Respecto al término "libertad", el autor de "Política y tragedia. Hamlet, entre Hobbes y Maquiavelo" (Colihue) planteó que el concepto "tenía un valor muy fuerte" en los primeros años de la democracia recuperada en 1983, al punto que "llegó a identificarse la idea misma de democracia con la noción de libertad", marcó.
"Queríamos sacarnos de encima el peligro de que una 'patota' del Estado viniera por la noche a llevarnos de nuestra casa, a ir en cana sin juicio previo, a ver violadas nuestras libertades más básicas", resaltó al reconstruir el clima y las expectativas de esos años.
40 años de democracia
En este sentido, consideró que a esa idea de libertad se fueron incorporando complejidades crecientes en los 40 años de democracia y al profundizar en el análisis diferenció el abordaje que hacen del concepto 'libertad' las tradiciones democráticas, liberales y republicanas.
"La gran tradición democrática piensa la libertad como la libertad para participar de manera deliberativa y activa en los asuntos públicos, para intervenir en las discusiones sobre lo común, para intervenir en los procesos de toma de decisiones", definió.
Por el contrario, la idea de 'libertad' propia del liberalismo, siguió Rinesi, "está asociada a una noción muy clásica del pensamiento liberal, que es la noción de representación", según la cual los ciudadanos no deliberan ni gobiernan sino a través de sus representantes y estos, a cambio, garantizan que les conservarán un conjunto mínimo de libertades.
"La idea democrática de 'libertad' supone, en cambio, un tipo de vínculo horizontal entre los ciudadanos que quieren ser libres para participar, para discutir entre ellos, para deliberar juntos sobre lo común", profundizó.
En ese punto, el intelectual hizo hincapié en que con "el fantasma de la dictadura" más lejos se comenzó a pensar ya no en la idea de ser libre del Estado sino en ser libres de otros poderes, y para ello se necesita de un Estado que auxilie o proteja.
"Hoy se nos vuelven evidentes todas las otras cosas de las que tenemos que ser libres. Como de la manipulación de los medios masivos de comunicación, de las ideologías dominantes, de la fuerza de las corporaciones. Y somos más libres de esos poderes cuanto más Estado tenemos para auxiliarnos a ser libres", enfatizó.
"¿Es más libre o menos libre el pibe al que el Estado le facilita una computadora con la que puede ver cine, jugar a los jueguitos o estudiar?", se preguntó Rinesi a modo de ejemplo.
Por otro lado, el filósofo dijo que es imperioso crear "nuevas formas de organización del Estado más participativas y que permitan el ejercicio de una libertad para los ciudadanos y las ciudadanas".
Que los vuelvan sujetos más activos y no sujetos prescindentes, esperando que sus representantes deliberen, gobiernen, decidan por ellos", amplió.
Al profundizar el análisis sobre la idea de libertad, Rinesi destacó que existe una tercera tradición ideológica, filosófica, política y cultural que entiende el concepto desde lo público y no desde lo meramente individual: la tradición republicana.
Libertad, república y democracia en riesgo
"La libertad en la tradición republicana no es pensada como una cosa privada, como una cosa de los individuos, en la que cada uno tiene que poder ser libre del Estado y de todos los poderes y de todas las constricciones para hacer prácticamente lo que quiera, para salir a la calle sin barbijo, para enfermar a los vecinos", aclaró primero, para diferenciar -por la negativa- esa cosmovisión de las anteriores.
Entonces, remarcó que en la tradición republicana "la libertad es pensada como una cosa pública". Y puntualizó: "La libertad republicana empieza por entender que nadie puede ser libre en una comunidad que no lo es".
Asimismo, añadió que esa libertad, para concretarse, requiere más Estado y no menos. "Es aquí nuevamente donde el Estado a través de la administración democrática puede conquistar grados crecientes de libertad frente a poderes externos, que pueden ser los de un ejército invasor, los de un organismo financiero internacional o poderes más diversos", continuó.
En otro tramo de la entrevista, el politólogo se refirió a la insatisfacción que circula entre los ciudadanos de un Estado cuando éste no logra resolver las múltiples y crecientes necesidades del pueblo, una demanda -trunca- que en los últimos tiempos se ha definido como "insatisfacción democrática".
En este sentido, aconsejó "no cargar a la cuenta de la democracia" esa insatisfacción creciente de la sociedad, "sino a los Gobiernos que han llevado adelante políticas más inadecuadas o de mayor vulneración de derechos y de libertades populares".
Consultado por los reiterados ataques que ciertas fuerzas partidarias lanzan hacia los movimientos de desocupados, a los organismos de derechos humanos y al feminismo, el filósofo y politólogo sostuvo que se trata de un fenómeno "particularmente serio" de la Argentina actual, porque representa -dijo- un ataque "a la idea misma de democracia".
"Me parece que cuando se atacan estos movimientos sociales, que fueron movimientos claves en la democratización de nuestra democracia, lo que se aspira a construir es una democracia mucho más limitada, mucho más restringida, con muchas menos libertades y con muchos menos derechos para todo el mundo", alertó.
Sobre la definición de 'casta', el ex rector de la UNGS indicó que se trata de "un concepto que tiene una eficacia retórica grande" y que lleva implícita una connotación "fuertemente negativa" porque refiere a una sociedad llena de privilegios en la cúpula y con múltiples necesidades y carencias en la base.
Por otra parte, consideró crucial que la democracia que se reinstaló en el país hace cuarenta años no sea entendida como "solamente representación".
Así, llamó a no "conformarse" con un sistema de gobierno en el que representantes del pueblo deliberen y gobiernen en nombre del pueblo y propuso, por el contrario, que se promuevan instancias de participación para que la propia ciudadanía se involucre en la gestión de lo común.
"Esa separación entre representantes y representados habilitaría, en efecto, la imagen que plasma la noción de casta, de que 'estos que están allí arriba' se entienden entre ellos, y no consultan nunca", evaluó.
Por lo que insistió en que el modo de discutir la idea misma de 'casta' "es generar formas más democráticas (de Gobierno y de la propia política); esto es, formas más participativas de la vida política".
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Javier Milei con la motosierra china con la que piensa desterrar a "la casta".
Para Rinesi, "imaginar un espacio público muy activo", con participación de movimientos sociales, organizaciones sindicales, empresas y áreas culturales, volvería "más denso el espacio público".
Y reiteró que una participación de ese tipo evitaría "la sensación incómoda de que hay algunos que pueden ser calificados como una casta y otros que solo pueden verlos desde abajo y desde lejos".
En cuanto a la noción de 'rebeldía', que para algunos pensadores hoy está más asociada a la derecha que a la izquierda o al progresismo, el filósofo dijo Milei expresa en todo caso más "odio" y "violencia" que lo que se entiende por aquel concepto.
"Cuando uno lo escucha, escucha más odio que rebeldía. Más violencia que rebeldía", describió.
En este sentido, afirmó que como sociedad se había acordado una cierta comprensión sobre ciertos modos y ciertas convenciones en torno al lenguaje político que eran respetados por todos, y que hoy "este sujeto (por el economista ultraliberal y postulante a la Presidencia) tira por el aire con una facilidad sorprendente y diciendo barbaridades".
Por último, al referirse a lo que representa Milei como también a su discurso y maneras histriónicas, Rinesi concluyó que en esa novedad electoral "hay en cierto modo una rebeldía frente a la corrección política" pero se preguntó si la 'rebeldía' que algunos perciben en su figura merece seguir llamándose 'rebeldía' o si, más bien, "hay otra cosa allí", deslizó.