Carlos Saúl Menem asumió hace 30 años, el 8 de julio de 1989, su primera presidencia en una Argentina golpeada por la hiperinflación y la crisis social, que determinaron la entrega anticipada del gobierno por parte de Raúl Alfonsín. El entonces gobernador de La Rioja encabezó la fórmula del Frente Justicialista de Unidad Popular (Frejupo), junto a Eduardo Duhalde, y se impuso en las elecciones del 14 de mayo de ese año.
El candidato peronista obtuvo el 47,49 por ciento de los votos y le ganó al binomio de la UCR que integraban el entonces gobernador de Córdoba, Eduardo Angeloz, y Juan Manuel Casella, que sumó el 37.10 por ciento de los sufragios emitidos.
El Frejupo se adjudicó 312 representantes sobre un total de 600 en el Colegio Electoral, el cuerpo encargado de consagrar al presidente, según el mecanismo de comicios indirectos contemplado en la norma constitucional vigente en ese momento.
El fracaso del Plan Primavera que el gobierno radical había lanzado en octubre de 1988 para contener la inflación y ganar las elecciones no obtuvo los resultados esperados y, luego de los comicios, la suba de precios fue imparable y se produjo una importante corrida del dólar.
Los sectores asalariados soportaban una constante licuación de sus ingresos y, en medio de una situación social que se deterioraba a un ritmo acelerado, se produjeron saqueos de supermercados en el Gran Buenos Aires y en las afueras de Rosario, el 29 de mayo de ese año.
Tras dos días de incidentes, se registraron más de 300 saqueos y actos de vandalismo, hubo más de 2 mil detenidos y cerca de 15 muertos en distintos enfrentamientos.
El índice inflacionario mensual rozaba el 20 por ciento, la fuga de capitales era constante y la especulación financiera parecía la única actividad rentable en aquel país en crisis.
En problemas
El 10 de diciembre era la fecha prevista para la entrega del gobierno pero, en ese contexto, una transición de cinco meses parecía algo muy dificultoso de concretar.
Alfonsín, quien tras las elecciones había cambiado su gabinete, envió a La Rioja a Rodolfo Terragno, ex ministro de Obras Públicas y hombre de su confianza, para que negociara con Menem un traspaso ordenado en esas complejas circunstancias.
El mandatario electo recibió a Terragno con los hombres que integrarían su futuro gabinete, entre ellos el economista Domingo Cavallo, quien primero asumiría como canciller y luego tomaría las riendas de la cartera de Economía, desde donde diseñó la convertibilidad de un peso un dólar (que se prolongaría hasta 2001).
Al enterarse que Alfonsín pensaba renunciar, Menem le manifestó a Terragno que no estaba en condiciones de asumir y, tras consultar a su futuro gabinete, le pidió al enviado del Ejecutivo "un mes más".
Según reveló años más tarde el propio Terragno, Menem incluso llegó a ofrecer que asumiera su hermano Eduardo, quien era presidente provisional del Senado nacional, pero el integrante de la Cámara alta se negó y le trasmitió al mandatario electo que "no se puede".
El jefe del Estado en ejercicio le pidió a Terragno que regrese y anunció la noche del 12 de junio que dejaba su cargo el 30 del mismo mes. Pero en negociaciones posteriores se estableció que la fecha de traspaso fuera el 8 de julio (sábado).
Menem, quien durante la campaña electoral había prometido "el salariazo" y "la revolución productiva", pactó antes de su asunción un programa económico con el grupo Bunge & Born, basado en un tipo de cambio alto, privatizaciones, renegociaciones con los acreedores externos y disciplina fiscal.
Miguel Angel Roig fue el hombre surgido del riñón de ese grupo que asumió como ministro, pero murió a la semana y lo reemplazó Néstor Rapanelli, otro ejecutivo de la corporación.
En un contexto internacional que marcaba el desplome del bloque soviético, Menem adhirió a las políticas del Consenso de Washington y el alineamiento con Estados Unidos.
Frases como "estamos mal, pero vamos bien", o "cirugía mayor sin anestesia", proferidas por Menem en los primeros días de su mandato, parecían sintonizar con los nuevos tiempos orientados hacia el neoliberalismo, que reemplazaba las concepciones distributivas que peronismo cultivó desde sus orígenes.
Tras otra hiperinflación registrada a principios de 1990, llegarían la estabilidad de precios con la convertibilidad, las polémicas privatizaciones de las empresas de servicios públicos, la reforma constitucional de 1994 y la reelección presidencial en 1995, con la que el riojano completó más de una década al frente de la jefatura del Estado.