En 1999, con mi novia de entonces, habíamos sacado pasajes para ir a Mar del Plata en Semana Santa y cuando vimos la programación del Bafici decidimos quedarnos. Yo tenía credencial de prensa porque estaba en la revista El Amante desde el año anterior. Recuerdo películas de esa primera edición, como Velvet Goldmine (Todd Haynes) y Rushmore (Wes Anderson), que las vi dos veces, y la coreana Película mala infinita inacabable (Jang Sun-woo), de la que decíamos ¿qué es esto, con qué se come? Era algo disruptivo. Al tercer año, Quintín nos llamó a mí y a Hugo Salas para hacer el catálogo y el diario del festival, y traducir Las guerras del cine, de Jonathan Rosenbaum. En una reunión dijeron que no tenían a nadie que se ocupara de la grilla de programación y me ofrecí a hacerla. Era un contrato aparte, en 2001, así que el pago quedó boyando hasta que cobré nominalmente la misma plata cuatro años después (se ríe). Con Fernando Martín Peña en la dirección empecé como programador. Las charlas a las que te obligaban las películas, esa idea de estar en una comunidad cinéfila, ya lo vivíamos con el Festival de Mar del Plata, recuperado en 1996, que yo disfrutaba no solo por la sección Contracampo –con películas muy señaladas– sino porque era un festival clase A en regla, con estrenos internacionales. De pronto, competían películas de João César Monteiro que se exhibían por primera vez aquí. Recuerdo la proyección de La pelvis de J.W. con la sala casi llena, quedándonos al final unos treinta espectadores, felices por completo.
¿Un gran disgusto y una gran alegría de tus años como director?
El gran disgusto fue la cancelación del Bafici en 2020. Ahí lloré… Habíamos vuelto el 1º de marzo de Berlín y estaba todo casi listo, pero nos dábamos cuenta de que no iba a hacerse. Ya había carteles advirtiendo que si uno venía de Europa tenía que guardarse, una cosa muy horrible. Me acuerdo que le dije al equipo de programación que termináramos de ver los cortos, era como la orquesta del Titanic (se ríe)... Al final tampoco se hizo online y estuvo bien, porque se guardaron películas como No va más, de Rafael Filippelli, que se estrenó como clausura el año siguiente. Otros disgustos fueron los invitados que cancelaron a último momento, como Brian De Palma. Entre las alegrías, cuando confirmaron Peter Bogdanovich, Nanni Moretti, John Waters. El encuentro de Waters con Isabel Sarli fue histórico. O Michel Legrand en el Teatro Colón.
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Imagen de "Velvet Goldmine" (1998).
Recientemente escribiste sobre Barbie y Oppenheimer, esos fenómenos que le hacen más difícil a cierto cine encontrar salas, público y difusión.
Para mí no afecta solamente a lo que podríamos denominar "cine independiente". Si te fijás en las cifras de 1984-1986, por ejemplo (según salió en un librito que tengo sobre el consumo de cine en Argentina), la recaudación de las diez películas más vistas daban un 15 por ciento del total, mientras que hoy las más vistas se llevan el 60 o 70. Esto no sólo le hace mal a la película chiquita o rara. Pensá que uno de nuestros grandes cineastas vivos, Adolfo Aristarain, no filma desde 2004. El mercado cambió por completo.
¿Argentina 1985 podría verse como una excepción?
Con esa película se dieron una cantidad de circunstancias, empezando por la presencia de Ricardo Darín. Y era un tema que iba a funcionar. Es también la lógica de un "tanque". Celebro su éxito, pero el problema está en que si los éxitos –tanto argentinos como extranjeros– son tan pocos, a la larga la diversidad se ve perjudicada. Creo que, por un lado, el periodismo le hace el juego a toda película gigante, yo me cansé de escribir notas en El Amante cuando salían con muchas copias El código Da Vinci o El Hombre Araña 2. Y por otro, deberían existir políticas culturales a favor de la diversidad de las pantallas. El cine argentino produce mucho, tiene una riqueza tremenda, es el mejor de Latinoamérica por lo que yo veo –y veo mucho, y no soy especialmente nacionalista–, pero ¿cuántas películas ve el gran público? ¿Cinco o seis, casi todas con Francella o Darín? Si no tenés un star system renovado… Los actores estrella tienen sesenta años.
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"Argentina 1985". Ricardo Darín y Peter Lanzani.
¿Eso te parece importante?
La fórmula del éxito la da un poco eso. Corea del Sur tiene un star system que se renueva. Además, distribución y exhibición son dos patas flojas. Nuestro cine necesita rodearse de películas de un rango similar: si no se estrena cine mexicano, brasileño o chileno, ¿con quién dialoga? Solo con la lógica tanque. Rosenbaum hablaba de la "película acontecimiento". ¿Por qué son diez al año? Cuando el cine se hiperconcentra pierde riqueza. Aunque nunca se pudo acceder a tanta variedad, todo el mundo está hablando de las mismas dos películas. Con Barbie y Oppenheimer la noticia era que se estrenaran el mismo día, porque subyace la idea de que cada semana hay una sola importante para ir a ver.
