“Yo puse los pibes para que me vayan a buscar las cosas que estaban en tu casa que vos habías alquilado y de repente cayó toda la yuta. Tuve que pagar 10 mil pesos para sacar a los pibes, más los viajes, más todas las cosas que le tuve que mandar. Yo soy el que le paso todas las cosas, el que maneja todo. Esto es re corta, yo piloteo Gálvez, piloteo un par de lados, ¿qué querés hacer? ¿Cómo querés arreglar?”. El preso formuló su propuesta a un comerciante de Villa Gobernador Gálvez que había sido extorsionado dos semanas antes en una operación que terminó con los cobradores detenidos en una entrega controlada por la policía. De ahí las quejas proferidas a la víctima, a quien increpaba por haber tenido que pagar la fianza de los detenidos.
Lo que no sabía el extorsionador, desde su celda en Coronda, era que en vez de estar hablando con la persona a la cual pretendía extorsionar del otro lado del teléfono había un efectivo de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) con quien terminó pactando sin saber otra entrega controlada. Así, al día siguiente, el pasado 14 de junio, tres personas llegaron hasta un comercio ubicado en Libertador al 1300 de Villa Gobernador Gálvez, una mujer bajó y recibió un sobre que supuestamente contenía plata, aunque se trataba de papeles cortados como billetes. La mujer que recibió el sobre y el conductor del vehículo —el otro ocupante era un chico de 13 años, hijo de la mujer— fueron detenidos.
En ese contexto este martes fueron imputados dos hombres y dos mujeres en el marco de lo que ya se trata de una saga extorsiva contra un rotisero villagalvense. Fabio Giménez, imputado de orquestar homicidios y liderar un polirrubro delictivo desde la cárcel, ya estaba acusado por la primera extorsión a la misma víctima y fue acusado de idear esta segunda maniobra. También fue acusado Lucas Robay Romagnoli, un compañero de pabellón de Giménez que lo suplantó como voz cantante de la extorsión porque el ideólogo estaba aislado; Vanesa Soledad L., la mujer que recibió el sobre por parte de un policía encubierto. Y finalmente también imputaron a Samanta V., la pareja de Giménez, que ya estaba detenida por otros hechos pero ahora le imputaron haber pasado a su novio los datos de la víctima, a quien le alquilaba una vivienda hasta que cayó detenida.
Primera temporada
Si bien lleva un largo tiempo tras las rejas cumpliendo una pena unificada en trece años por varios robos a mano armada, Fabio Alejandro Giménez se hizo un protagonista habitual de las crónicas policiales a partir del año pasado, cuando lo ubicaron al frente de un esquema que orquestaba homicidios por encargo desde la cárcel de Riccheri y Zeballos. Un año atrás, en ese sentido, sumó una imputación como instigador del asesinato Nicolás “Fino” Ocampo, un ladero de Esteban Alvarado que había sido asesinado dos meses antes.
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Ya trasladado al penal de Coronda, Giménez al parecer cambió de rubro o agregó las extorsiones a su menú. En ese marco, veinte días atrás lo imputaron por liderar una asociación ilícita dedicada a distintos delitos, entre ellos el de amenazar a personas para sacarles dinero que mandaba a cobrar a su novia Samanta quien también fue imputada en esa ocasión como miembro de la organización.
Tal como publicara este diario días atrás, según la investigación del fiscal de Balaceras Pablo Socca, mientras Giménez y Samanta esperaban tras las rejas la audiencia para ser imputados decidieron llevar adelante otra extorsión. El blanco elegido fue un hombre de 36 años que tiene un delivery de comidas en Villa Gobernador Gálvez y que en abril le había alquilado a Samanta su casa. Cuando la mujer fue detenida en Coronda, luego de una visita a su pareja, la policía allanó esa vivienda donde todavía quedaban sus pertenencias.
La requisa fue el disparador de una charla telefónica entre Giménez y el dueño de la casa. El preso le preguntó si era el dueño de esa vivienda, si había sido allanada y luego de constatar ambos datos directamente le inventó una afrenta y le puso precio: le dijo que por haber ingresado junto con un plomero al baño de la casa para constatar si habían arreglado bien un calefón, le había faltado el respeto a su mujer. ¿Por qué? Porque en el baño, argumentó el extorsionador, había ropa interior de Samanta.
Acto seguido Giménez propuso olvidarse de tamaña ofensa a cambio de 300 mil pesos. Argumentó que para la víctima esa cifra era poca cosa, que a él no le costaba nada mandar a balearle la casa y además le dio a entender que, como avizora un futuro tras las rejas por varios años más, no tiene nada que perder exigiéndole dinero a más no poder. Así empezó una negociación que incluyó el pago de 100 mil pesos que la víctima pudo conseguir luego de pedirle prestado a un amigo.
Sin embargo eso no resultó suficiente para el preso, que siguió insistiendo al punto que el comerciante terminó haciendo algo que quizás no estaba en sus planes: una denuncia policial. Eso derivó, al día siguiente, en una entrega controlada por la Brigada de Extorsiones y Balaceras de la AIC. Giménez envió a la hija de Samanta junto con tres fleteros para cobrar otros 200 mil pesos y llevarse de la casa las pertenencias de la mujer. Pero todos fueron detenidos. En tanto, un par de horas más tarde Giménez y Samanta fueron imputados por hechos anteriores.
