Ya sea frente a una pintura colonial del siglo XVII o frente al cuadro de la boliviana María Luisa Pacheco que desde la década del 50 es parte de la colección del Museo de Arte de Dallas (Texas), pero que jamás pudo exhibirse por la rajadura "enorme" que tenía la pieza desde su llegada, Laura Hartman sabe que la intervención debe ser mínima. Y que sus manos deben hacerse invisibles. Integrante del equipo de conservación del museo estadounidense, Hartman es experta en la técnica "hilo por hilo", creada en los años 90 en Alemania, que permite reunir de a una las tramas del lienzo para recuperarlo. Junto a su colega del Museo de Arte Metropolitano de Nueva York (MET), José Luis Lazarte Luna, coinciden en que así y todo hay "una autoría" en la restauración de las piezas- "Hay decisiones que uno toma, pero al mismo tiempo es necesario que sean totalmente invisibles, como si uno no hubiera estado ahí", dice la especialista. Su compañero añade: "Se trata de ser invisible físicamente en la obra, pero estar intelectualmente presente en lo que se hace con ella".
Hartman, nacida en Costa Rica de familia norteamericana, y Lazarte, de origen peruano y también radicado hace ya casi una década en Estados Unidos, pasaron por Rosario y conversaron con La Capital no solo sobre los secretos de su expertise, que compartieron con los equipos locales, sino que además aludieron a la valoración que se hace de las obras de arte colonial en las políticas de conservación e investigación de las grandes galerías. "Queda mucho por hacer", afirman.
Ambos son parte del grupo de expertos internacionales de Bolivia, Perú, Chile, España, México y Argentina que durante la última semana convirtieron el primer piso del Museo Histórico Provincial Julio Marc en un laboratorio en el marco de las jornadas del Conserving Canvas de Arte Colonial, financiadas por la Fundación Getty (Los Ángeles).
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El subsidio, gestionado y obtenido por el propio equipo de conservación del museo provincial, permitió hacer de Rosario la sede de un encuentro donde los especialistas de las principales galerías del mundo compartieron esa alquimia entre la ciencia, los avatares históricos de cada pieza y los quehaceres sobre ellas para lograr su rescate. Una labor minuciosa que hizo foco sobre pinturas de arte colonial de le la colección del Marc y que trabajó específicamente en la restauración de dos piezas del siglo XVIII, Santa Catalina de Siena y San Antonio Abad.
El arte de reunir los hilos
Cuando Hartman explica esa técnica en la que se especializó a lo largo de los años, la traduce al castellano como "hilo por hilo" y afirma es que es "literal". El trabajo que el conservador debe aprender, casi con la misma naturalidad que "andar en bicicleta", agrega Lazarte Luna, es enfrentarse a una piezas con su lienzo rasgado y volver a reunir los hilos en una labor minuciosa y lenta que requiere no solo la pericia manual, sino además conocer con qué materiales llevarla adelante.
"Es un trabajo manual, pero con adhesivos bien específicos y acá compartimos mucho sobre eso -detalla-. Qué adhesivos para qué tela, en qué momento esta técnica y no otra, con movimientos pequeños y suaves, sabiendo que cada obra es diferente y los hilos de esa obra se van a mover de forma diferente. Algo que solo se aprende haciendo".
La conservadora hace el paralelo con "la costura de textiles en Japón" y su compañero habla de "microcirugías" en cada una de las piezas.
Sin embargo, lo que ambos destacan es que esa mano debe ser "invisible". De hecho, la posibilidad del hilo por hilo de intervenir sin tener que sacar las telas del bastidor es una de sus ventajas. "Vas directo al desgarro y si estás frente a una pintura del siglo XVII que nunca fue desmontada de su bastidor original, eso es importante", dice Hartman, quien destaca "el valor" de la colección del Marc y la necesidad de profundizar los intercambios y, más ahora, que el Museo de Dallas recibió una nueva donación de arte colonial.
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Las marcas de San Antonio
Lazarte, que busca abrir caminos en la restauración e investigación de piezas en Nueva York, señala la "imposibilidad absoluta de ese ideal que nos planteamos los conservadores de arte de lograr la originalidad total de la pieza" y reconoce en el arte colonial avatares y derroteros específicos que aún marcan esas pinturas.
"Si miramos esta colección, ya de entrada tenemos que pensar en la mano de Marc, su coleccionista, con intereses propios y que al fin y al cabo hace que esas obras pintadas en Jujuy o en el Cuzco estén atravesadas por esa visión y por las decisiones que él tomó", desarrolla como ejemplo.
La propia historia y el derrotero del arte de la colonia, realizado en los tiempos del gobierno de España para luego ser desechado durante las guerras de la independencia y más tarde revalorizado como obras de arte fue dejando marcas que los conservadores afirman es necesario dejar a la vista.
"Encontramos que San Antonio Abad tiene bastantes parches detrás, que justamente están tapando marcas de las telas originales que quisieron ser escondidas y que al mismo tiempo dicen mucho de esa pieza, del viaje de esa tela en colonias donde el lino era un bien escaso, y de esos orígenes que quizá no deban tapados, sino revalorizados como parte de ella", añade el experto.
Tanto para Hartman como para Lazarte Luna el encuentro local resultó "una experiencia que debe repetirse" fundamentalmente para abrir caminos en el valor de estas obras, las más de las veces subvaloradas en los proyectos de conservación e investigación. "Por qué estudiar un anónimo, si se pueden estudiar cinco Rembrandt", ironizan.
"Las pinturas andinas y cuzqueñas no solo se han estudiado poco, sino además de una manera enfocada y propia, ya que se estudian obras europeas y se aplica ese conocimiento a estas piezas como si fuera trasladable. Estos proyectos específicos ayudan, aunque queda mucho por hacer porque siempre está quien dice que no es un Velázquez, un Murillo o un Zurbarán y no se le da el valor que tiene por no tratarse de pintores del centro, es decir europeos y blancos, lo mismo que sucede con las mujeres", señala Lazarte Luna.
En tanto, Hartman hace hincapié nada menos que en las palabras. "Tratan de usar las mismas palabras que para las pinturas europeas, hablan de Old Masters (antiguos maestros). ¿Qué significa eso en América latina o Estados Unidos? Ese es un problema", dice sin dudar.