"Perdí todo. No sólo la casa, también muebles y cosas compramos con esfuerzo durante años de trabajo. Me usan la ropa y hasta los utensilios de cocina, es algo increíble y desesperante". Cristina Belén Rondán pone en palabras simples el drama que atraviesa desde octubre pasado cuando, según denunció, una familia usurpó su casa de barrio Belgrano y la echaron a los tiros al intentar recuperarla. En ese incidente ella salvó su vida, su madre fue golpeada y un amigo terminó internado en el hospital con un balazo en un brazo.
Sin embargo, el problema se agudizó cuando los presuntos apropiadores vendieron el inmueble a un tercero. Cristina reclama respuestas por la vía judicial, pero éstas parecen empantanadas en trámites burocráticos.
El caso encierra varias aristas y la posibilidad que, de comprobarse, se hayan cometidos delitos graves. Con una metodología cada vez más usual en ciertas zonas de la ciudad, grupos o personas ponen el ojo en un inmueble cuyos moradores presentan cierta debilidad o vulnerabilidad, se lo apropian con métodos violentos y luego lo venden de manera ilegal.
Cristina tiene 24 años y hace 11 que está en pareja con Leandro, con quien tiene un hija de 8 años. Desde que nació vivió con sus abuelos en Pérez Bulnes y Nicaragua, en la zona oeste. Por su capacidad de trabajo (en casas de familia y cuidado de personas mayores) le surgió la posibilidad de acompañar a una vecina, Elba Blanca Gómez, que vivía sola en una casa de Nicaragua 1167 B.
La mujer de 85 años le ofreció a Cristina y a su familia convivir en su casa a cambio de que la cuidaran y acompañaran. El vínculo tiene que ver con que la única hija de Elba —con residencia en España pero sin contacto con ella— es madrina del padre de Cristina.
Como sucede en muchos casos cuando los ancianos no tienen a quién legar sus bienes, Elba le cedió los derechos de posesión de la casa al matrimonio a modo de retribución por el compromiso de cuidarla hasta su muerte. En octubre de 2015 la pareja pagó cien mil pesos y afrontó gastos de escrituración e impuestos atrasados, entre otros gravámenes que le permitieran tener "todo en regla", como remarca la joven.
La convivencia nunca tuvo sobresaltos, salvo por algunos momentos de depresión de Elba por no tener contacto con su hija. Hasta que en septiembre pasado tuvo un accidente doméstico del cual culpó a Leandro. "Empezamos a tener roces y para que la cosa no se complicara volvimos a la casa de mis abuelos un tiempo para que se tranquilizara, porque incluso había denunciado a mi marido en la policía. Fue muy extraño porque jamás hubo un problema, la cuidábamos y estaba re bien".
La pareja se fue con lo puesto y dejó todas sus pertenencias en la casa: muebles, televisores, ropa, juguetes, heladera, que habían logrado comprar en cuotas y con años de trabajo. Inmediatamente Elba pasó a estar nuevamente acompañada, pero por un matrimonio con cuatro hijos de distintas edades, algunos mayores.
"Me dijeron que la mujer era sobrina de ella, pero no lo sé. Después me enteré de que ellos vivían en una casa muy linda en Forest y Estados Unidos", contó Cristina, que empezó a ver cosas extrañas. "La mujer se paseaba con mi ropa y su hija usaba la bicicleta y los juguetes de la mía. Nosotros dejamos hasta el televisor y la computadora que ella tenía en su habitación", describió angustiada.
Pico de violencia
Todo se precipitó de forma violenta a fines del año pasado, cuando unos vecinos le dieron a Cristina la triste noticia de que Elba había fallecido el 3 de diciembre. "Terminó todo, volvé a tu casa", contó que le dijeron los vecinos que la conocían "de toda la vida".
"Elba estaba bien, tenía 85 años y comía de todo, bailaba. A veces sufría depresión porque no pudo ver más a su hija, pero tomaba una sola pastilla. Nos llamó la atención que le pasara eso porque siempre la cuidamos", analizó la joven.
