Como regla de oro, todavía más en la era de la inmediatez y el clickbait, el periodismo narrativo va contra la urgencia: tiene su propio ritmo y exige otro tiempo; parecido al pacto de lectura que asumimos con la literatura de ficción, pero sin sacar del todo los pies del plato. En estos nueve textos reunidos en Líneas de fuga, Spina propone una lectura dinámica pero profunda a la vez, un tiempo de lectura diferente para encontrarnos con experiencias vitales singularísimas, historias de vida que invitan a reconocer lo que es propio y común a todos y todas: la fragilidad. Las protagonistas de estos relatos son en su mayoría mujeres, personas de carne y hueso, cuyas realidades están llenas de pérdidas, privaciones y desamparo, y sin embargo dan testimonio de grandes transformaciones, en las que la ternura se abre paso frente a la crueldad y la indiferencia. Cómo es la vida de las personas con síndrome de Moebius; en qué consiste el trabajo de acompañar a morir a pacientes con enfermedades terminales; una nueva mirada sobre la historia de Cayetano Santos Godino, el Petiso Orejudo; y la paradoja de un refugio al costado de la ciudad, para animales salvajes que nacieron en cautiverio, son algunas de las historias que reúne este libro. “Líneas de fuga es un concepto de Gilles Deleuze, quien habla de los desplazamientos frente al poder, de una sociedad o del aparato de un Estado. Las líneas de fuga serían las brujas, las madres que cultivan cannabis, las madres que crían en la discapacidad, en la diversidad estética o la diversidad neurodivergente frente a una sociedad que nos propone homogeneidad, donde las diversidades de toda índole no tienen espacio y si lo tienen es porque lo toman a los codazos”, explicó la autora sobre el hilo que amarra a estas historias en el libro.
Spina es escritora, periodista cultural y profesora de Literatura en el Instituto Politécnico Superior (UNR). También es colaboradora habitual de Cultura y Libros de La Capital y de la Revista Actual (Barranquilla), medio en el que publicó la mayoría de estas crónicas, además de Rosario/12 y este mismo suplemento. Es autora del libro de poemas Formas de ordenar el ruido (Editorial Biblioteca, 2019), en el que la autora, entre “el ruido maquínico del ambiente, se nombra hija, hermana, amiga y madre”.
Spina es además la guionista de la serie Maternidark, ficción de comedia dramática que aborda las peripecias de una pareja que busca un embarazo, dirigida por la también rosarina Romina Tamburello, y que se va a emitir por la Televisión Pública el año próximo. Para el armado de este libro, contó con la colaboración de la periodista y escritora Beatriz Vignoli.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
-Más allá de la diversidad de temas en las crónicas, la maternidad es el que tiene más fuerza. ¿Por qué?
-Es involuntario, incluso siento que es uno de mis temas más allá de este libro. Formas de ordenar el ruido toca la llegada de la maternidad, y después Maternidark, la serie que está inspirada en mi diario de maternidad, aunque es ficción, pero creo que es porque es un tema que a mí siempre me abrió preguntas, y las respuestas que me trae la maternidad siempre son provisorias, entonces creo que es una experiencia que me llevó de las narices a volver a mirar al mundo desde la complejidad de estar unida a un ser humano. De algún modo son los temas que a mí me convocan desde la pregunta y que en general no tienen respuesta. Y además porque en mi caso la maternidad fue una experiencia por demás de desafiante, y creo que en algún punto ese desafío que me hizo resituarme en el mundo, hace que yo me pregunte por otras experiencias de maternidad ajenas, a mí me gusta la máxima latina te fabula narratur, que significa “no te lo cuento porque me pasó a mí, te lo cuento porque te pasó a vos” y eso hermana a muchas mujeres y personas gestantes, cada experiencia es singular, pero siempre hay un diálogo entre quienes maternamos y ese diálogo me interesa. Me interesa también el cruce que se produce con el material literario al respecto, como Adrienne Rich, Nacemos de mujer, o Paulina Simon Torres, La madre que puedo ser.
-Y en esa escritura, ¿cómo apareció el registro de la crónica?
