Graciela Paulina Carrizo pagó con su vida la tozuda idea de vivir dignamente. La mujer, de 58 años, supo insistir junto a sus vecinas del barrio Molino Blanco para que la Municipalidad convirtiera en una plaza el pequeño espacio verde ubicado frente a su casa y a los pies de la Circunvalación. Entonces lograron que se instalaran unas mesas y unos bancos, que se plantaran unos árboles y se generara así un espacio para disfrutar. En eso estaba el domingo por la tarde, tomando mates junto a sus nietas, cuando fue alcanzada por dos balazos en un ataque demencial que fue dirigido a un hombre que también falleció. "Acá cualquiera puede tener un arma, cualquiera puede disparar y cualquiera puede morir", sostuvo una hermana de la mujer para describir la situación barrial tras un doble crimen que, según versiones preliminares, sería consecuencia de una bronca vecinal antigua.
Ver a Graciela Carrizo sentada en una de las mesas de la plaza ubicada en pasaje 544 al 6600, barrio Molino Blanco, era una costumbre para los vecinos. Ella vivía en frente, en una casa de pasillo que a su vez está rodeada por otras viviendas en las que habitan sus hijos y nietos. Uno de sus hábitos era cruzarse a la plaza a tomar mates con familiares o vecinos, a aprovechar el espacio que habían logrado construir a fuerza de insistencia a la Municipalidad.
Otro de los hábitos de la mujer era ir a ver sus nietas más chicas a jugar al fútbol, como iba a ocurrir este domingo. Pero el marido de Graciela tenía que trabajar en Roldán, por lo que ella decidió quedarse y hacerle compañía hasta que se fuera. Entonces cruzaron a la plaza, tomaron unos mates y al rato se despidieron. Ella se quedó ahí mismo, con dos de sus nietas de 14 y 15 años y el novio de una de las chicas. Ese rato de distracción y disfrute se volvió un caos cuando una serie de disparos rompió la calma de la tarde. Algunos vecinos corrieron, Graciela alcanzó a gritarle a sus nietas que se tiraran al piso, quiso protegerlas y recibió dos balazos, uno en la cabeza y uno en el cuello. Se desplomó sobre una de las chicas y agonizó hasta que confirmaron su fallecimiento en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez.
El ataque fue cerca de las 16 del domingo. En ese momento Jonatan Nicolás Schneider, de 31 años, iba en su bicicleta por el pasaje 544 al 6600, a una cuadra de su casa y a pocos metros de la plaza ubicada frente a la vivienda de Graciela Carrizo. El hombre fue sorprendido por otras dos personas que lo acribillaron a balazos. Quedó gravemente herido con 17 orificios y falleció en el Hospital Roque Sáenz Peña. En esa misma ráfaga dos disparos que continuaron su trayectoria impactaron en el cráneo y el cuello de Graciela, que estaba algunos metros más atrás intentando proteger a sus nietas.
Una mujer querida
Este lunes por la mañana los allegados de Graciela habían copado la plaza. Por un lado sus compañeras de trabajo en el Centro Cultural Unión Sur, una institución del barrio Tablada ubicada en Esperanto al 300, cortada que cruza a Ayacucho a la altura 4200. En ese lugar Graciela trabajaba los lunes y los jueves a cargo de la copa de leche que se reparte para los chicos del barrio. "Estuvimos juntas el sábado que festejamos el día del niño, fue el último día que la vimos. Era muy buena, muy luchadora", dijo una de sus compañeras.
A unos metros, sobre uno de los bancos de la plaza, estaban los familiares de la mujer. Su hijo, sobrinos y Cristina, una de sus hermanas. Cristina contó, aunque no quiso ahondar en detalles, que ya vivió de cerca la pérdida de un familiar víctima de la violencia callejera. Su hijo tenía 19 años cuando fue asesinado a balazos en Tablada en septiembre de 2011, un hecho que inició una saga de homicidios producto de una disputa entre dos grupos de jóvenes del mismo barrio. Pero Cristina prefirió que no se publicara el nombre de su hijo, solo dijo "saber de qué se trata perder a un familiar y pedir justicia".