¿Cuál es el principal problema que tenés como director del Bafici?
Desde 2021 los dólares cuestan más caro en Argentina, lo sabemos incluso por nuestros sueldos. Cuando a un festival en Chile les dicen que tienen que pagar 300 dólares por una película, es mucho menos que lo que es para nosotros. O un pasaje de avión… Nosotros en 2018 trajimos a Waters, a Philippe Garrel. Con una economía distorsionada de esta manera es muy dificultoso.
Al ser un festival de Caba, ¿no hay problemas que no dependan directamente de la situación económica nacional?
¿Cómo cuáles? (piensa)… Cuando nos fuimos del Abasto en 2013, el Hoyts pedía una cantidad de plata tremenda. Además se había desperfilado: la lógica de programación cuando empezó el Bafici era diversa pero ya en 2012 no les interesaba el perfil del festival. Son cosas en las que no tienen que ver el gobierno de Caba ni el Ministerio de Cultura. El Village pasó a ser Cinépolis. Y ante lo que hay que pagarles a esos cines uno debe pensar bien qué se lleva el presupuesto. Este año podíamos intentar hacerlo nuevamente en Belgrano, incluso nos llamaron de una cadena de cines, pero después del cierre de 2020 y casi también de 2021, hacerlo en salas del centro era una manera de volver a empezar. Me pareció ideal. Es donde el consumo de cine fue grande. Las calles Lavalle, Corrientes: la historia está ahí. Y por último: ningún festival puede ser tan grande como era el Bafici hace quince años, en cuanto a cantidad de películas. La gente no puede procesar tanta información, estos dos últimos años nos funcionó bien con una cantidad más manejable. Tampoco circula tanto cine en otros festivales. Antes las películas de Cannes llegaban "vivas" a abril del año siguiente; ahora, ya para octubre o noviembre se estrenaron en cines y plataformas. El pozo del que se elegían las películas se achicó.
Aunque entiendo que son decisiones de los jurados, los repetidos premios a películas de la productora El Pampero vienen generando cierta controversia.
Lo gracioso es que eso sucede poniendo jurados que no tienen nada que ver uno con el otro. La primera de Mariano Llinás, Balnearios(2002), no ganó ni un saludo. Tampoco hemos exhibido todo lo que presentó El Pampero. Este año Clorindo Testa, también de Llinás, ganó como Mejor Director, pero Mejor Película fue Terminal Young, de Lucía Seles, que es toda una revelación. Alejo Moguillansky, es cierto, ya es como una leyenda que casi siempre gana algo. Idealmente sería más variedad, ponele, pero a la vez son decisiones de los jurados en las que no influimos.
¿Por qué desaparecieron las competencias Latinoamericana y Derechos Humanos?
La de Derechos Humanos en 2016 dejó de ser transversal y le dimos autonomía. La Latinoamericana la agregamos ese mismo año, en mi gestión. En 2019 notamos que se había reducido la producción de cine latinoamericano –al menos del que nos interesaba– y que esas secciones no tenían cobertura mediática. El espacio crítico que existía en los 90 y principios de siglo no es el mismo que ahora, vos lo sabés. Ahora tenés influencers o algunos que escriben reseñas de cuatro líneas en Letterboxd. Los prenseros promocionan las funciones con famosos y la lógica de ver qué dice la crítica se volvió menos relevante. Pensá también que antes en Caba casi no había festivales y hoy tenés todos los meses.
¿Cómo fue que comenzaron a competir por igual largos y cortometrajes?
Dependemos mucho de los espacios con los que contamos: entonces, lo que ocupan 20 largometrajes puede ser ocupado por 15 y uno que demande más tiempo, o por 10 programas de cortos. En 2018 había menos películas porque estaba La Flor (Llinás), de catorce horas, y tuvimos un festivalazo. Si en el total hay 215 o 250, a mí me da lo mismo. Además, los cortos le dan al festival vida y atractivo.
En Rosario
Organizado desde hace 19 años por Calanda Producciones, la muestra del Bafici Rosario será del 24 al 27 de agosto en las salas de El Cairo (Santa Fe 1120), Lumiere (Vélez Sarsfield 1027) y Asociación Médica (Tucumán y España). A lo largo de cuatro días se exhibirán películas documentales y de ficción, varias de ellas premiadas en el festival realizado en abril en Caba, con precios accesibles y la presencia de Enrique Bellande, Fernando Martín Peña, Alejo Moguillansky, Martín Farina, Lucía Seles, Toto Rovito (coprotagonista de Blondi) y otros invitados. Toda la información puede encontrarse en las cuentas del Bafici Rosario en Facebook e Instagram.