En la última entrega de los Oscar, en marzo pasado, la neozelandesa Jane Campion se alzó con la estatuilla dorada a mejor directora. En un hecho histórico, por segundo año consecutivo una mujer se quedaba con el Oscar a mejor realizadora. En 2021 lo había ganado Chloé Zhao por “Nomadland”, mientras que ese mismo año, en el Festival de Cannes, la francesa Julia Ducournau se convirtió en la primera mujer en llevarse la Palma de Oro a mejor dirección en forma individual. El mundo aplaudió estos galardones, que se celebraron como un triunfo femenino en la industria del cine, históricamente dominada por hombres. Sin embargo, detrás de las alfombras rojas y los flashes, los números seguían indicando lo mismo: en 2021, el porcentaje de directoras en Hollywood fue del 17%.
Esta enorme desigualdad se repite en todo el mundo. En la Argentina, según datos del Indec de 2018, las mujeres son mayoría respecto del total de egresados de las distintas escuelas de cine (61%), pero sólo el 38% ocupa puestos laborales en la industria audiovisual. Y ese porcentaje se reduce mucho a la hora de hablar de mujeres en áreas de poder y toma de decisiones. En el 2020, el 80% de las películas estrenadas a nivel nacional fueron dirigidas por varones y el 20% por mujeres, de acuerdo a datos del Observatorio de la Industria Audiovisual Argentina. Y dentro de este pequeño porcentaje solamente unas pocas directoras pueden exhibir sus filmes en salas comerciales que no dependen de los Espacios Incaa. Claro que en el país hay nombres de directoras notables como Lucrecia Martel (reconocida también en el plano internacional) y otras realizadoras de primera línea como Anahí Berneri, Ana Katz, Albertina Carri o Celina Murga. Pero son excepciones.
En Rosario, donde llevar adelante cualquier proyecto audiovisual ya es toda una proeza, llamó la atención en los últimos años la cantidad de trabajos firmados por mujeres. Entre 2020 y 2021 se estrenaron los documentales “Canela” (de Cecilia del Valle), “Un encuentro con Malvinas” (de María Fernanda Moreno, que ya había hecho recientemente “Historia de un emblema nacional” y “Héroes del corazón”) y “Surfeando el cielo” (de Mariana Wenger, conocida por “Cine Negro”). También se presentó hace poco en el Bafici el corto animado “Acordate dame un beso al despertar” (de la joven Estefanía Clotti) y hay dos películas en curso: el documental “¿Dónde está Nora Lagos?”, de la productora local y feminista Rosaria Producciones, y el largometraje “Vera”, codirigido por Romina Tamburello y Federico Actis.
¿Hay más apertura en la realización audiovisual tras las conquistas del feminismo? ¿Qué se está haciendo para revertir las desigualdades de género a la hora de dirigir u ocupar roles centrales en los equipos técnicos?¿El ambiente del cine es muy machista y se resiste a los cambios? “El cine es una industria muy piramidal, donde las cabezas de área están ocupadas en su mayoría por hombres”, dice la realizadora María Langhi, fundadora de la productora Rosaria. “Dentro de los productores hay muchas mujeres, pero también hay un techo de cristal en cuanto a los presupuestos que manejan los hombres y los que manejan las mujeres. Por lo general las mujeres producen documental, hay muy pocas que producen ficción”, afirmó.
Langhi, que es profesora en la Escuela Provincial de Cine de Rosario y también en la de Santa Fe, agregó que “en los lugares de poder de todas las asociaciones de cine, en el Incaa y en las direcciones de las escuelas de cine, los hombres siguen a la cabeza. Somos pocas las mujeres que enseñamos producción y realización cinematográfica. La mayoría da materias teóricas como historia del cine o cultura contemporánea. Y en los departamentos técnicos de las escuelas son todos hombres. Yo estudié cine en Estados Unidos y allá es completamente diferente”, aseveró.
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La realizadora María Langhi en el set. “La competencia es desmedida”, afirmó.
¿Ha cambiado algo en los últimos años, con el feminismo copando las calles? “Tenemos un movimiento de mujeres que está empujando por todos lados, y eso por supuesto tiene repercusiones en el ambiente cinematográfico. Se exigen más cosas, se logran más cosas, pero falta mucho”, contestó la cineasta. “Yo empecé a estudiar cine hace 30 años y no veo grandes adelantos en la cuestión de la equidad de género en la industria de cine argentina. Sí veo directoras empoderadas y reconocidas internacionalmente. Pero habría que preguntarse qué pasa que su país no las respalda lo suficiente, a veces son más reconocidas afuera que adentro”, aseguró. En ese sentido recordó que “pasaron muchos años hasta que la industria argentina le reconoció el lugar a María Luisa Bemberg. Una mujer tiene que hacer películas que estén diez veces mejor que las de cualquier hombre para que tenga el diez por ciento de lugar que tendría un director varón en ese caso. La competencia es desmedida”, remarcó.
Mariana Wenger, que fue la primera persona en anotarse en la Escuela Provincial de Cine y Televisión de Rosario, allá por 1984, puede dar cuenta de esta problemática histórica. “En esa época había muy pocas mujeres estudiando cine. Si no me equivoco, yo fui la única mujer que se recibió en el 88”, rememoró. “La mujer ocupaba puestos en la producción, pero no en dirección. A la mujer se la dejaba en el lugar de la producción como si la producción fuera algo sencillo o menor, cuando en realidad es uno de los puestos más difíciles que tiene la creación de un filme, por lejos”, comentó. Wenger también recuerda sus primeros pasos en la televisión como especialmente complicados. “Al principio yo entraba a los canales a trabajar y me decían: «¿Y vos qué hacés acá?». Eran todos varones y yo dirigía cortos institucionales. Era muy común que te preguntaran «¿qué hacés vos en este puesto?». Igual yo no me puedo quejar porque en mis proyectos he tenido compañeros varones muy respetuosos y considerados. Pero el ambiente en general era duro, era difícil”, admitió.
