El año no llegó todavía a transitar su primer mes y Rosario ya contabilizó nueve niños y niñas atendidos por heridas de armas de fuego en dos hospitales pediátricos: seis fueron recibidos en el de Niños Zona Norte, otros dos en el municipal Víctor J. Vilela y un chico de 14 años que vio morir junto a él a un amigo recibe asistencia en el Heca. Las víctimas de las últimas 48 horas fueron Melody, una nena de 9 años que resultó herida de bala en el mismo hecho en el que su mamá fue asesinada, y un chico de 11 años que recibió un disparo en una pierna mientras jugaba al fútbol con sus amigos en una canchita de la zona norte.
El fenómeno de las "víctimas colaterales" de los escenarios de violencia que vive Rosario no es nuevo; aunque ciertamente el incremento de la circulación de armas y de las balaceras en los barrios trae aparejado el incremento de los heridos y muertos y, entre ellas, los niños.
Según información oficial, en el Hospital de Niños Zona Norte durante 2020 se atendieron 41 chicos con heridas de arma de fuego y otros 28 fueron asistidos en 2021. En tanto, en el Víctor J. Vilela el año pasado fueron 34 los niños lesionados por armas que pasaron por el hospital.
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¿Quiénes son y en qué condiciones están los adultos que deben cuidar a esos niños que ya de por sí habitan territorios de la ciudad atravesados por múltiples violencias, algunas de las cuales también los tienen como víctimas? ¿Qué resortes activa o debería activar el Estado? ¿Qué daños provocan estos escenarios en cada uno de estos chicos, pero también qué marcas sociales se arraigan una ciudad donde las violencias urbanas no dan tregua desde hace más de una década?
Algunas de estas preguntas son las que, consultadas por La Capital, intentaron responder y poner en contexto la psicoanalista infantil Ana Bloj y la investigadora del área de sociología de Universidad Nacional de Rosario (UNR) Zulema Morresi.
La imagen del horror
Para la psicoanalista estos hechos de violencia no solo son "arrasadores" para el aparato psíquico de cualquier niño, sino lo que es aún peor "no hay aquí quien cuide a esos chicos. Y no solo hablo de las familias, sino de todos nosotros como Estado y como sociedad".
Bloj deja en claro que lo traumático en el psiquismo infantil deja "marcas indelebles" y que "son de reparación relativa siempre que haya procesos de elaboración de ese hecho". Sin embargo, más allá de eso ya de por sí difícil, considera que "lo más grave que sucede en lo traumático es que esa nena (en referencia a Melody, la nena alcanzada por un balazo cuando asesinaron a su mamá la noche del domingo) que estaba con su mamá cuando las balearon a ambas queda con la sensación de que no hay nadie que la pueda cuidar".
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Y ese es para la psicoanalista un punto fundamental en el marco de las violencias urbanas que atraviesa la ciudad. "No hay quienes cuiden y no hablo solo de la familia, hablo de la responsabilidad del Estado y que todos nosotros como sociedad tenemos, porque para los chicos una escena como esa es del orden del horror y es arrasadora para su aparato psíquico".
La especialista entiende además las particularidades de los territorios donde las redes delictivas y las violencias "significan muchas veces un límite para los propios equipos del Estado que ingresan para intervenir y también quedan en situaciones de vulnerabilidad porque tampoco hay una estructura estatal de seguridad para el cuidado de los trabajadores".
Otro de los puntos que Bloj señala en la relación a las marcas sociales que aparecen con la persistencia de las violencias a lo largo del tiempo es que "al ser ya varias las generaciones que viven y crecen en estos escenarios violentos, la idea de cuidado está totalmente fragilizada y el descuido es lo que impera y allí la sensación de desprotección puede ser total".
Todo eso, sumado a lo que consideró "un escaso trabajo de protección social de los chicos por parte del Estado" y más allá de las medidas que hoy puedan tomar los hospitales con los niños que ya fueron víctimas de estos hechos, se planteó: "Hay muchos chicos a los que les está por pasar. La pregunta es qué hacemos con ellos".
"Debería ser intolerable"
Zulema Morresi es historiadora, pero lleva la mayor parte de su carrera como investigadora de la UNR en el área de la sociología trabajando sobre la construcción mediática de la figura del delincuente. La docente de la Facultad de Ciencia Política recalcó "la complejización de las formas delictivas" que se dieron en los últimos años y la aparición de modalidades como las balaceras, las extorsiones y los desalojos de viviendas.
Lo que remarca en ese contexto "es el recrudecimiento de la violencia que hace que se expanda y que los chicos cada vez más aparezcan como víctimas", pero sobre todo recalcó "la insensibilidad ante tantas muertes diarias".
Para Morresi, las escenas como las de las últimas 48 horas "deberían ser intolerables", sin embargo, hay cierto grado de naturalización. "Esto tiene que ver con una sociedad altamente fragmentada, altamente racista, donde la muerte o la herida en alguien de clase media no tiene el mismo impacto que la de un pobre, opera el discurso de que «se matan entre ellos» y un racismo geográfico donde hay zonas de la ciudad que están por fuera y quienes habitan allí no tienen el mismo valor".