Como los niños que esperan todo el año su cumpleaños, así espera el pueblo gaditano su fiesta anual más emblemática en la que las calles se tiñen de alegría. Entre febrero y marzo hay once días de diversión continua y participación popular. Disfraces, cánticos, ingenio, originalidad y picardía son los condimentos básicos que cada año relucen en esta festividad de Cádiz que tiene inmensa trayectoria.
Los orígenes de este Carnaval son curiosos y lejanos; se remontan al siglo XVI cuando ésta –una de las ciudades más antiguas de Occidente– era uno de los puertos principales del Imperio español. A esta ciudad llegaban influencias de todas partes del mundo. En concreto de Génova y Venecia –con la que compartía muchos lazos comerciales– y de la que se copiaron algunas de las tradiciones que han evolucionado y terminó por convertir al Carnaval de Cádiz en uno de los más singulares.
Frente a la espectacularidad de otros carnavales, la imagen jocosa y divertida de éste en particular lo hace una fiesta única, que merece la pena conocer. Con disfraces o “tipos” cada año se renuevan las temáticas tanto de la vestimenta como de las composiciones ingeniosas que van cantando y recitando entre coloridos atuendos e instrumentos.
El componente de concurso también está presente, no es sólo un desfile, es un duelo (en el mejor de los sentidos) en el que bajo las cuatro modalidades de agrupaciones participan coros, comparsas, chirigotas y cuartetos. Se disputan más de 100 agrupaciones el pase a semifinal y final el emblemático “Teatro Falla”.
Además, están las agrupaciones “ilegales”, también denominadas “familiares” que nacieron hace varios años como la forma más popular de participación en el Carnaval. Multitud de conjuntos compuestos por grupos de amigos, compañeros de trabajo, peñas, familias, rivalizan con las agrupaciones “oficiales” en sus repertorios. Todo esto se vive en la calle pero también se televisa en señales locales por su relevancia social y cultural, siendo de lo más significativo por estas fechas.
Alrededor de los puntos de encuentro, la ciudad en general vive un clima de fiesta con fuegos artificiales, bailes de disfraces, gastronomía al aire libre y sobre todo el espíritu de Andalucía siempre alegre, aún más eufórico.
Quien visite España durante estas fechas tiene una gran excusa para pasar por Cádiz, una urbe llena de historia, con sol radiante y clima benévolo. Conocida como la “Tacita de Plata”, en 2019 ha sido denominada por New York Times como una de las principales ciudades para visitar, y su Carnaval está en vías de ser nombrado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Pero más allá de ostentar cualquiera de estos títulos tiene un encanto infinito. Cercana a Africa en su geografía y plenamente europea, con playas vírgenes a pocos kilómetros y pueblos encantadores en su sierras.
La ciudad, con sus barrios tradicionales, amerita extensas caminatas por el casco antiguo y una visita a la Torre Tavira donde niños y adultos se maravillan con el juego óptico y panorámica de una ciudad en la que se puede respirar tanta fiesta como paz.
Un destino con mucha personalidad y un festejo de carnaval diferente a cualquier otro de la que alguna chirigota ha cantado: “Piérdase por Cádiz, pierdase por la tacita que con esta luz bendita todas las fotos te saldrán bonitas”. (Los revelaos).
Además de las imágenes en estos tiempos de selfies, el visitante se llevará el recuerdo de un pueblo con gran tradición pero siempre jovial. Un sitio ideal para ser viajero más que turista y permitirse entrar en lo más profundo de la cultura del pueblo, mezclarse con su gente y sus rituales, contagiarse de un espíritu festivo capaz de hacer canción y poesía de todo lo bueno y lo malo.