Al día siguiente Podetti dio esta entrevista para La Capital en la que conversó sobre el ocaso de las revistas impresas, la búsqueda del chiste perfecto, una nueva generación de ofendidos y los temores que despierta la inteligencia artificial, entre otras cosas. “Hay algo en el chiste que funciona como despejar una incógnita, se plantea una situación en la que hay algo que no se está diciendo, la gracia está en descubrir lo que falta o no está explícito; esto es un procedimiento de otras narrativas, la de no mostrar al monstruo”, y sumó: “De todas maneras una filosofía mía es no desperdiciar ningún recurso: si hay que ser explícito y burdo mejor todavía, también hay que saber hacerlo, no todo el mundo queda bien siendo grotesco o chabacano”.
A esta altura, como usuarios o prisioneros voluntarios de las plataformas de extracción de datos, podemos reconocer al taco, en el scrolleo cotidiano, un chiste de Esteban Podetti. El humor negro y minimalista, sencillo y a veces brutal de sus gags, anclados en el trazo de sus personajes desgarbados, nos hace parar la pantalla con una risa seca, a veces salida de las cavernas de nuestras bellas almas, otras del aburrimiento en el que estamos sumidos mientras navegamos en nuestros teléfonos.
Habiendo publicado en Cerdos & Peces, Fierro, Sex Humor, Cóctel, El Lápiz Japonés, el suplemento Sí de Clarín y Barcelona, entre otras, Podetti lamentó la desaparición de las revistas. “Yo crecí con el ideal de ser un historietista famoso que publica en todas las revistas y de golpe se fueron cayendo todos los lugares donde se podía publicar.
Ahora son como catedrales góticas. Existen algunas todavía pero a pulmón, porque una revista digital no es una revista, es como un teatro televisado, es otra la experiencia del papel”.
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Celina Mutti Lovera / La Capital
-En la charla subrayaste que la historieta es un género popular y no sé si a partir de la generación millennial es tan así…
-Porque es algo histórico también, en el 2001 se derrumbó la historieta en la Argentina, había siete editoriales de historietas que desaparecieron, fue una catástrofe que creo que no se ha analizado lo suficiente. Ayer me decían que en Francia se editan más libros que nunca y yo retrucp que sí, se publican más libros que nunca de historietas, pero ¡porque no hay más revistas!
-En otro reportaje dijiste que ofenderse por un chiste era cosa de viejos amargados.
-Uno tiene la impresión de que ahora se ofenden más los más jóvenes, por ahí se ofenden de otras cosas. Se perdió un poco algún código en el humor, pareciera que algunas cosas que se dan por sentado que son graciosas ya no lo son porque hay una mirada, que no sé de dónde sale, que establece que eso es inaceptable. Hay ciertas cosas que no se pueden hacer, ciertos temas con los que no se jode, eso existió toda la vida, pero ahora pareciera que cada vez hay más temas, y que además se perdió el sentido del chiste: el sentido del chiste es anestésico, uno hace un chiste justamente para salir de la cosa dolorosa que a veces tiene una discusión o la tragedia misma, el chiste te saca de ese lugar y por ahí te ayuda a encontrar otro camino. La típica discusión de reproche o desacuerdos, de repente alguien hace un chiste y de golpe eso relaja y se puede buscar una salida por otro lado. Parece que eso está desapareciendo y yo creo que hay una intención interesada en hacerse el ofendido.
-¿La pose del ofendido, decís?
-Si, es una pose que tiene diferentes recompensas. Una es que el ofendido inmediatamente considera que tiene razón: yo me enojo, por lo tanto tengo razón. Parece que ofenderse te pone en un lugar de poder y superioridad moral; si estoy ofendido tengo derecho a defenderme y atacarte y no importa tanto lo que hayas dicho. Me acordé de una frase muy buena de un cómico, Gilbert Gottfried, que decía que cuando la gente se ofendía era como si se diera una palmadita en la espalda a sí misma. Para mi hay una lucha de poder, incluso hay gente que se ofende en nombre de otros, como agarrar una causa ajena y tomar ese lugar, y a veces la supuesta víctima ni se sintió tocada.
-¿Y el chiste no funciona para sacar a la víctima del lugar de víctima?