-Para la época en la que empecé a escribir crónicas me parecía fabuloso esto que dice Leila Guerriero de que a veces la realidad es más fantástica que la ficción, lo dice en Frutos extraños, uno de los primeros libros que leí sobre crónicas y perfiles. Sin subestimar el poder de la ficción, por supuesto, pero estaba fascinada con descubrir que estas historias que yo podía contar ya existían, que faltaba simplemente un narrador, un periodista o un cronista y una mirada sobre eso, sobre todo una mirada porque eso es lo que no está dado. Yo siento muchísima curiosidad por la condición humana, y creo que por eso también llegué a la maternidad, porque realmente era una experiencia que no me quería perder, y con la escritura me pasa lo mismo. Eso tiene la crónica que me atrae: ver y entender el mundo de otra forma, a través de otras vidas.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
-Y como lectora, ¿qué preferís? ¿Cómo influye lo que leés en tu escritura?
-Cuando empecé a escribir los textos de este libro leía muchas crónicas. Yo llegué a la crónica leyendo a Guerriero, de hecho hice un taller con ella, después fui por otros autores como Josefina Licitra, Selva Almada, Martín Caparrós, Tomás Eloy Martínez. En cuanto a mis lecturas de preferencia depende de muchas cosas, pero lo que leo siempre, desde el minuto cero, es poesía. La poesía es un género que me acompañó siempre desde que descubrí la literatura. Puedo estar escribiendo una crónica o un guión, y la poesía está siempre como una compañía. Pero también leo mucho narrativa, ahora estoy con un libro precioso de Valeria Correa Fiz, o el último de Cristian Alarcón. Yo creo que hay ciertas lecturas y autores que me ponen en estado de escritura, como por ejemplo, mis preferidas: Sara Gallardo, Selva Almada, pienso en Joan Didion o en la poesía de Mary Oliver, y la poesía y narrativa de Sharon Olds, en donde hay siempre una historia detrás, pero también hay un trabajo con el lenguaje y un registro poético que me parece brillante. Mis lecturas son bastante eclécticas por mi trabajo de escribir en el diario, de reseñar, de dar clases, por eso estoy siempre en universos diferentes, en géneros diferentes, pero los que te mencioné son a los que vuelvo siempre como vuelvo a mi casa.
-¿Cómo fue el armado del libro?
-Fue muy lindo y nutritivo. Tengo muchos otros textos que son pequeñas prosas poéticas en primera persona y que quedaron afuera, pero el armado del libro fue mágico porque de repente, con el trabajo minucioso de edición que hicimos primero con Regina Cellino de Le Pecore, y después con Beatriz Vignoli, me di cuenta de que estos textos están en diálogo unos con otros y son un libro, incluso algunos ni siquiera coinciden temporalmente. Hay una crónica de las brujas de Cartagena y la última que escribí sobre Carla Calvi que es una tanatóloga de Rosario, sobre su oficio. Hay diferentes ejes temporales y temáticos y sin embargo los textos están dialogando, y también hay muchas historias de mujeres, casi todas son mujeres y niñes.
-¿Llegaste a estas historias por un interés previo, o aparecieron espontáneamente?
-Estas crónicas fueron naciendo de a poco, desde el año 2012, algunas tienen muchos años y fui llegando de a poco a cada tema. Ahora no estoy en ese registro de escritura, pero cuando lo estuve, cuando estaba haciendo este trabajo de cronista, de escuchar una noticia en la tele, en la radio, leer el diario, y estar con una pequeña brújula silenciosa y por detrás, estaba atenta a qué puede ser un tema de escritura. Pero no hay ninguna nota sin una motivación personal o interés genuino, incluso un interés por temas que son totalmente ajenos a mí, muchas veces la motivación viene de mis propias imposibilidades. Por ejemplo, una de las crónicas se llama Mi corazón late por vos y es sobre una mamá que tenía un niño con una discapacidad y mientras estaba en plena crianza de ese niño conoce a otro niño en la misma condición y decide adoptarlo. Yo todavía no había tenido hijos, pero en ese momento me pareció algo que yo no hubiera podido hacer: esa entrega y un amor, y una intensidad 24 de 7, era una historia tan singular que la quise contar, pero fue a partir de mi imposibilidad. Yo todavía no era mamá y me asomaba a ese mundo con mucha curiosidad y me estaba costando decidir si quería serlo o no, y ver a esta mujer y su historia me pareció impresionante.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
-¿Cuáles de las historias de vida te conmovió más trabajar?