"Ahora solo quiero justicia por ella, por sus hijos y sus nietos", aseguró Cristina. "Acá no se puede disfrutar de nada, ni de ir a tomar mates, porque no sabés lo que te puede pasar. Hay muchas armas en la calle, la Justicia no hace nada por esas armas que están en la calle. Acá cualquiera puede tener un arma, cualquiera puede disparar y cualquiera puede morir", agregó. Al pedido de justicia se sumaron otros vecinos que acompañaban a la familia. "Sí o sí tiene que haber justicia, esta mujer no hizo nada. No puede ser que esté tranquila tomando unos mates y que vengan un par de boludos a tirar tiros", sostuvo un hombre.
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A su vez Cristina hizo hincapié en dos aspectos. Por un lado contó la historia de Graciela y las vecinas que insistieron en la Municipalidad para que ese espacio verde se convirtiera en una plaza. Algo que fueron logrando de a poco pero que, según Cristina, debería continuar trabajándose. "Graciela seguía pidiendo que mejoren esta placita, para los chicos. Ella quería que arreglen aquella parte donde está la canchita para que los pibes puedan jugar. Acá vienen muchos chicos y debería ser un lugar más seguro", indicó la mujer.
Por otro lado, y con la experiencia de haber perdido un hijo once años atrás víctima de la violencia callejera, Cristina pidió que las nietas de Graciela tengan la atención de profesionales. "Las chicas vieron todo. Graciela cayó encima de una, ella vio cómo se moría su abuela. Está en shock, no se puede sacar esa imagen de la cabeza, se echa la culpa", contó la mujer. "Debería haber un espacio para los menores de edad que ven todas estas cosas", agregó.
Una antigua bronca
A una cuadra de la plaza, sobre Lozzia al 6600, está la casa en la que vivía Jonatan Nicolás Schneider, la otra víctima del doble crimen que enlutó al barrio Molino Blanco este domingo. En esa vivienda los hermanos de Jonatan dialogaron con La Capital y contaron que el muchacho fue asesinado en el marco de una vieja bronca con unos vecinos del barrio.
La casa de la familia Schneider tiene la puerta castigada a balazos, pero los hermanos de Jonatan dijeron que también se trata de las marcas de una antigua disputa ya saldada. Ninguno de los Schneider negó que la familia tuviera sus conflictos, incluso dijeron que Jonatan y otro de ellos habían estado presos en la cárcel de Piñero. Pero sí insistieron en despegarse de una bronca que tiene un familiar suyo y que trascendió públicamente.
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A principios de julio pasado la fiscal Georgina Pairola imputó a Ana María "Pato" Schneider como presunta autora del homicidio de Petrona "Chabela" Cantero, hermana de Ariel "Viejo" Cantero, fundador de Los Monos. Ese crimen ocurrió en junio de 2017 en barrio Las Flores, pero la sindicada autora del hecho fue detenida recién a fines de junio en un barrio de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos.
"Nosotros no tenemos nada que ver con eso. Está todo bien con esa familia. Vivimos como 20 años en Las Flores y nunca tuvimos problemas", contó uno de los hermanos de Jonatan. En ese sentido aseguran que el crimen de este domingo está enmarcado en una pelea antigua. "Es una bronca vieja, de hace muchos años. Se ve que lo andaban buscando, pero mi hermano ya no estaba en nada", indicó uno de los Schneider.
El trasfondo del ataque está tan reducido al barrio Molino Blanco que varios vecinos pudieron identificar a uno de los posibles autores del hecho. Así el apodo de "Ojudo" para una persona llamada Miguel, comenzó a trascender como uno de los dos asesinos de Jonatan y Graciela.
De la misma manera los rumores barriales aseguran que "Ojudo" y el otro sospechoso abandonaron el barrio y posiblemente también la ciudad. "Estamos destruidos, esperamos que los agarren. Lo dejamos en manos de Dios y la Justicia. Acá en la tierra hay justicia, pero en el cielo también. De alguna forma la van a pagar, pero nosotros qué podemos hacer. Si ya se fueron. Porque son así de cagones, se mandan las cagadas y se van", indicaron los hermanos de la víctima.