Segunda temporada
La segunda extorsión contra el mismo comerciante villagalvense es una continuación de aquel episodio ocurrido entre el 29 y el 30 de mayo. Y en cierto sentido parece un calco. Es que también ocurrió momentos antes de que Giménez fuera imputado por la primera extorsión. En este caso, como él estaba en un buzón, la llamada amenazante fue realizada por un compañero de pabellón que para los investigadores es Robay Romagnoli, quien cumple en Coronda una pena de prisión perpetua por haber asesinado al taxista Vicente del Greco para robarle la billetera en mayo de 2016 en el barrio La Tablita de Villa Gobernador Gálvez.
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El segundo episodio se desencadenó la noche del sábado 11 de junio cuando la víctima estaba en su casa junto con su socia y un cadete que realiza las entregas de las comidas que vende por internet. Entonces alguien aplaudió desde la vereda, el empleado salió a ver quién era y se encontró con una mujer y un hombre que tenía en la mano un celular con el altavoz activado. Este le preguntó si estaba el dueño de casa, para pasarle el teléfono, pero el cadete dijo que no estaba. Le preguntaron si tenía el celular de su jefe y respondió que no.
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Entonces los recién llegados le dijeron al cadete: “¿Tenés para anotar un número? Comunicate o si no vas a tener problemas dentro de una hora”. El empleado entró a la casa y salió con papel y birome. Anotó el número y se lo dio al dueño de la casa, que había estado escuchando la conversación y alcanzó a reconocer a la mujer como quien el 29 de mayo había ido a cobrar los 100 mil pesos que le había entregado a Giménez.
Sin embargo, muy asustado, el rotisero no llamó a ese número sino al 911, convencido de que Giménez estaba detrás de esta nueva extorsión. El caso derivó en otro procedimiento de entrega controlada, pero en este caso la negociación quedó en manos de un agente de la AIC que se hizo pasar por la víctima y llamó al número en cuestión. La llamada fue atendida, según la pesquisa, por Robay Romagnoli, que empezó a increpar a quien el pensó que era la víctima de su chantaje.
“Tuve que pagar cosas, la cagaste y no era así. Habíamos hablado. No metas a nadie y la terminamos y te quedás tranquilo. Si no te voy a volver loco todos los días, no me boludées”, le dijo el preso, hasta que le ofertó: “Me pasás la plata que le estabas pasando a la hija de mi compañero (por Giménez) o si no te vas a tener que que ir, amigo, no vas a poder vivir en ningún lado porque te voy a encontrar y te voy a dar con toda. Vos no tendrías que haber metido a la policía, decime cómo querés hacer y lo solucionamos y arreglamos de una puta vez. Y vivís tranquilo”.
Para darle más seriedad al asunto, Robay le envió imágenes del comprobante de un depósito de 10 mil pesos de la fianza judicial impuesta a dos fleteros detenidos en la entrega controlada anterior. Acto seguido le advirtió: “Te doy 3 horas para que me pases la plata 200” y mandó una foto de dos pistolas plateadas, antes de la amenaza final: “Metés de vuelta a la policía y te exploto a vos, exploto al que esté en casa y cualquiera. Y te voy a encontrar, no te olvides. Fijate y decime cómo querés hacer”.
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La conversación derivó en un pacto para el día siguiente en un local de Villa Gobernador Gálvez donde llegaron los emisarios del preso, que terminaron detenidos con un sobre de papel madera con papelitos que un policía encubierto les había dado segundos antes.
Más prisión
Por este nuevo hecho el fiscal Socca imputó ayer a Robay, Giménez y Vanesa L. Al describir los roles de cada uno en la maniobra, le atribuyó a Giménez “haber organizado la nueva extorsión” pero, como estaba incomunicado en un sector de resguardo, “compartió toda la información de la víctima que ya tenía por haberlo extorsionado antes” con su compañero de celda en el pabellón 2 de Coronda.
Al compañero, Robay Romagnoli, le endilgó “organizar la logística” para que gente “de su confianza” fueran primero a la casa de la víctima a decirle con qué teléfono debía comunicarse y luego encargarse de que fueran a cobrar el dinero de la extorsión. Finalmente le atribuyó a Vanesa L., la pareja de Robay, “concurrir al lugar y a la hora señalada a retirar el dinero exigido”.
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Por esas acciones les atribuyó a los hombres la coautoría de un intento de extorsión agravado por la participación de un menor de edad, delito que le imputó a la mujer como partícipe primaria. Y en la misma audiencia Samanta V. fue imputada como coautora de la primera extorsión, que sí se consumó.
En ese marco la jueza de primera instancia Valeria Pedrana les dictó prisión preventiva a las cuatro personas. Si bien eso no modifica mucho para los hombres, que tienen por delante su futuro tras las rejas, las mujeres quedarán detenidas por un plazo de hasta dos años. En el caso de Vanesa L. la jueza no hizo lugar a un pedido de la defensa de otorgarle prisión domiciliaria.