¿Qué problemas de gobernabilidad supone la presencia de una dinámica de violencia consolidada en una ciudad? La respuesta se la dio hace semanas la alcaldesa de Chicago, Lori Lightfood, que a raíz del estallido de hechos letales experimenta una crisis de credibilidad en su propia administración, una desazón generalizada en la ciudad y una percepción desestructurante de cualquier organización política: el miedo omnipresente que atraviesa a personas de todas las condiciones sociales y puntos de residencia.
En la mayoría de los aspectos Chicago no se puede comparar con Rosario. Pero hay rasgos en los que claramente sí. La violencia letal de la ciudad estadounidense es, medida en cifras, mucho más alta que la nuestra. El año 2021 terminó con una disparada que llevó la cifra de homicidios a 836 casos. En Rosario, que tiene exactamente la mitad de la población, hubo el año pasado 241 asesinatos, lo que es el guarismo más alto desde 2014. La tasa de homicidios en Chicago fue de 30 muertes cada 100 mil habitantes. La de Rosario supera las 18 cada 100 mil.
Pero hay otros rasgos comparables que acaba de recoger en un extenso artículo el diario Chicago Sun Times. En esa ciudad la dispersión de los homicidios es muy marcada, al punto que 10 de las 77 comunas o barrios que componen la ciudad concentran la mitad de los crímenes. No obstante el crecimiento de otras formas de violencia armada en distritos habitualmente menos críticos (robos a mano armada de vehículos, mayor cantidad de tiroteos y violencia contra personas con armas de fuego) hacen que la población general perciba que vive en todos lados bajo una situación de descontrol. En las zonas más favorecidas de Chicago la tasa es dos homicidios cada 100 mil habitantes. En los siete distritos más duros la marca es 100 cada 100 mil.
Esta tremenda disparidad se ve también en Rosario. Aún no están desagregadas las estadísticas del último año pero las de 2020 dan una referencia. La tasa de violencia altamente lesiva (homicidios y heridos de bala) en Rosario fue de unos 115 víctimas cada 100 mil. Pero la concentración en algunas zonas es desatada. Como marca la infografía adjunta, en la zona de Nuevo Alberdi hubo 640 víctimas cada 100 mil habitantes, en Bella Vista, Villa Banana y Vía Honda 464 víctimas cada 100 mil. En Cordón Ayacucho y Grandoli y Gutiérrez, 312 cada 100 mil. En Las Flores, 503 cada 100 mil.
https://media.lacapital.com.ar/adjuntos/adjuntos/203/imagenes/100/034/0100034170.jpg
Según las cifras del instituto Crime Lab consignadas en el texto del Sun Times, en los siete distritos policiales más violentos de Chicago en 2021 la tasa de homicidios fue 25 veces mayor que en el resto de la ciudad: casi 100 asesinatos por cada 100 mil personas habitantes. El crecimiento de ese tipo de brechas entre las áreas más y menos seguras en Rosario, como se vio, también se produce de manera muy marcada.
La alcaldesa de Chicago es una mujer que fue fiscal penal, elegida por el voto popular para la persecución criminal, y que terminó en la jefatura política de la ciudad. Lightfood se enrola en una tradición de izquierda y sus políticas volcaron millones de dólares en programas de desarrollo en los distritos más pobres de la ciudad y también en prevención allí de las acciones con armas. Pero el estallido de las cifras en 2021 la forzó a meditar sobre la corrosión en su gobierno que impone la violencia. "Todos los vecinos de la ciudad comparten el temor de que puedan ser víctimas de un crimen. Es absolutamente esencial que respondamos a ese miedo no moviendo el péndulo de un lado a otro sino enfocándonos en lo que funciona".
A partir de esa escalada que ya dura dos años la alcaldesa dio un volantazo hacia políticas de seguridad más clásicas. Aumentó los gastos de horas extras de la policía, pidió la suspensión de conmutaciones a referentes criminales encarcelados, reclamó fuerzas de seguridad federales, reforzó la vigilancia en los barrios críticos a la vez que siguió desplegando los programas allí de desarrollo urbano. Pero todo eso no impidió que la oleada persistiera algo que además, refiere Rosseane Ander de Crime Lab, ocurrió en las doce mayores ciudades estadounidenses, según indica ella como fuerte coletazo de la pandemia, los efectos colaterales del desempleo y el cierre masivo de negocios.
La crisis de violencia armada está hiperconcetrada en un puñado de barrios en Chicago pero es un problema desplegado en todo el ánimo de la ciudad. Esto revierte en crisis aunque los riesgos de recibir un balazo no sean equitativos en todo el relieve urbano. En Rosario esa sensación, que es políticamente corrosiva, también se verifica. Hubo 241 muertos en homicidio en 2021. Pero apenas en un solo caso, el de Joaquín Pérez, acribillado en Arroyito durante el robo de su auto, se expresó un malestar acumulado que incluyó agravios en una marcha en el Monumento a la Bandera al gobernador Omar Perotti y al intendente Pablo Javkin.
hominiono.jpg
Un crimen a balazos en la estación de servicio de Circunvalación y Mendoza, en septiembre último.
Silvina Salinas (Archivo)
Una variante bastante atípica entre los homicidios, la agresión letal en ocasión de robo en un barrio de clase media, sirvió para concentrar el peso acumulado de una enorme cantidad de hechos de sangre que sin embargo no generan movilizaciones, aunque suponen la captación de un fenómeno violento que al cabo de una década de su explosión se ha endurecido y tiene rasgos epidémicos. Este último matiz produce en cualquier distrito político la sensación de acorralamiento que expresó la alcaldesa de Chicago. Pese a que allí a diferencia de Rosario hay una policía con formación en investigación, con estrategia y capacidad operativa. La violencia no obstante hace tambalear la administración.
