El intercambio comercial argentino publicado por Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) para el año 2022 las exportaciones de bienes alcanzaron los 88.446 millones de dólares en tanto las importaciones fueron de 81.523 millones de dólares. Esto arrojó un superávit de 6.923 millones de dólares según la base devengada, es decir lo registrado, en tanto si se toma la base caja que es publicada por el Banco Central (BCRA) este saldo alcanza los 21.817 millones de dólares.
Si bien es el cuarto año consecutivo que se tiene superávit, disminuyó más del 50 por ciento con respecto al año anterior. El saldo positivo del presente año se debió principalmente a los elevados precios de los productos que se exportan y el resultado del “dólar soja” que aceleró la liquidación del stock del agro. Por otro lado, las fuertes restricciones a las importaciones significaron una disminución del pago de estas.
El conflicto bélico en Ucrania tuvo un efecto sobre los precios internacionales que afectó tanto a las exportaciones como a las importaciones. Tanto el índice de precios de exportaciones como importaciones alcanzaron su récord histórico en 2022, y el índice de términos de intercambio siguió en niveles elevados. Esos niveles de precios hicieron que tanto las exportaciones como las importaciones marcaran sus niveles más altos.
Ahora, ¿Cuál es el correlato con las reservas internacionales del Banco Central? El año pasado a pesar del superávit comentado la compra neta de dólares alcanzó los 5.824 millones de dólares en tanto las reservas brutas aumentaron 4.937 millones de dólares. El 30 de diciembre de 2022 las reservas brutas reportadas por el BCRA alcanzaron 44.598 millones de dólares.
Tenga en cuenta que hablamos recién de reservas brutas, para conocer las reservas netas se debe descontar el swap con China, los encajes de los depósitos en dólares, préstamo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), préstamo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y préstamo con el Banco de Basilea. Al deducir todo esto, y comparar con principios de 2022 se encuentra que las reservas netas aumentaron unos 5.397 millones de dólares.
Cabe preguntarse entonces ¿Por qué de esos 21.817 millones de dólares terminaron ingresando tan pocos a las arcas del Banco Central? Bueno, parte de esos dólares fueron a financiar el fuerte déficit en el balance cambiario de los servicios que significaron una salida de divisas por 9.901 millones de dólares, más las salidas por ingreso primario y secundario que significaron otros 3.498 millones de dólares.
La clave para entender porque aumentaron las reservas son los desembolsos del FMI. Siguiendo los datos oficiales del BCRA el FMI realizó desembolsos 23.519 millones de dólares que luego de realizar el pago de la deuda y los intereses con el propio organismo arroja un ingreso neto de 5.151 millones de dólares. Básicamente fue el organismo internacional el que aseguró el aumento de las reservas y el cumplimiento de las metas pactadas.
Sin embargo, de cara al 2023 esta lógica se invierte, y los desembolsos que realizará el FMI no alcanzarán para saldar el total de la deuda e intereses que se deben pagar en el año. Puntualmente el déficit de la operatoria comentada significarán unos 4.118 millones de dólares. Mientras tanto el ministro Massa busca profundizar el programa de financiamiento con el BID, que le permitirá hacerse de dólares frescos.
¿Cómo se cubrirá dicho déficit? Bueno, esta es la pregunta del millón, y las posibles respuestas tienen un componente de volatilidad elevado, lo cual hace que la situación sea sumamente delicada, y este frente constituya la mandíbula de cristal de la economía. Desde luego esto no quiere decir que se está exento de otros problemas relevantes cómo la inflación, el déficit fiscal, entre otros.
Uno de los puntos clave es el déficit energético, se espera que en el corriente año se reduzca en 2.000 o 2.500 millones de dólares. A la luz de que el precio internacional comenzó a disminuir y volver a los niveles pre-guerra, el gobierno empezó a ajustar las tarifas de los servicios públicos y el nivel de actividad de la economía se está desacelerando.
Para complicar el panorama el mayor generador de divisas del país está atravesando una importante sequía. Según estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) la campaña sería la peor de los últimos 14 años, superando a la de 2008/09 cuando la producción de oleaginosas fue de 31,8 millones de toneladas.
Justamente, la bolsa destaca en su informe que “el estrés hídrico de verano hizo caer la proyección de cosecha de soja, trigo y maíz en 28,5 millones de toneladas, un 23 por ciento de la producción inicial esperada”. Implica una caída en el ingreso de divisas al país por la disminución de las exportaciones de casi 8.000 millones de dólares.
En este contexto no sería extraño que las autoridades volvieran a hacer uso de algún tipo de cambio diferencial para poder hacerse de dólares. En ese sentido se podría diseñar un “dólar soja 3” o hasta incluso un “dólar maíz”. Y un nuevo endurecimiento de controles a las importaciones. Desde luego que el escenario electoral agrega mayor volatilidad al escenario planteado.
He aquí planteado el dilema al cual el lector seguramente arribó. Para dinamizar la economía, el gobierno tiene que flexibilizar la entrada de importaciones y el pago de las mismas, que sin otras fuentes de dólares se debe financiar con las reservas que acumulo durante el 2022, y terminaría incumpliendo con la meta impuesta por el FMI. En tanto si planea cumplir con la meta del FMI esto implica restringir las importaciones y por ende hacer frente a un estancamiento de la economía, justo en un año electoral. Más allá de la decisión que se tome, la exposición al riesgo es alta, y cualquier cambio internacional puede hacer crujir esa mandíbula de cristal.
(*) Luciano Jara Musuruana es licenciado en Economía por la UNR y magíster en Economía Aplicada por la Universidad Austral. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas, y subdirector del Observatorio Económico Social de la Universidad de Rosario (UNR) …