“Mi oficio es una maravilla porque es una de las profesiones más hermosas del mundo”, afirma el psiquiatra y psicoanalista rosarino Juan David Nasio, quien acaba de publicar su nuevo libro, La depresión es la pérdida de una ilusión. 14 historias de pacientes deprimidos. Con esta entrega reafirma que el psicoanálisis está más vivo que nunca y que aquella práctica desarrollada y profundizada por Sigmund Freud “puede curar”, por encima del paradigma binario sano/enfermo.
Caballero de la Legión de Honor en Francia, donde vive hace más de medio siglo, ciudadano ilustre de Rosario y Doctor Honoris Causa de la UNR, el discípulo de Jacques Lacan y Françoise Dolto habla además de la práctica de la “triple empatía” que utiliza para curar a sus pacientes y de la interpretación gráfica, con la cual propone un recorrido por la vida de aquella persona para poder curar su tristeza, más allá del sufrimiento subjetivo que atraviesa todo sujeto −escindido en el plano simbólico− a lo largo de su vida y que nunca escapará de aquello que no sabe, más bien, el sujeto del inconsciente.
Nasio confiesa que se zambulle en los recovecos más profundos y oscuros del alma humana desde que empezó sus prácticas en psiquiatría tras recibirse de médico de la UBA, y luego continuar con Lacan y Dolto en París para transformarse en uno de los psicoanalistas más prestigiosos a nivel mundial. Considerado un maestro, sigue formando profesionales para continuar con la práctica del psicoanálisis, aquello que cura a través de la palabra. Hablar y nada más que hablar, aquello tan simple y complejo a la vez.
“Mi actividad, mi oficio, es una maravilla porque es de las profesiones más hermosas del mundo. Porque puedo entrar en el mundo interno del paciente/analizante”, destaca Nasio en diálogo con La Capital. Y revela que “lo más lindo” es que en su consultorio parisino suele atender niños, adolescentes y adultos, representantes de la más absoluta diversidad humana.
“Yo me zambullo en el interior de la vida y del mundo interno de la persona que está enfrente para ser útil, puesto que mi trabajo es un servicio social y estoy para ayudar. Nuestra tarea como psicoanalistas es ocuparnos de disminuir y poder suprimir el sufrimiento del que tenemos delante nuestro”, afirma.
−Además de estas 14 historias de pacientes deprimidos, es pertinente saber que el psicoanálisis puede modificar el cerebro, sobre todo porque en estos tiempos es frecuente escuchar que la práctica impulsada por Freud “quedó obsoleta”.
−En este libro cuento lo que aprendí con la función del cerebro para que el lector/a argentino/a sepa cómo funciona, qué pasa allí en las células cerebrales (neuronas). Al ponerme a estudiar especialmente neurociencias durante más de dos años y responder a la pregunta de qué le pasa a un hombre o mujer tristes, noté que muchos investigadores en esa materia habían descubierto que hay antidepresivos que tienen una acción benéfica sobre el cerebro. En la depresión lo que ocurre es que el influjo nervioso es muy lento, que dista mucho de la rapidez que ostenta cuando estamos sanos. Es por eso que los antidepresivos desbloquean la corriente eléctrica y hacen que vuelva a funcionar correctamente. Sin embargo, en los años 70 descubrieron que una relación terapéutica como la que mantienen el psicoanalista y el analizante permite ese desbloqueo neuronal para que el influjo vuelva a circular libremente y con la misma rapidez que lo hacía hasta entonces. Es muy importante que se sepa que una relación psicoanalítica es mejor que un antidepresivo, con explicaciones, con sentido y confianza, que es lo esencial en la transferencia.
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−Uno de los sectores más perjudicados por la pandemia fue la infancia. ¿Qué fue lo más duro que vio o escuchó en su consultorio?
−La pandemia implica una palabra mayor que domina, y es la angustia. Lo que he constatado es un aumento de la angustia: estar encerrado, el contacto, los miedos de enfermar y contagiar es lo que ha dominado, y a veces esa angustia es tan fuerte que llega a un momento que se transforma en tristeza. Esto hay que saberlo porque podemos estar angustiados pero no tristes. La angustia es un sentimiento de anticipación, tiene miedo de que ocurra algo negativo o malo que haga sufrir, en cambio la tristeza no es eso, es un sentimiento del presente, dolor, es decir la tristeza es algo que ya me ocurrió.
−¿De qué se trata la “triple empatía” que propone como conducción a la cura de la neurosis, más allá del paradigma binario sano-enfermo?
