A metros de la canchita de Garibaldi y Pueyrredón donde el miércoles cayó muerto Pablo Maximiliano Silva, el adolescente de 14 años que fue víctima involuntaria de un disparo de arma de fuego mientras miraba un partido de fútbol, sus padres, hermanos, familiares, amigos y vecinos realizaron una nutrida manifestación para reclamar el esclarecimiento del caso. "Es la vida de una criatura la que se perdió, no nos vamos a callar", se plantó una mujer cuya hija era amiga de Pablo y resumió la profunda preocupación que existe en la barriada ante la posibilidad siempre latente y angustiante de que las disputas entre bandas se vuelvan a cobrar una vida inocente.
Cinco horas después de asistir a la sepultura de su hijo y recibir el cariño de más de 800 personas durante el velatorio, a las 17.40 de ayer Antonio Silva, padre de Pablo, su ex esposa y sus hijos, se juntaron el medio de calle Garibaldi y comenzaron a caminar hacia el oeste, bajo un cielo plomizo y gris.
No eran más de 15 personas. El ruido de los autos y las motos que circulaban incesantes segundos antes por Pueyrredón pareció cortarse de golpe ante esa presencia de gente atravesada por el dolor. Drama, angustia, impotencia, todo se reflejaba en el rostro demacrado de Antonio, de una de sus hijas, de todos.
Apenas el grupo piso la placita de Pueyrredón y Garibaldi (pegada a la canchita de fútbol) se plegaron unas 60 personas más. Estaban los amigos de la escuela Bicentenario de la Bandera Argentina, donde Pablo acudía y paradójicamente ayer iba a ser elegido mejor compañero del año en el cierre del ciclo lectivo. También estaba los amigos y amigas del barrio, y sus compañeros de fútbol de la Asociación Deportiva Juan XXIII que colgaron una enorme bandera roja y blanca sobre el alambrado.
Todos formaron una ronda en silencio. Antonio apoyó sobre su pecho un cuadro con una collage de fotos de Pablo jugando al fútbol. Una niña sostenía una cartulina amarilla donde se leía "Justicia por mi tío". Muchos jóvenes, mujeres y chicos desplegaron pancartas con consignas similares y otras que denotan una problemática que estremece en la periferia de la ciudad, pero no llega a los escritorios oficiales.
"Justicia por Pablito, (barrio) Centenario está de luto"; "Ni un pibe menos, ni una bala más"; "Sólo tenia 14 años y le arrebataron la vida en un segundo. Prohibido olivar". En las viviendas aledañas, algunos vecinos miraban a distancia recostados en la puerta de sus casas, parecían atentos pero no demasiado convencidos para involucrarse.
Después de unos minutos y con el corte de caños de escape de motos como cortina de fondo, una mujer con la voz entrecortada gritó: "¿Por qué estamos acá? Por Pablo, que no tenga que volver a pasar el barrio por una muerte inocente". La consigna se cerró con un aplauso tenue y una deseo repetido: "Pablito, presente".
En manos de la Justicia
Consultado por la consigna de la marcha, Antonio indicó que el motivo era el reclamo de justicia. "Era un chico ajeno a todo, no tenía nada que ver, vivía a cuatro cuadras y se acercó a ver un partido de su hermano, y después pasó lo que pasó. Por eso queremos que se esclarezca. Por mi y por él. Era un chico que hizo toda la vida deportes, nunca estuvo metido en nada raro y era una excelente persona".
El padre del chico baleado trató de ser prudente respecto a lo ocurrido y probables sospechosos de matar a su hijo. "No se nada, no pregunté. Lo sepultamos hoy (ayer) al mediodía. No pude descansar, no averigüé nada. Eso lo dejo en manos de la Justicia. Tampoco nadie se acercó a preguntar o a hablar conmigo".
Consultado acerca de la posibilidad de que vuelva a ocurrir lo que le sucedió a su hijo, el hombre no se apartó del miedo que invade a las personas de las zonas conflictivas cuando tienen que describir la realidad con la que conviven. "Si seguimos así es muy probable. Porque según lo que comentan dicen que pasa a diario".
Libertad de jugar
La madre de una amiga de Pablo, puso en contexto la demanda y cómo de a poco se modifica la vida de niños que, como todos, pretenden jugar, desarrollar su vida en un entorno seguro, sin sobresaltos.
"Queremos que la canchita se pueda seguir usando. Queremos justicia por Pablo porque no se merecía esto. Nos sentimos desprotegidos, con temor. Como le pasó a él le pude pasar a cualquiera de las criaturas que están acá. Ahora le tenemos que decir que a la canchita no se puede ir, y tenemos que tenerlos todo el día encerrados", expresó la mujer.
Cuando los micrófonos y las cámaras de los medios se apagaron, el grupo se quedó charlando sobre la alarmante situación. Eran mayoritariamente mujeres, madres jóvenes angustiadas. "Es la vida de una criatura que se perdió, no nos vamos a callar", exclamaron.
El miércoles a la tarde Pablo Silva fue a ver jugar a sus hermanos en la canchita de Garibaldi y Pueyrredón. A un par de metros de él había dos hermanos que fueron descriptos por los vecinos como soldaditos que se disputan el territorio a los tiros con otra banda. A las 20.30 aparecieron dos hombres armados, y la gente que estaba en el lugar se desbandó.
Pablo corrió por Pueyrredón al 4200 y recibió un balazo calibre 22 en la espalda. El proyectil le lesionó la aorta y se le incrustó en la columna. Lo llevaron al Hospital de Emergencias donde murió más tarde. Todos en el barrio coincidieron en que Pablo era ajeno a cualquier conflicto, que fue una víctima inocente que quedó en medio de una disputa armada, de las tantas que se dan a diario en la ciudad.