Un certero balazo de calibre chico en medio de la frente ejecutado a corta
distancia terminó ayer, poco antes de las 14, con la vida del joyero Guillermo Martigani en su
pequeño local de calle Maipú 1093. Pocas certezas tenían anoche los investigadores del homicidio
acerca de los móviles de semejante hecho, aunque se inclinaban a pensar más en el desenlace de un
problema vinculado a cuestiones comerciales que a un acto de inseguridad ciudadana. El principal
obstáculo que encontraban era la falta de testigos que pudieran aportar pistas concretas para
dilucidar el hecho que sacudió la tranquilidad de la siesta en la tradicional calle donde se
agrupan los negocios dedicados a la compra y venta de alhajas y oro.
“Mi compañera, alrededor de las 14.15, fue a la joyería para retirar una
taza de café que le había llevado al dueño un par de horas antes y cuando quiso entrar un hombre
morocho y alto que estaba junto a una criatura y dos mujeres le salió al paso y le dijo que
Guillermo no estaba, que no había nadie. Así que pegó la vuelta y a las 2 y media terminó su turno
y se fue”, aseguró una joven que estaba al frente del minimarket de San Juan y Maipú la tarde
de ayer y que no salía del asombro por lo ocurrido a metros de su trabajo.
La joyería M&M está junto a las cocheras de la sede de gobierno de la
Universidad Nacional de Rosario. Más precisamente en Maipú 1093. Hasta poco después de las 13, una
protesta de estudiantes había copado la calle frente al rectorado bajo la estricta custodia de la
policía y la GUM municipal. Sin embargo, cuando la zona volvió a la normalidad, algo tan extraño
como oscuro pasó dentro del pequeño local en el que Martigani, de 63 años, trabajaba desde hace
poco menos de una década aunque su oficio lo inició hace unos 30 años.
No había desorden. Los primeros policías en arribar a la escena del crimen comprobaron que la
vidriera del comercio exhibía algunas alhajas de poco valor, algo típico en los negocios del rubro
para no tentar a los ladrones. Adentro, en tanto, “no había ningún signo de desorden ni de
violencia”, según dijo un alto oficial de Jefatura. Detrás del salón de ventas, en el cual la
moza del minimarket habría visto al hombre junto a la criatura y las dos mujeres, hay una pequeña
oficina con un escritorio y una caja fuerte que estaba abierta. “Tenemos que precisar si
robaron algo del interior o no. Aún nadie pudo afirmarlo porque el hombre trabajaba solo y no
sabemos quién más puede haber conocido lo que había allí”, dijo la fuente. Y agregó que la
cámara de seguridad que hay en el local y podría registrar lo sucedido no funcionaba.
Lo cierto es que sobre el escritorio detrás del cual estaba sentado Martigani al ser asesinado
quedó un paño con varias joyas de valor a la vista, algo que el homicida no tocó ni le preocupó
dejar manchado con la sangre de su víctima. “Hay algunos elementos que nos permiten pensar
que no estamos ante un robo común y corriente. Sin embargo vamos a investigar todas las hipótesis
posibles”, confió el propio jefe de la policía rosarina, Osvaldo Toledo, al retirarse del
lugar.
Martigani recibió un tiro en medio de la frente y cayó al piso con sus lentes puestos. Después,
el homicida se fue del lugar sin dejar ningún tipo de rastro. Nadie sabe precisamente cuánto tiempo
pasó hasta que un joyero vecino, alertado por que no veía movimientos en el local, se acercó a ver
qué pasaba. Encontró la puerta abierta y al entrar halló el cadáver de su colega junto a un charco
de sangre que se fue armando en derredor de la cabeza. Rápidamente llamó a otros comerciantes del
ramo que se arremolinaron en el lugar y dieron aviso a la policía.
Reclamos y espera. Entre los joyeros, la primera reacción fue la de protestar contra la policía
y la falta de seguridad en la zona. Tras ello empezaron a cerrar las persianas de sus locales en
señal de duelo. Incluso, Sergio Obulgen, tesorero de la Asociación de Joyeros, Relojeros y Afines,
anunció que hoy cortarán la calle en demanda de mayor protección para la zona (ver aparte).
“Queremos que nos cuiden como a los bancos porque aquí también hay muchos valores y dinero en
los locales y nadie nos protege”, aseguró.
Quienes también se congregaron en el local de calle Maipú fueron los familiares más directos de
Martigani, quienes en llantos y gestos expresaron todo su dolor e incomprensión ante lo ocurrido.
El hombre, padre de dos hijas jóvenes, estaba separado desde hacía bastante tiempo y su ex esposa
había cenado con él la noche del miércoles. Ayer fue una de las primeras en arribar al local.
“La mujer nos dijo que tenían una muy buena relación más allá de la separación, que se veían
casi a diario y que en esa cena no notó nada raro en el accionar de su ex marido. Incluso (agregó)
dice que no hablaron de temas que le hagan sospechar de algo”.
Ayer, tras revisar el lugar, la mujer dijo a los pesquisas que creía que el homicida se había
llevado “una cajita con dijes y unos mil pesos” que Martigani tenía habitualmente para
comprar cosas. “A mi no me cierra esto. Había cosas de mucho más valor y hasta un Rolex que
dejaron en su lugar”, conjeturó un hombre de la investigación que llevan adelante la
comisaría 1ª y la Sección Homicidios con la supervisión del juzgado de Instrucción número 6, a
cargo de Raquel Cosgaya. l
Protesta
La Asociación de Joyeros, Relojeros y Afines de
Rosario convocó para hoy a las 11 a una concentración de sus afiliados frente a la joyería de
Martigani. "Queremos que la policía nos dé una respuesta porque estamos cansados de la inseguridad
y de los robos permanentes que hay en la zona", aseguró el tesorero de la entidad, Sergio
Obulgen.