Inquieto, activo, agudo, cuestionador, Trapé es uno de los gestores culturales rosarinos que desarrolla un alto nivel de actividad. Tiene gran presencia en las redes sociales, sobre todo en Twitter, a la que utiliza como un cuaderno de ideas. Su espacio ha convocado a figuras como Alexandra Kohan, Carlos Bernatek, Diego Capusotto, Ariana Harwicz, Pablo Ramos y Juan Bautista Ritvo.
—Tomás, sé que viajás mucho a Buenos Aires y estás en contacto con gente de allá para ver formas de trabajar la cultura. ¿Qué opinás de la realidad de la cultura rosarina y santafesina? ¿Qué lugar ocupa Encuentro Itinerante en esta escena?
—Buenos Aires me resulta una ciudad estimulante. Viajo seguido por trabajo, por amistades y porque me enamoré de una poeta. Mi mejor plan es hacer usufructo de Capital sin pagar los costos de vivir allá, elijo Rosario mil veces porque con todo en contra es la mejor ciudad del país. Creo que “la cultura” es un objeto muy amplio como para hablar claro de ella pero es difícil que prospere algo sobre tierra arrasada. Digo: si todo lo demás está mal, ¿por qué la cultura estaría bien? Las condiciones son precarias pero aun así sabemos de grandes obras que han surgido en las peores condiciones posibles, hay que estar atentos. En la ciudad están pasando cosas y Encuentro Itinerante se posiciona como una de ellas. Este espacio es una alianza de gente que tiene algo para decir y no tiene miedo en decirlo: quienes cumplan esos requisitos son bienvenidos.
—¿Qué puede ocurrir acá que sea distinto de lo que se da, por ejemplo, en Buenos Aires y Córdoba?
—Rosario es un lugar, una coordenada espacial, escuché decir que en la poesía, por ejemplo, se habla de cierta sonoridad rosarina vinculada al río pero carezco de tal sensibilidad. Si hablamos de gestión, Rosario es un mercado y como mercado es chico dentro de un país donde el único gran mercado es Buenos Aires. No hablo de lo que creo justo ni de lo que me agrada sino de una realidad dada por el diseño institucional de nuestro país y procesos históricos consolidados: el porteño es un ecosistema con flujos de intercambio internacionales donde todos conocen su rol y saben bien cómo desempeñarlo. Después por supuesto hay otras ciudades que tienen mucho a favor como Córdoba, que aparte de poseer industria son capital, con lo cual tienen beneficios de todo tipo, algo dado también por formar parte junto a Tucumán y Buenos Aires de la alianza que conformó la Argentina moderna, y si no miren las líneas de los ferrocarriles. Saer lo dijo en El río sin orillas, “Rosario está llena de santafesinos, Buenos Aires llena de santafesinos y de rosarinos, y las capitales de Europa llenas de santafesinos, de rosarinos y de porteños”. Es una realidad muy vieja la que describo, deberíamos pensar cómo vincular a la ciudad con el mundo, para ello es necesario articular el campo, en eso trabajamos.
—Lo que me parece interesante es cómo desde Encuentro Itinerante se logró crear un espacio de diálogo con referentes de distintos lugares del país, mayormente de Buenos Aires, pero con base en nuestra ciudad. ¿Son las redes sociales un espacio desde donde se puede gestionar la cultura? ¿Cómo pueden utilizarse a favor? ¿Cuáles son sus debilidades?
—Las redes sociales son inevitables, pero también procuramos que nuestra agenda no esté de rodillas a lo que los algoritmos ponen o dejan de poner de moda. Tengo un malestar con esos productos diseñados “on demand” o lo que en la cultura geek llaman “fanservice”, me irrita cuando las propuestas son en exceso complacientes porque subestiman a la audiencia infantilizándola, cosa que ocurre a menudo en política porque suponen que tiene beneficio a corto plazo. La nuestra no es una carrera de velocidad sino de resistencia, por el momento solo puedo decir que nos estamos divirtiendo, desconozco el punto de llegada y me alegra que así sea.
—Quería preguntarte por los diversos temas sobre los que vienen hablando en Encuentro Itinerante: corrección política, progresismos, cultura de la cancelación. En la entrevista realizada en el Canal de YouTube, en diálogo con Alejo Schapire, autor del libro La traición progresista, aparece el binomio corrección e incorrección política. ¿Qué es para vos la corrección política?
—No creo en el dilema de la corrección e incorrección política. Lo que es correcto e incorrecto varía según el lugar que ocupemos y el lugar que ocupamos cambia muy a menudo. Dicho esto, eso que llamamos “corrección política” o canon es la que ejerce el poder, es la que premia o clausura, cosa que de ninguna manera puede hacer la “incorrección política” porque por definición es marginal. Siendo claro, lo que corre peligro con la corrección no es la supuesta incorrección, sino la honestidad intelectual. Cuando el precio a pagar es tal nos traicionamos a nosotros mismos, pero también traicionamos al resto, porque nos acomodamos ya sea por miedo o por interés. Denunciar al mal en el nombre del bien no tiene costos, pero denunciar al bien o a lo que se presenta como tal implica poner en riesgo algo. Me interesan las posiciones valientes incluso si son distintas a las mías, porque leo ahí una resistencia. Al final del día solo quedan personas rebeldes y personas obedientes.
—Esto me recuerda el diálogo entre Manuel Quaranta y Pablo Stefanoni, autor del libro ¿La rebeldía se volvió de derecha?, donde aparece el tópico de la rebeldía pero desde una óptica de la experiencia de las nuevas derechas internacionales. ¿Hay una posibilidad real de que estas nuevas derechas se instalen o crezcan en nuestro país? ¿No hay un micromundo de redes sociales donde se cree que hay peligros que en realidad no son tales?