En Rosario, en contraste, la tradición de inversión prioritaria en barrios en emergencia en seguridad es perdurable materia pendiente. A lo que se suma desde el Ministerio de Seguridad de la provincia la falta de estrategia en el marco de una desaforada utilización de armas y un desarreglo central: la capacidad de actuación de una policía diezmada en su formación y en su idoneidad operativa.
El sábado pasado a este cronista le tocó a la mañana elaborar un resumen de los hechos de la madrugada. Entre lo reportado había una decena de balaceras contra domicilios y personas. Una nena de siete años herida en Casilda al 6000, un chico de 17 baleado en robo en Génova y Barra, otro de 20 años baleado en la calle 5 de agosto en zona sur, una mujer de 40 a la que le dispararon en Felipe Moré al 400, una casa baleada en Dean Funes al 100 donde dejaron una nota extorsiva en nombre de la mafia, el tiroteo al frente del Club Echesortu de San Nicolás al 1300, una vivienda baleada en French al 6800. Un funcionario municipal se preguntó: "¿En cuántos de esos casos hubo una réplica policial, una detención vinculada a los ataques, una acción táctica que revele aptitud de respuesta al delito?" En ninguno. Lo que implica una naturalización de que delitos contra balaceras e inmuebles, que son el mayor problema criminal de la ciudad, producen una muy escasa reacción.
En un momento de fuerte interpelación política la alcaldesa de Chicago dice en la nota del Sun Times: "Es importante que responsabilizamos a los criminales más violentos y los detengamos. Pero al mismo tiempo es esencial que redoblemos nuestros esfuerzos para llegar a la raíz del crimen”. Allí es donde se refiere a los desastrosos estragos comunitarios que demandan inversión pública. "Tenemos un problema que no podemos ver", dice un fiscal local que trabajó muchos años en la Unidad de Homicidios y que leyó el artículo del diario de Chicago. "La mayoría de los asesinatos en Rosario no importan a casi nadie fuera de su círculo íntimo. El 80 por ciento de los crímenes en Chicago tienen como víctimas a negros. En Rosario la proporción es la misma si la proyectamos sobre estratos muy bajos. Lo que no se precibe es que el delito violento recrudece en las zonas más degradadas y no se focalizan allí las acciones. Tenemos extorsiones, balaceras y homicidios ligados al narcomenudeo. Pero vemos hace tiempo que la venta de drogas es lo único que ofrece una ocupación y una retribución".
Este lunes hubo una audiencia de Cámara Penal a un chico sin antecedentes que había sido detenido por dejar un cartel extorsivo a un vecino. Sostuvo en la audiencia que lo hizo porque todo el mundo lo hace y tenía el dato de que la gente a la que se los dejó tenía plata. "Es un modo de ganar dinero por cuenta propia y no sé si es mejor o peor que pertenecer a una organización criminal", comentó la funcionaria que acusó. De alguna forma la visión compartida es que el problema criminal de la ciudad tiene fuerte parentesco con un entorno que no ofrece trabajo formal a sus jóvenes, con más de 40 por ciento de pobreza, con 50 por ciento de inflación y entornos urbanos muy deteriorados donde se da la hiperconcentración de violencia.
La alcaldesa de Chicago expuso que las estrategias combinadas van más allá de lo que ella llama "poner policías en puntos fijos" o simplemente enviar más efectivos a las áreas de alta criminalidad. Lori Lightfood decidió aumentos drásticos de inversión, triplicando el presupuesto, a algunos de los quince vecindarios zarandeados por el crimen. Aún así ella advierte que la violencia jaquea la gobernabilidad. Apuesta al largo plazo aunque en una ciudad con una violencia arraigada dado que en 30 años, desde 1990, las tasas de homicidio que crecieron en 2021 están estacionadas en un nivel alto. En Rosario esa realidad se da muy fuerte desde 2013 aunque tenga su embrión desde mucho antes porque la droga no llegó de la nada.
platagaray1200.jpg
Un cartel extorsivo dejado en una casa de Garay al 1200 en agosto pasado.
ARCHIVO LA CAPITAL
En los barrios de Rosario fueron detenidos los líderes criminales y sus segundas líneas. Pero esas acciones, como en Chicago, no mitigaron el derramamiento de sangre. Un sociólogo de la Universidad de Princeton, Patrick Sharkey, señala que la sola acción policial más que ser insuficiente puede agravar las cosas. "Se priorizó una presencia policial agresiva con niveles récord de encarcelamiento. Las tácticas han reducido el crimen, pero también han desestabilizado los vecindarios y dañado gravemente la opinión de los residentes sobre la aplicación de la ley. Una de las lecciones de los últimos seis o siete años es que si la reducción de la violencia surge de la fuerza bruta, de encarcelar a millones de estadounidenses, no se obtiene una solución sostenible al problema”, dijo.
El asesinato y la violencia en Rosario están altamente segregados. Avanzar contra sus estragos demanda acciones sostenidas que están lejos de agotarse en un período de gobierno. En sociedades partidas por la desigualdad, como Chicago o como Rosario, es difícil erradicar la violencia. Pero las acciones a largo plazo, focalizadas en inversión pública y en estrategias razonables en la prevención, pueden aportar niveles de bienestar social. La seguridad rara vez da dividendos electorales pero ayuda a los lugares más agobiados a alcanzar alivio. Cuando los vecinos de las zonas más castigadas por la violencia pueden recobrar movimiento en sus barrios su calidad de vida mejora. Solo entonces una gestión puede tener un espaldarazo aprobatorio.