-Sí, es como lo que contábamos en la clínica de esas figuras que dijeron algo gracioso antes de ser ejecutadas, bueno ahí un poquito le ganaste al verdugo. Yo siempre digo que en muchos chistes hay una víctima de la que uno se ríe pero porque se identifica con esa víctima; y en esos chistes hay un blanco que muchas veces es el victimario, a veces cuesta decodificar eso, entonces mucha gente dice “ay, vos te reís de la víctima”. Yo tengo muchos chistes del verdugo y el ahorcado, y siempre la víctima es la que hace el chiste.
-Si invirtiéramos lo de “separar al artista de la obra” pero pensando en el público ¿uno es de lo que se ríe?
-Hay algunos que no se lo permiten aunque les cause gracia, pero no quieren, porque quedan mal ante sí mismos si se ríen de tal cosa. Yo escuché mucho eso de que justamente la risa es una liberación, sobre todo en el momento en el que te reís de lo que no te tenés que reír, es una válvula de escape, pero es la base del humor. Alguien se cae y te reís, con suerte te reís si te caés vos, es la catarsis, la liberación, lo que te decía de aliviar el dolor, todo eso no puede ser algo malo, nada de la intención del humor puede serlo, aunque el chiste sea absolutamente espantoso.
-Igual la risa te deschava porque muchas veces es involuntaria.
-Sí, la risa a pesar tuyo, eso da mucha satisfacción también.
-¿A quién? ¿Al que se ríe o a vos?
-A mí. Ahí yo tengo el poder (risas).
-Hablando de la función y los efectos del humor, debe haber miles de investigaciones neurocientíficas sobre el tema. ¿Te interesan?
-Leí algo extraordinario de que habían localizado el lugar en el cerebro donde se produce la risa y que habían empezado a estimular exactamente eso y la persona se reía y me pareció maravilloso, es mi sueño, el humorista que no falla nunca, es como apretar un botón. Pero esa es la búsqueda, tratar de ser lo más automático posible, yo muchas veces pienso eso, cómo hacer un chiste que con el mínimo elemento provoque la risa, donde no haya lugar a duda de que es gracioso, la búsqueda siempre es interesante porque te lleva a otras reflexiones.
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Celina Mutti Lovera / La Capital
-¿Y cómo te llevás con el uso de las nuevas tecnologías?
-Mal. Tengo el cerebro arruinado, es imposible sostener la atención. Yo ahora estoy en estado de alerta y movilización con el celular, me preocupa un montón, me puse un cosito que te mide la cantidad de tiempo que pasás en el celular y jamás llego al objetivo, eso me parece terrible. No sé en qué punto es algo malo pero a mí me choca que esa sea la normalidad. Es terriblemente adictivo y al mismo tiempo me tendí mi propia trampa porque todo lo artístico que hago está en las redes, entonces, ¿cómo hago?
-¿Tuviste tu experiencia en chat GPT o con Inteligencia Artificial?
-No, no quiero, le tengo pánico, y me parece que es justamente alimentarlo aunque sea inevitable, pero me hace pensar qué cosas todavía la máquina no puede hacer por nosotros. Creo que todavía las cosas que produce la inteligencia artificial son una imitación, una copia limitada de lo que hacen los seres humanos, y que justamente hay algo inherente al ser humano que tiene que ver con las limitaciones, las neurosis, los dolores físicos que sufre el ser humano y que la máquina no tiene y que podría llegar a imitar pero no lo puede crear. El dolor físico del dibujante es una parte del trabajo, si te duele la mano dibujas distinto, hay un dibujante estadounidense, John Callahan, que quedó cuadripléjico y con la mano agarrotada inventó un estilo nuevo a partir de eso. Creo que el desafío de los artistas es ver cómo dan un paso, no adelante, sino al costado de la máquina. Para bien o para mal ya molesta la imitación incluso cuando es otro dibujante el que te copia, y rompe un poco las bolas incluso cuando uno trata de hacerse el superado y dice “bueno, es un halago”, pero si lo hace mucho ya te empieza a molestar, aunque pasa en todos los rubros. Y también me ha pasado de ver chistes que yo ya había pensado, y decís “ah, yo iba a hacer esto la semana que viene”.
-Ah, pero esa ya es una coincidencia…
-Y no sé, no sé, tengo mis dudas (risas).