante del pop rock en español.
Y seguramente también ignoraba que aquel puñado de casas blancas de la Costa Brava se convertiría con los años en un atractivo turístico, con bellos paisajes y estupendas caletas, y donde la gastronomía y la calidad de los establecimientos hoteleros tienen fama internacional. Este núcleo urbano es parte del municipio de Palafrugell y se encuentra en la comarca del Bajo Ampurdán (Baix Empordà). Tanto en Calella de Palafrugell como en los alrededores, existen preciosas calas y playas de arena dorada en las que se puede disfrutar de una jornada al sol. En el propio núcleo urbano, hay tres zonas muy amplias en las que uno puede relajarse y oir el rumor suave del mar.
Una de las playas más atractivas de Calella es la playa de Port Bo, en el centro del núcleo urbano, y no hay nada más relajante que tomar algo en los locales a la orilla del mar mientras se contemplan las barcas en la arena. Otra cala imperdible es El Golfet. Muy cerca de allí hay un edificio llamado Sa Perola, construido a principios del siglo XIX, y era sede de los pescadores que guardaban allí sus redes de pesca. Actualmente, el edificio es la sede de la Oficina de Turismo de Calella de Palafrugell, que ha conservado el ambiente de antiguo pueblo de pescadores y no lo han llenado de hoteles. Aun así, Calella es conocida por la conservación de sus playas y la preservación de sus zonas rurales.
Llafranc
A un kilómetro de Calella de Palafrugell está Llafranc, y en el centro de su núcleo urbano se extiende la playa que lleva el mismo nombre, con una extensión de 330 metros en línea recta. La ventaja de esta playa es que está integrada en la zona urbana y dispone de múltiples servicios complementarios a una distancia muy corta, como hoteles, bares, restaurantes e incluso conexión a internet inalámbrico gratuito.
A lo largo de la costa hay numerosos puestos de vigilancia en los que se encendía fuego si se divisaba a los piratas para avisar a los pobladores. Se puede visitar una de estas torres muy cerca de Calella, la Torre de Sant Sebastiá. Allí se encuentra el conjunto monumental de Sant Sebastià de la Guarda, donde se puede disfrutar de un yacimiento ibérico, bien consolidado y señalizado, de los siglos VI a I a.C.
Además de las ruinas, el lugar tiene una ermita, un faro del siglo XIX, hostal con restaurante cuya construcción data del siglo XVIII. Por su parte, la torre de vigilancia es del siglo XV y conserva muchos de los elementos originales. Todo ello en la cima de una montaña con acantilados, a unos 180 metros sobre el nivel mar. Es recomendable la experiencia de subir a la torre de vigía para poder disfrutar de una de las mejores vistas de la Costa Brava.