La huerta como una herramienta de rehabilitación es una realidad para muchas personas en diálisis.
Por una iniciativa de Fresenius Medical Care Argentina y el programa Pro Huerta del Inta, miles de
pacientes con enfermedad renal que se encuentran en tratamiento encontraron en esta actividad
productiva un aliciente para enfrentar su problema de salud. A seis años del inicio de este
programa, los especialistas de la institución médica señalaron que “más allá de los aportes
de la horticultura como terapia ocupacional, el testimonio de los pacientes a lo largo de estos
años revela el efecto benéfico que se logró gracias a la posibilidad de recuperar dimensiones
perdidas a causa de la enfermedad”.
Para reflejar dichos efectos positivos, Fresenius acaba de publicar el
libro “Cosechando fortalezas” que muestra en sus páginas el trabajo en la huerta que
permitió a estas personas tener dominio de su vida, relacionarse con su entorno y fomentar el
sentimiento de responsabilidad y suficiencia, además de la posibilidad de compartir una actividad
gratificante.
Fue la crisis que estalló en 2001 la que motorizó esta experiencia.
“Asistidos por los profesionales del Inta que venían de una práctica exitosa con su programa
Pro Huerta, Fresenius distribuyó semillas a todos los pacientes que estuvieran dispuestos a
transitar este camino, y así, la huerta surgió como una herramienta de rehabilitación para
estimular la participación de los pacientes en diálisis y sus familias, generando además espacios
de capacitación y trabajos grupales”, precisaron desde Fresenius.
Testigos del cambio. Las autoras del libro, Adriana Martorell y Marta Lugo,
coordinadora de Rehabilitación y Calidad de Vida de la institución médica, señalaron: “Fuimos
testigos de la fortaleza que demostraron los pacientes para superar la doble adversidad
enfermedad/crisis social. Y se pusieron en evidencia las potencialidades, la capacidad resiliente
de los pacientes y la capacidad humana de sobreponerse y ser fortalecido por experiencias
adversas” .
“Acercar semillas en lugar de alimento fue una invitación a dar
una pelea activa y un gesto de confianza en sus capacidades, promoviendo su salud mental y calidad
de vida”, agregaron.
Adversidad y logros. Cuando se comenzó con esta intervención activa las cifras eran
llamativas. A comienzos del 2002, devaluación mediante, el 40% de las familias no tenían a su
alcance la canasta básica alimentaria y presentaban un nivel educativo bajo. Un 12% vivía en
viviendas precarias y no tenían gas ni agua. Casi la mitad de los pacientes que se dializan
tendrían capacidad para trabajar, pero las estadísticas mostraban que el 77% no lo hacía.
A la hora del balance el 95% de los que sembraron obtuvieron productos
de sus huertas para el consumo familiar. El proyecto fue incorporado en el 70% de los 84 Centros de
diálisis de Fresenius, siendo las regiones en las que tuvo más desarrollo Gran Buenos Aires,
Litoral y Norte del país.
“El saldo más positivo de la experiencia ha sido la mejora en la
calidad de vida por el hecho de retomar una vida activa. Sabemos bien que nuestros pacientes siguen
teniendo problemas de pobreza. Como empresa, nos reconforta haber contribuido en un momento crítico
y nos complace constatar que nuestros equipos de trabajo están comprometidos con el concepto de que
los pacientes se dializan para vivir y no a la inversa”, enfatizó la coordinadora del
trabajo.
Además del aporte crucial de la tecnología y servicios médicos, “consideramos que hay
que acompañar al paciente en la recuperación de su máximo nivel de autonomía generando
intervenciones activas que tan buenos efectos tienen”, destacó Marta Lugo.