Dos décadas después, en la misma ciudad, y tras los cambios habilitados por el movimiento feminista, Langhi y su socia Judith Battaglia fundaron la productora Rosaria Producciones, que comenzó a trabajar en 2013. Con producciones que recibieron varios reconocimientos como el corto “El pez ha muerto”, el documental “Mary Terán, la tenista del pueblo” y la miniserie docuficción “Ni Una Menos en Santa Fe”, Rosaria se abrió paso con la firme intención de narrar historias de mujeres con mujeres delante y detrás de cámaras. Actualmente están terminando el documental “¿Dónde está Nora Lagos?”, que gira sobre el derrotero de la única directora mujer que tuvo el diario La Capital. “También damos cursos de desarrollo de proyectos audiovisuales para mujeres y disidencias, para empoderar a las compañeras para que se presenten a los fondos, para acompañarlas en las realizaciones”, comentó Langhi. “En nuestras producciones todas las cabezas de área son mujeres o disidencias. El 90% del equipo son mujeres”, afirmó.
“Las realizadoras estamos generando nuestras propias redes, estamos empezando a aprender a elegirnos entre nosotras en puestos que históricamente han sido ocupados por hombres, como la dirección de fotografía o la edición de sonido”, agregó en el mismo sentido Cecilia del Valle, que en 2020 estrenó “Canela”, el premiado documental sobre la vida de una arquitecta trans. “Las mujeres estábamos más en los roles que tenían que ver más con la escenografía y el vestuario, o la asistencia de dirección, por esa cosa de multitasking y organizadora que tiene la mujer. Yo fue aprendiendo sobre la marcha, sentí con el tiempo que mi mirada estaba cambiando y que necesitaba estar cerca de mujeres en los procesos creativos”, relató.
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Cecilia del Valle, directora del premiado documental "Canela".
Del Valle, que se graduó en la Universidad del Cine en Buenos Aires, contó su singular experiencia con la realización de “Canela”, que llegó a exhibirse en festivales de Estados Unidos, Suecia, Brasil, Chile, España y México. “En «Canela» los montajistas en principio fueron dos hombres. Pero yo no me sentía cómoda con la mirada que tenían ellos sobre la película, me parecía muy sensacionalista y poco amorosa. Después la conocí a (la rosarina) Verónica Rossi, que finalmente terminó siendo la montajista, y empecé a entender que había algo compartido, mucha afinidad, más allá de lo excelente profesional que es. Después de mi experiencia otras colegas comenzaron a elegirla como montajista. Todo tiene que ver con un comenzar, que está sucediendo muy de a poco. Al elegirnos entre nosotras hay un estímulo en lo formativo, es algo que se retroalimenta. Este trabajo tiene mucho que ver con la experiencia, entonces, si no les das la oportunidad de empezar a las mujeres es imposible que se vayan formando”, explicó.
Hace dos semanas, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) sumó un subsidio extra de un 10% para las producciones federales “que incorporen la paridad de género en sus equipos técnicos, personal creativo y de producción”. Este incentivo llega después de numerosos reclamos de las realizadoras de todo el país. “Es necesario un Estado presente que otorgue mejores condiciones para que las mujeres podamos competir desde los mismos lugares”, dijo Langhi puntualmente sobre los subsidios. “En la industria del cine argentino el Estado está muy presente. Tenemos una ley de cine de avanzada, que está cabeza a cabeza con leyes audiovisuales europeas. Pero el Incaa se queda corto en las medidas de cupo para las mujeres, porque tenemos toda una historia que revertir”, agregó la realizadora, y puso un ejemplo concreto: “El Instituto de Cine de Suecia, para llegar a la equidad dentro de la industria, dispuso que, durante cinco años, las únicas películas que se podían presentar para que las subsidien eran las producidas, escritas y dirigidas por mujeres y disidencias. Claro que decir eso acá sería como meter una bomba adentro de la producción cinematográfica, que de por sí está concentrada en Capital Federal. Hacer cine desde el interior es una carga extra”, observó.
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Romina Tamburello da indicaciones en el rodaje de “Vera”, su primer largometraje.
“En las provincias no está funcionado bien la producción audiovisual y son pocos los proyectos que se llegan a filmar. Entonces es más notoria la falta de mujeres”, coincidió Romina Tamburello, realizadora de los premiados cortometrajes “Rabia” y “Rosario, ciudad de las lindas”. “En Buenos Aires el panorama es un poco mejor. Ahí se está empezando a considerar a las mujeres en roles principales. Pero esto pasa después de que muchas compañeras se pusieron los reclamos al hombro, es algo muy luchado por las mujeres de la industria”, apuntó. Tamburello comparte con Federico Actis la dirección de “Vera”, un largometraje de ficción protagonizado por Inés Estévez que ahora está en la etapa de montaje, y en agosto filmará la serie “Maternidark”, coguionada junto a la escritora local Rosario Spina. “Recién ahora aparecen respuestas por parte del Incaa para que nos empecemos a plantar en algunos lugares importantes que estaban reservados para los hombres. El patriarcado siempre nos ubicó en el rol de personas a las que todo les cuesta más, y eso nos fortaleció en algún punto para estas luchas colectivas”, concluyó.