−Cuando dije que me zambullía en el mundo interno de la otra persona podría haber dicho que entraba en empatía. ¿Qué quiere decir esto? Me refiero a tres instancias: la primera es imaginar lo que siente el otro y sentirlo, puesto que al verlo ya tengo todos los elementos y lo imagino y lo vivo y me permite hablar y decirle cosas que están guiadas por mi empatía. La segunda ya es mucho más difícil y solo un profesional puede hacerlo: es sentir lo que el otro no siente y vive dentro de él; en la depresión el que está deprimido me habla y está apagado, triste, siento eso en él, pero también siento que él en su ser más profundo siente también rabia, bronca y eso no lo tiene consciente, yo sí. A tal punto que soy yo el que le voy a decir que tengo la impresión de que dentro suyo hay bronca y rabia por algo que pasó y le aseguro que cuando digo eso muchas veces la persona que está frente a mí me lo confirma. Hay que ser un experto para esta fase. Y la tercera es sentir lo que siente la pareja con la que vive esa persona, con la que comparte su vida; sentir que está por momentos muy preocupada por él y también hay momentos en los que está cansada de él, molesta y no aguanta más tenerlo al lado, y no hace nada. Es muy importante que el analista sienta que vive en la vida del paciente, que es pertinente. Esta es mi manera de trabajar, pero se ha convertido en la manera de trabajar de muchos profesionales y soy maestro de cuatro generaciones de psicoanalistas, la manera clásica no existe.
Nasio recuerda a los referentes con los que se formó en la Argentina antes de partir a Francia en 1969 y evoca a Enrique Pichón Riviere, José Bleger, Mauricio Goldemberg y Hernán Kesselman, entre otros, hasta que emigró a Francia para conocer a sus “grandes maestros”, como lo fueron Lacan y Dolto, con quienes construyó una profunda amistad y relación profesional para continuar su formación en psicoanálisis y fundar los Séminaires Psychanalytiques de Paris en 1986, luego de la disolución de la Escuela Freudiana de París.
“Lacan me pidió que corrigiera la traducción en español de los Ecrits y eso me llevó a vivir momentos de mucha cercanía con él. En ese lapso iba a la casa de campo y he compartido momentos de profunda amistad”, cuenta Nasio sobre la relación que entabló con el psiquiatra y psicoanalista francés que recuperó la obra de Freud y permitió refundar una práctica que por entonces, a mediados del siglo pasado, había sido desprestigiada por cuestiones ideológicas y el avance de la ego-psychology en Estados Unidos.
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−Recuperar esos sueños, esas ilusiones en un mundo como el que vivimos parece muy complejo. ¿Cómo puede el psicoanálisis devolver la ilusión perdida o arrebatada?
−Utilizo una técnica nueva que es personal. Me siento con el paciente, si está acostado le pido que se siente y juntos trazamos en un papel en lápiz una línea del tiempo horizontal que llamo cronograma y marcamos los momentos en que hay más dolor y separaciones fuertes y los momentos en los que hubo unión, amor y felicidad. El lector que está leyendo esta entrevista va a ver su vida y va a descubrir que está hecha de momentos de unión, pareja, oficio o bien todo lo contrario. Lo trabajamos en una línea histórica en la que se forjó e hizo ilusiones muy fuertes, que fueron tóxicas en lugar de ser buenas. La ilusión es una buena cosa, pero hay ilusiones que son dañinas, porque si las perdemos nos deprimimos, por eso, entonces trabajo con el paciente para que él vea cómo se forjó en su vida de infancia; ilusiones de niño/a cuando la madre lo sobreprotegió e instaló en él ilusiones de que se creía la persona más extraordinaria del mundo hasta que esa ilusión se perdió y lo llevó a la depresión. Eso lo practicamos a menudo en el consultorio y tengo muchos pacientes que he podido curar con ayuda de antidepresivos, aunque con la mayoría lo hice sin precisar de antidepresivos, he podido ayudarlos y curarlos. De hecho, he recibido cartas en las que me manifiestan que están contentos, que han podido lograr tal o cual éxito y eso me confirma que el trabajo que hacemos los terapeutas es un trabajo maravilloso.
Nasio llegó a París con su pareja el 1º de septiembre de 1969 desde Buenos Aires y desde entonces construyó su familia allí. Goza de la doble ciudadanía además de ostentar desde 1999 la orden de Caballero de la Legión de Honor y la Orden de Mérito en 2004, pero a su vez recibió el título de Ciudadano Ilustre de Rosario (2001) y Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario (2016), entre otras distinciones a nivel nacional e internacional. Sus libros están vertidos a catorce idiomas.
“Tengo un tractor y me levanto todos los días a sembrar la tierra, soy ese inmigrante que llegó de Italia como sus abuelos”, se enorgullece. Y acota: “A los jóvenes les diría que no piensen en lo que tienen que hacer a futuro, sino que hagan bien lo que están haciendo en el presente. Yo nunca pensé que iba a convertirme en el profesional que soy, con libros y el reconocimiento que tengo en Francia y en Europa”.