Priscila Vanesa D. tiene 32 años y es madre de dos niñas pequeñas, una de 3 años y otra de apenas 27 días. El padre de la primera de las nenas se llamaba Marcos Guenchul, quien fue asesinado con dos balazos la noche del 24 de julio pasado cuando salía de su trabajo como personal trainer en un gimnasio de barrio Azcuénaga.
Por el crimen ya habían sido detenidos dos jóvenes, uno de ellos pareja de Priscila y padre de la beba recién nacida, quienes están bajo prisión preventiva. Ayer, en tanto, la que fue apresada fue la propia mujer, a quien el fiscal Adrián Spelta acusó de haber instigado el homicidio y la jueza Valeria Pedrana le dictó la prisión preventiva por el plazo máximo de ley, es decir dos años.
A las 7 de la mañana de ayer, cuando los efectivos de la División Homicidios de la Agencia de Investigación Policial (AIC) llegaron a la casa de Leprade al 4600, en la zona sur de la ciudad, Priscila no se desesperó. Le entregó la beba de 27 días a su madre y contestó las preguntas que le hicieron los pesquisas.
Tal vez esperaba su detención. Horas después, a las 16, estaba sentada en el banquillo frente a la jueza Pedrana en el Centro de Justicia Penal junto a su abogado defensor, Federico Carignano. Desde otro escritorio el fiscal Spelta explicó su hipótesis y por qué la mujer estaba allí.
Cuestión de familia
“A partir de la investigación se puede determinar que tanto Priscila D. como los otros detenidos, Caio S. y Maximiliano P., se conocían con anterioridad” a la fecha del crimen. A tal punto, que “el mismo 24 de julio, cuando se produce el hecho, los teléfonos celulares de los tres involucrados impactan en antenas cercanas a la casa que compartían Caio y Priscila en calle Laprade primero y luego en la casa de Villa Gobernador Gálvez donde vivía Maximiliano” aseguró el fiscal.
En el mismo sentido, Spelta destacó que “la única que podría beneficiarse con la muerte de Guenchul era Priscila, ya que mantenía con él un conflicto por la tenencia de una hija en común (la niña de 3 años). Por otro lado, ni Caio ni Maximiliano conocían a Guenchul”. Mientras el fiscal se dirigía a la jueza, la joven se asombraba con gestos sutiles.
Spelta detalló durante la audiencia el derrotero del Peugeot 208 propiedad de Caio S. en el cual él y Maximiliano P. “fueron a buscar a Guenchul” al gimnasio de Mendoza y Sucre donde trabajaba. “Incluso hay dos hechos puntuales. El auto fue captado días antes en la misma esquina; y por llamadas cruzadas entre los dos acusados se constató que una semana antes del crimen Guenchul había sido víctima de un intento de robo que podría presumirse organizado por los imputados”.
En esa línea el fiscal refirió a testimonios de amigos de Marcos; de quién era su pareja al momento del crimen, Antonella; y de sus familiares. Todos señalaron los conflictos que la víctima mantenía con Priscila por la tenencia de la hija en común.
El fiscal desgranó que la noche del hecho “los celulares de los tres implicados estaban en el mismo lugar y al mismo tiempo. Primero en la casa de Laparade al 4400 donde vivían Priscila y Caio. Luego en una casa de 12 de Octubre al 300, en Villa Gobernador Gálvez, donde residía Maximiliano. Esto sin tomar en cuenta que Priscila al declarar como testigo, sostuvo que Caio había estado con ella esa noche”.
Además, para la Fiscalía fue relevante el testimonio de Malena G., de 17 años y novia de Maximiliano P., quien tiene 38. La joven declaró ante Spelta en presencia de su madre que su pareja “pasó por su casa la noche del crimen y le dijo que iba a hacer un «maneje» que esperaba que le saliera bien”. Y que, “pasadas las 23 volvió con dinero suficiente para comprar cocaína y cervezas, que es lo que hizo”, dijo el fiscal.
La adolescente confesó que en al menos dos oprtunidades se encontraron con Caio y una mujer y que ésta “en una ocasión le habría entregado a su novio dinero porque no tenía plata y después tuvo lo suficiente para que tanto ella como su novio se drogaran y bebieran en la casa de Villa Gobernador Gálvez”.
La menor también admitió que su novio “la amenazó con una pistola calibre 9 milímetros, tal vez la misma usada para matar a Guenchul. Lo hizo para que se quedara con él, entre otras amenazas. Así acreditamos el vínculo previo y la promesa remunerativa de la pareja hacia Maximiliano P.”, concluyó el fiscal.
Tras ello Spelta imputó a Priscila D. como instigadora de homicidio triplemente calificado por el vínculo, por promesa remunerativa y por la participación de otras dos personas; y solicitó la prisión preventiva por el plazo de ley al considerar que podría fugarse o entorpecer la causa.
Pedido desestimado
La defensa de Priscila, a cargo de Federico Carignano, no se explayó en el fondo del tema y sólo pidió la detención domiciliaria atento a que la mujer “es madre de dos niñas, la más pequeña de sólo 27 días”.
La jueza Pedrana, sin embargo, dijo que “no hay garantías suficientes que hagan presumir que la imputada no entorpezca la causa mientras esté en prisión domiciliaria” y le dictó la prisión efectiva en la Unidad Penitenciaria 5 de 27 de Febrero al 7800, adapatada para madres con lactantes.
El 20 de agosto Caio S. había sido imputado por homicidio agravado por el uso de arma de fuego en carácter de coautor y cumple prisión preventiva efectiva, mientras que Maximiliano P. fue imputado el 27 de noviembre por homicidio agravado por el uso de arma de fuego en carácter de coautor funcional y también está preso.
Al escuchar la pena de expectativa, que es la de prisión perpetua, Priscila miró a su padre, que tenía la cabeza entre las manos. Cerca de él, la última pareja de Guenchul lloraba acompañada por la madre de Marcos, que sólo demoraba las lágrimas.