-Es difícil contestar esta pregunta, porque todas en algún punto me conmovieron, pero sí te voy a decir que la que más me costó escribir es la que toca un tema que para mi es dificil, y no soy muy original en esto, pero son las que hablan sobre la muerte: La peor arquera del mundo, la entrevista a Carla Calvi (publicada en este suplemento), y El colibrí y la despedida, en la que entrevisté a Marcela Gatti y Carlos Alonso. Las dos fueron un trabajo fuerte, me costó escuchar cómo se trabaja con la muerte pero particularmente el trabajo de Carla, porque ella acompaña a niños y adolescentes a transitar su propia muerte, niños que tienen algún tipo de enfermedad terminal. Me costó ponerme en su lugar, pensar en su trabajo, imaginarme haciendo ese trabajo para poder escribir después con la mayor cercanía posible; esa fue la que me costó terminar, y de hecho fue la última que hice y la que cierra el libro.
Así escribe
Un corazón que late por vos (Criar en la discapacidad)
Por Rosario Spina
El 5 de abril de 2007 amaneció soleado en Chovet, una pequeña localidad argentina de dos mil quinientos habitantes. Pero Rosana Maidana había salido de su casa a las cinco y media de la mañana y del sol aún no había noticias. Como todos los días, desde esa hora temprana su hijo Renzo, de dos años y medio, jugaba en casa de la niñera.
La mañana fue como todas en la fábrica. Al regresar ese mediodía, Rosana vio el cielo despejado y el sol en alto. Buscó a su hijo en casa de la niñera y siguieron camino. El niño llevaba en sus manos dos huevos de Pascua que le habían regalado a su madre. Pero de repente, quizá un mal paso, un movimiento brusco, o la alegría incontenida de la infancia hicieron que Renzo dejara caer el huevo destinado a su abuela. Su madre le dijo que no se preocupara, que sería un secreto entre ellos dos.
—Secreto, mami, secreto —repetía Renzo.
Al llegar, Rosana guardó el huevo en el refrigerador confiando en que las hendiduras fueran, llegado el domingo, una marca insignificante. Pero para la noche de ese jueves, con Renzo internado en terapia intensiva, la cotidianeidad de esa tarde sería un recuerdo lejano, inalcanzable.
***
Antes de tener a Renzo, Rosana tuvo un primer hijo que nació a los cinco meses de gestación. El parto se adelantó luego de una discusión con su suegra. Este mal trago hizo que la presión le subiera y se le desprendiera la placenta. Intentaron entonces viajar hasta Venado Tuerto, la ciudad más cercana, para ingresar al niño en una sala de cuidados intensivos, pero los pulmones de Santiago no resistieron el viaje.
—Estuve con tratamiento psicológico durante mucho tiempo, adelgacé diez kilos en seis días, no comía, no dormía. Y a los tres meses quedé embarazada de Renzo. El ginecólogo me decía que el bebé no se iba a acomodar en la placenta, porque entre cada embarazo debía pasar más tiempo, y que si no lo perdía hoy, lo iba a perder mañana.
Así que Rosana tuvo que cuidarse mucho. Estaba en quinto año de secundaria y por prescripción médica no pudo hacer su viaje de egresados a Bariloche. Además, tuvo que dejar la escuela y rendir como alumna libre.
—No me importó. Me levantaba de la cama solamente para bañarme. Me cuidé un montón. Ansiaba con todas las ganas tener a Renzo. A los tres meses, el papá de mi hijo me dejó y tuve que afrontar el embarazo sola, junto a mi familia. Cuando Renzo nació, el 27 de noviembre de 2004, fui la persona más feliz de este mundo. Todo lo que había pasado —que, en ese momento no sabía, pero era poco— para mí había sanado por la felicidad que me daba tener a mi hijo en brazos.
(Fotos, Celina Mutti Lovera, La Capital)