Decidida a recuperar lo que asegura que es suyo, el 4 de diciembre pasado Cristina fue a la casa de Nicaragua al 1100 con su madre y un amigo. "Al ingresar había un joven sentado en un sillón. Le dije «andate que esta es mi casa, se terminó todo». El empezó a llamar por teléfono y a los minutos vino el gente que no conozco con el padre. Eran como cuatro y nos empezaron a disparar con armas de fuego. El hombre de pelo blanco, el esposo de la mujer, corrió la cortina de la ventana, gritó «todos al piso», y disparó", explicó sobre el confuso episodio.
"Una bala —recordó— le dio a mi amigo en el brazo y terminó internado. Todo era una locura y me fui corriendo para el patio mientras esta gente agarró a golpes y patadas a mi mamá. Y a mi amigo también le bajaron todos los dientes".
Ese hecho tuvo una versión policial según la cual los supuestos usurpadores denunciaron ser los dueños de la casa y acusaron a Cristina de quererla ocupar ilegalmente. "A mi mamá la llevaron presa porque dijeron que la casa era ellos. Dicen que tienen un arreglo con la comisaría 22ª (que intervino en el hecho), de lo contrario no se entiende qué pasó", evaluó la joven en una charla con este diario.
Cristina avala sus dichos con una prolija carpeta donde guarda la escritura de la casa y los impuestos pagos. "Ahora tengo que alquilar una casa teniendo la mía. Perdí todo, cuando nos llevó años comprar en cuotas. Mi marido trabaja de carnicero hace 13 años y yo cuido niños o hago pastelería o comida. Son años de sacrificio".
Sobre lo ocurrido, la joven distingue: "Ellos (por los presuntos usurpadores) hicieron la denuncia y yo no. Fui directamente a un abogado, tenía miedo porque me dijeron que si iba a la comisaría me iban a dejar presa por esos arreglos que tienen ellos".
Otra complicación
La joven está más desorientada y desesperada porque ahora está a la maniobra que denuncia (ya lo hizo en la fiscalía en diciembre) se sumó un nuevo actor. "Lo peor es que esta gente ahora vendió la casa a otra mujer. No sé cómo hicieron porque no tienen escritura, nada. Me dijeron que la vendieron en 150 mil pesos".
Mientras aguarda que la Justicia aborde su situación cuenta penurias que creyó superadas. "Hay testigos de todo esto, la gente me conoce de toda la vida del barrio. Ellos duermen tranquilos en su casa y yo voy rogando que al menos me dejen sacar los muebles y las cosas de la casa".
El conflicto ya tuvo un capítulo violento que dejó secuelas, pero que pueden ser mayores y desembocar en otros más graves si las autoridades no reaccionan ante el reclamo de la familia que denuncia ser víctima de una usurpación.
"Lo violento es la falta de respuesta institucional"
Cuando los abogados que representan a Cristina, Adrián Ruiz y José Ferrara, formalizaron la denuncia en diciembre pasado la carpeta judicial del caso recaló en la fiscal de Investigación y Juicio Cecilia Brindisi. Pero la funcionaria lo devolvió, ya que ella se ocupa de usurpaciones masivas, y así el expediente fue asignado al fiscal de Salidas Alternativas Germán Mazzoni.
Desde diciembre hasta ahora, las medidas tomadas fueron una constatación del domicilio en cuestión, que se hizo el 7 de marzo, y pedir el informe de actuación policial. Para los abogados hay una "peligrosa lentitud" en el proceso, por las derivaciones que puede acarrear. "Nuestra clienta debe ver a diario cómo los usurpadores no sólo están en la casa sino que usan sus bienes y hasta su ropa", dijo Ruiz, y agregó: "Lo más violento es la falta de respuesta institucional. Ella hizo la denuncia y demoran medidas pese a que pasó un tiempo más que prudente para que la Fiscalía actúe. Como tantos otros, el delito de usurpación se dejó de investigar. Pero si no se hace una investigación seria con una comunicación a la sociedad de que esos delitos se deben resolver en la Justicia, se está habilitando el mano propia".