—Siempre hay posibilidades, ejemplos de lo improbable en política hay cientos, pero esas probabilidades crecen en un contexto donde la mitad del país es pobre y los fracasos se acumulan. Más que pensar en las “nuevas” derechas y gastar tiempo en descripciones exhaustivas o teorías conspirativas difíciles de chequear tal vez deberíamos pensar en cuál es la responsabilidad del progresismo en este estado de cosas ¿Qué sectores desatendimos? ¿A quiénes les hablamos? ¿Qué tenemos verdaderamente para ofrecer? En esa fascinación por el adversario leo algo de negación. Mientras Milei agita el fantasma del “comunismo”, otros agitan el fantasma del “fascismo”: no veo nada interesante ahí, es un intento de construir épica donde solo hay una gran incapacidad de solucionar los problemas a la gente. En redes sociales todo está sobrerrepresentado, pero al mismo tiempo allí se prefiguran agendas y escenarios, urge salirse de la indignación para pensar junto a otros.
—Si hablamos de denunciar la incapacidad que tienen los gobiernos a la hora de solucionar los problemas de la gente vale la pena recordar a Mayra Arena, quien aparece y se da a conocer como una figura que denuncia al progresismo como el engendro de todos los males y fracasos del último tiempo de nuestro país. ¿Qué es ser progresista?
—Es verdad, no hay una definición de progresismo como no hay una única definición de “izquierda”, “derecha”, “peronismo”, ni de términos como “libertad” o “poder”. Por más que los intelectuales se enojen porque no les pidan permiso para usar sus palabras, la gente ya la tomó para nombrar algo que no le gusta y contra eso no hay nada que hacer. En algún momento fue una palabra que generó expectativas, pero hoy carece de prestigio al punto de que incluso los mismos progres reniegan de serlo. Yo reniego de serlo. Si me apurás diría que el progresismo más que una ideología es una impostura y por eso vale tan poco, carece de prestigio y también de credibilidad. Hay muchos libros recientes sobre el tema con distintos enfoques y posiciones como Progresistas fuimos todos, de Minutella y Álvarez, Orden y progresismo, de Rodríguez, La traición progresista, de Schapire, de todos se puede aprender algo. Sobre “hacerle el juego a la derecha”, “no es el momento para las críticas” o “las críticas puertas adentro” me parecen todas un chantaje, rápidamente se hace evidente que nunca es el momento para las críticas o nunca es demasiado puertas adentro. Pocas cosas le han hecho más juego a la derecha que diez años de estancamiento económico y una agenda importada ajena a la realidad de un pueblo hambreado e impaciente. La clase media tampoco corre mejor suerte. Mayra Arena habló sobre el tema y los ataques que recibió dan cuenta de la potencia de lo que señala, el problema con ella es que es demasiado inteligente y sensible para la estupidez de Twitter, como también poco funcional al establishment político. Hay quienes sobrerreaccionan cuando sienten amenazado su sistema de creencias, no hay lugar para las dudas o las ambigüedades, hay que ser muy claro al afirmar lo que uno es y nombrar lo que está pasando porque si te confunden con el enemigo hay cancelación. Son mecanismos de disciplinamiento y vigilancia mutua que refuerzan la endogamia, cuando eso se hace desde el Estado o lugares de poder es mucho más grave, en la correlación de fuerzas actuales se me hace interesante ver a quienes han hecho de señalar un oficio inquietos por ser señalados.
—¿Qué pensás del linchamiento social? ¿Hay un retorno de la cancelación?
—Criticar el moralismo no es hacer un elogio a la inmoralidad. Todos tenemos moral, sino seríamos bestias. No hay que volverse loco con las palabras porque nos comemos la cola como las serpientes. Lo digo claro: estoy en contra de los linchamientos. Me parece una práctica peligrosa. Me gustó mucho el podcast de Nicolás Maggi, La segunda Muerte del Dios Punk. Es curioso cómo algunos pasaron de “ningún pibe nace chorro” ante la ola de linchamientos en 2014 a abrazar el punitivismo más recalcitrante sin escalas. El odio, la ambición y la venganza son pasiones humanas, siempre vuelven en diferentes formatos. Ante eso hay quienes se plantan pagando costos con tal de señalar la crueldad y los excesos de ciertas prácticas, y por el otro están quienes se acomodan según donde sople el viento o el mercado. Sospecho de quienes están demasiado a gusto con su época porque por lo general quieren venderte algo y en lo personal no estoy interesado en lo que venden.
—¿Qué literatura puede existir o coexistir entre el mercado y el Estado? ¿Qué estrategias te das para no sucumbir ante esta doble coacción a la hora de leer y consumir literatura?
—El mecenazgo siempre existió, o le vendés el culo al mercado o se lo vendés al rey. Podríamos especular con que existe un arte puro que embauca a esos dos grandes financistas, pero es demasiado idealista. Cuando leo una novela solo quiero que tenga algo para decir y esté bien escrita, no tengo más pretensiones. Esta ciudad está llena de grandes escritores y solo conozco a unos pocos, como Ber Stinco o Marco Mizzi. El libro que editamos es un libro de entrevistas hechas por Nancy Giampaolo en el que participan Alan Pauls, Ariana Harwicz, Ana María Shua y Martín Kohan, con prólogo de Manuel Quaranta. Todas personas más aptas que yo para decir cualquier cosa.