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En los 80, también integró el Grupo de la X con artistas de Buenos Aires que se nuclearon bajo la guía de Enio Iommi. Un par de fotos en Facebook la muestran junto al maestro también rosarino, entre Ana Gallardo y los porteños, Ernesto Ballesteros, Pablo Siquier y Carolina Antoniadis, entre otros. Durante su última etapa de trabajo se concentró en la luz y sus efectos e implicancias simbólicas como la relación entre luz y oscuridad, el vacío como punto de partida para la creación humana y del universo. Se podría decir que trabajaba con la ilusión de los espectadores que completaban la obra a partir del juego de la percepción, dejándose encantar por los artilugios de esta creadora atravesada por la magia del arte.
Como parte de esta despedida, artistas, curadores y docentes fueron convocados a dejar un testimonio sobre Gladys Nistor y, todavía conmocionados por la noticia, enviaron sus recuerdos desde Rosario, París y Buenos Aires.
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"Figura yacente", en la muestra "Aquellos bárbaros", en el Museo Castagnino, en una imagen de enero de 2019.
Daniel García. Nos conocimos en los ochenta, en la época de sus esculturas biomorfas y surrealistas. Aunque nos vimos a mediados de los noventa en Buenos Aires, cuando exhibía una obra que ya anunciaba la que desarrollaría plenamente en los últimos años, realmente nos volveríamos a conectar recién más de diez años después, a través de Facebook. Y así, virtualmente, pude asistir a su retorno a una producción más puramente artística y al asombroso despliegue del potencial de su obra en la última época. Una obra sumamente austera, despojada, hecha de luces y sombras, que abreva en las tradiciones del minimal y del op art, para ir más allá. En realidad, despojada es incorrecto, se trata de una obra condensada, en el sentido en que se condensan las estrellas para formar enanas blancas o agujeros negros: la reunión de una increíble cantidad de energía y una enorme atracción gravitacional.
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Chiachio & Giannone. Un desencuentro por una postergación de su viaje a Buenos Aires acrecentó el deseo del encuentro que tendría lugar en la primavera parisina, un encuentro que fue una despedida. Una despedida que es un hasta pronto. Un hasta pronto que celebramos con un vino y una rica comida junto a María (Ibáñez Lago) y Jean-François (Lohou), como solían ser todos nuestros encuentros. Durante la comida brindamos varias veces y celebramos haberla tenido en nuestras vidas.
Hace mucho tiempo la vida nos cruzó por primera vez y el “faire famille” se materializó desde ese preciso momento y París se transformó en otra París porque de su mano era más divertida. Ella conocía la ciudad como ninguna otra. Nuestros días se alternaban entre paseos, viajes a la campaña francesa, charlas acaloradas sobre el arte, vino y buena comida. Era una entusiasta, celebraba y disfrutaba la vida como nos gusta a nosotros. Visitamos alguna vez juntos el Cementerio Pere Lachaise como rutina turística pero nunca imaginamos que algún día la cita sería allí para un “hasta pronto”... Guardamos su sonrisa enorme, esos lentes estrafalarios, los paseos ocultos por París, todas pero todas las copas compartidas, las carcajadas y el último abrazo que nos dimos. Ojalá suceda en esa magia del encender y apagar sus proyectores que “la Nistor”, nuestra amiga, aparezca para darnos el último paseo.
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Xil Buffone. Perversa y reposteril, la obra de Gladys Nistor irrumpió a mediados de los ochenta como una brisa fresca… Nos impactó porque estaba por fuera de los cánones habituales de lo tortuoso, de la protesta… (Delicatessen: Pícolas delicias en Miró, 1985, y en el Museo Castagnino Grupo de la X, 1987). Sus relieves y esculturas eran bellas, de colores rosados, grises, verdes manzana…vibraba en una frecuencia inocente…Señalando situaciones germinales, situaciones blandas, situaciones vulnerables… pinturas-objetos… lo apastelado… depresivo, divertido, extraño, como ella. Austera, explorando los límites de lo infinito, los límites de la luz y de la oscuridad. En su taller de París, en la Casa Argentina, cavó un agujero de diez centímetros en la pared, pintó adentro de azul, puso una perla nacarada y un vidrio… y a espiar pequeños mundos. Espejos enfrentados vi (en ICI).
No se vieron aún sus proyecciones de luz, paradojas y aparicionismos. No se priven del placer, Amén.
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Ana Gallardo. Todos estos últimos años fue muy hermoso verla trabajar. Retomó algo con una voracidad, que hoy comprendo, no era posible hacerlo de otra manera. Las primeras visitas a París me recibía en su casa y un día eso ya no fue posible, porque esa casa se convirtió en un horno de producción en donde nada que no fuera el trabajo, entraba.
Siempre fue una guía muy generosa, conocí esa ciudad, de su mano. Se ocupaba de llevarte a lugares, que eran muy propios. Sedienta, de una tremenda conversación compartida, con ciertos gustos al lenguaje común. Sus llamadas matinales, diciéndome que había pensado en mí, porque había leído tal texto, que yo no podía dejar de leer o ver tal película y nos enfrascábamos en una gran conversación sobre esa deriva. Su ritmo de trabajo nos envolvió a todxs los que estábamos cerca, le genix lx tomó y vamos a extrañarlx así, sobrevolándonxs.
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Una imagen de la juventud.
María Elena Lucero. Tengo dos recuerdos nítidos sobre Gladys y su obra.
Uno: en 1988 se inauguró en Buenos Aires Seis jóvenes artistas rosarinos, donde participaron Emilio Torti, Gladys Nistor, Mauro Machado, Daniel Scheimberg, Fabián Marcaccio y Sandra Vallejos, exhibición que llegaría luego a Rosario. Las piezas de Gladys eran fascinantes, artefactos escultóricos con apariencias lúdicas.
Dos: en 2018 con Xil Buffone trabajamos en la curaduría de Aquellos bárbaros en el Museo Castagnino. En medio del febril recorrido por talleres de artistas me encuentro con Dina, madre de Gladys, quien relata orgullosa la trayectoria de su hija. Mientras la escucho, observo en la pared el friso de 1987, con relieves que evocan órganos sexuales, huecos, crestas, un erotismo curioso donde lo vital aflora y se torna visible.
María Ibáñez Lago. Conocí a Gladys en el 2008/2009, cuando volví a vivir a Francia después de quince años de residencia continua en Argentina. Enseguida nos hicimos amigas. Me contó en el primer encuentro que era lesbiana (sus palabras), y hablamos mucho sobre el hecho de que hubiera dejado el arte. Para mí, su abandono del arte era una irrealidad (igual que su muerte hoy), nunca la creí, así que empezamos a hablar mucho al respecto. Por supuesto que Gladys retomó el arte, y con qué intensidad, la de los que reconocen lo vital del ejercicio de la práctica, la necesidad absoluta de que las ideas existan.
Tuve el orgullo de inaugurar Julio, un espacio que dirijo en París junto a Constanza Piaggio, otra franco-argentina, con una hermosa obra de proyecciones de Gladys. La génesis de esa nueva obra, haber asistido íntimamente a ella, fue una excitante alegría. Para Gladys un camino de ida, digo, de vuelta al arte.
Puedo contar muchas más cosas, ¿cómo elegir?
Elijo apostar por la sobrevivencia de su obra, de su memoria como artista argentina, rosarina, mujer, LGBT, por su compromiso esotérico o cabalístico con una obra que aúna la oscuridad a la luz, que pone en juego los extremos insondables de la existencia.