Tuvo un ratón como mascota en un pozo húmedo. Tuvo hambre y frío. Tuvo miedo en las islas Malvinas. Marcelo Calitri, es uno de los ex combatientes de la guerra. Encontró en un galpón una agenda de 1967 donde escribir mientras pasaban las horas, los días. Era 1982 y en la Marina le habían dado una birome. El 12 de mayo de 1982, en un tinglado de las Falklands Islands Company, comenzó su diario. Páginas de guerra y de vida. Un mes después cayó prisionero de las tropas inglesas y le confiscaron los escritos. En 2015, una llamada telefónica de Presidencia lo convocó al Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, creado en junio de 2014 en el predio que pertenecía a la Escuela de Mecánica de la Armada, y allí en un acto conmemorativo la entonces presidenta Cristina Fernández le entregó el diario de Malvinas: sus 63 días entre el fuego y el mar.
“Encontré la agenda y se me ocurrió escribir lo que pasaba. Son cartas a mis amigos y mi familia. Momentos difíciles, anécdotas. A mí en el sorteo -la conscripción militar se sorteaba una vez al año por un sistema de terminación de DNI y los números altos solían revistar en la Marina- me tocó infantería de Marina, en Río Gallegos. Así que fuimos directo a Malvinas luego de un sólo entrenamiento”, recuerda.
El diario tiene dos fechas. La primera es del 13 de mayo de 1982: “Hace ya 34 días que estamos acá y lo peor de todo es el morfi y la lluvia que no para, es la primera vez que me mojo tanto. La lluvia pasa a ser un verdadero río subterráneo. Mucho frío y un bombardeo casi toda la tarde y cada vez más cerquita. Qué cagada, pero sigo teniendo fe de que todo va a pasar. Lo que sí tengo es ganas de escribir un par de cartas, pero lástima que no las puedo mandar”.
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Calitri cuenta: “El diario me ayudó a escribir a gente que quería mucho: mi familia, mis amigos. En las islas nos decían que no íbamos a entrar en combate, que se iba a negociar políticamente y que en pocos días volvíamos al continente. Dormíamos de día y estábamos despiertos de noche, por turnos. Yo escribía a la tarde y lo que se me ocurría. Creo que era el único que lo hacía. Era también una forma de meterme en mi. De ayuda con todo”.
En las página se lee: “Viernes, 49 días. Si fuera periodista pondría: 10.28 aproximación de cuatro buques, se levanta neblina. 10.32 fuego naval atacan a coordenadas 120 105 y nosotros debajo de helicóptero enemigo. 1.35 concluye fuego naval bajo una lluvia y neblina impresionantes. Mientras estaba el bombardeo el “Tucu” se tiraba arriba de la zanja: “Brasilero” silbaba como si cayeran bombas. De 4.00 a 6.00 tengo guardia. A la tarde vienen los de Ejército a cambiar cosas, cambiamos 6 puchos por un pulóver. Pobreza terrible es la que hay, cambian de todo por puchos. Lo que es la guerra. A la noche nos enteramos de que atacaron Puerto Darwin, según nos dicen rechazamos el ataque, según ellos tomaron la posición y se vienen para acá, adonde estamos nosotros. ¿Quién tendrá la posta? Según lo que pasa parece que ganamos”.
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Momentos precisos se trazan en esas páginas, en la última se lee: "Jueves, 61 días. El bombardeo empezó a eso de las 00.30. Cambio de plano de bombardeo. Los proyectiles caen muy cerca. De la desesperación salgo corriendo y me caigo. Me pasan esquirlas por la cabeza, me caigo. Al otro día aparecen unas veinte ovejas y cazamos cuatro. El frío es muy fuerte. Pasa un Harrier rozando el piso y tira bombas y ametralla”.
El fin es sabido: “Caímos prisioneros y nos trasladaron en el buque Bahía Paraíso al continente. Al subir al buque nos sacaron todo y allí quedó el diario. Los ingleses se encargaron de clasificar lo incautado y como en el diario estaban mi nombre y dirección lo mandaron a Cancillería. En 2015, la presidenta (Fernández de Kirchner) me entregó el diario en un acto en el Museo Malvinas. Fue emocionante. Al releerlo estoy seguro de algo, a los casi 60 años nada tengo que ver con el que fui a los 18”, rememora.
La sensibilidad del arte
María Blanco es una artista textil que en abril de 1982, pese a ser muy joven, fue castigada en su corazón por la guerra de Malvinas. El tiempo pasó y años después ingresó a la Escuela de Bellas Artes por azar. Dos de sus hijas son artistas plásticas y una amiga en común anotó a María casi de prepo. Comenzó a cursar y se inclinó por el arte textil. “En mi casa ni mi madre ni mi abuela bordaban. Para mí es una experiencia que logro casi en trance, me abstraigo al bordar y mi interés es mostrar hechos sociales”, cuenta.
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El trabajo de Malvinas -que presenta en el “Museo Internacional Para la Democracia” bajo el título “Archipiélago” el primero de abril- consiste en una serie de piezas textiles basadas en el diario de guerra de Marcelo Calitri.
Es parte de una cadena de trabajos sociales. Uno sobre el Rosariazo, otro sobre el río Paraná, un trabajo de tres metros por tres metros sobre Rosario con los barrios atravesados por sus grandezas y miserias. También escenas de la creación de la bandera y motivos urbanos. “Creo que lo social es fundamental en el arte. Es lo que me interesa”, resalta.
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La tela de gross ocupará un espacio en una pared. La tela es rojo sangre con las islas bordadas y pequeños dibujos hechos de hilo que forman montañas y hombrecitos azules y grises: soldados. El mar y las olas son una suma de hilos que trepan por la tela y se cruzan con otros hilos: rojos, azules, blancos. La escena podría ser un choque de aguas de colores amarillos y bordó. Las estrellas de hilo forman penínsulas, islotes, trozos de olas bravas, rocas, arena. Bruma. Hilos celestes en tiras, en sogas mas gruesas, son otro cielo. Un mar ajeno cae desde los bordes de la tela sobre ese mar rojo espeso. Aviones negros, cintas negras. Barro. Los soldados de hilos grises fueron bordados y pegados con puntadas invisibles. Soldados en lanchas blancas, soldados tal vez muertos en lanchas grises. Otras sogas mínimas se dispersan en la tela al igual que un sol tenue y rojo y una lluvia. Siempre una lluvia.
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“Marcelo Calitri escribió ese diario de guerra y se lo pasó a un amigo en común. Este hombre falleció y cuando encontramos sus pertenencias en su casa apareció el diario. Intenté leerlo pero lloré mucho, entonces decidí transformar eso en arte. Me comuniqué con Marcelo y nació esta idea. La de hacer un mural textil con su diario”, explica.
María precisa: “No tengo una idea de patriotismo y creo firmemente que las fronteras deberían desaparecer. Quiero compartir este trabajo que significó encontrarme emocionalmente con lo que pasaron los soldados en la guerra de Malvinas, solo un homenaje para todos ellos”. Agrega: “A partir del diario de Marcelo mis manos a través de los hilos y agujas bordaron el diario de un soldado y quisiera que las nuevas generaciones se acerquen a la historia de las islas”.
María es una artista textil muy particular, “No uso bastidor ni dibujo ant6es. Dejo que la imaginación y lo que siento fluya, así salió este trabajo y otros”, revela.
Malvinas: El diario que se convirtió en telar