César Urdapilleta tenía 28 años y fue asesinado en la esquina de su casa en barrio Las Flores. Según los vecinos, el joven estaba sentado fumando un cigarrillo cuando dos muchachos aparecieron caminando, se le acercaron y sin mediar palabras le dispararon ocho veces. A César lo conocían todos en el barrio, algunos desde que era chico otros sólo de vista, pero su muerte no pasó desapercibida.
La esquina de Guaria Morada y pasaje 515 está colmada de gente. Los familiares de la víctima se abrazan, lloran e intentan darse palabras de aliento. Junto a ellos, muchos adolescentes y niños contemplan la escena. Muchos de ellos están sentados en el piso, mirando la carpa forense con curiosidad y horror. Otros llegaron en bicicletas desde más lejos. "Mi casa está acá a un par de cuadras. Estaba en mi pieza cuando escuché los tiros", comenta una joven que está apoyada en un árbol y agrega: "Me da pena porque yo lo conocía".
Algunos vecinos, los más grandes, observan el escenario desde lejos, sentados en sillas o parados en las puertas de sus casas. Hablan preocupados y miran desde la distancia. "Era nacido y criado acá. Hacía mucho que no pasaba esto. Se rompió el silencio. Los viejos no vimos nada, nosotros ya no salimos, estamos siempre adentro", aseguró una vecina que salió tras escuchar los disparos.
Muchos dicen no haber visto nada, pero todos escucharon los disparos y aseguran que fueron muchos. Algunos sospechan que el cruel desenlace se debía a alguna "bronca" y otros afirman que César estaba vendiendo droga en la esquina donde fue acribillado. Recibió dos impactos en la espalda y uno en el cráneo, posiblemente de remate. En frente, un altar del Gauchito Gil fue testigo del violento crimen. Minutos después esa misma casita roja se encontraría atiborrada de jóvenes que, parados contra el mural, tapan las palabras de devoto agradecimiento: "Gracias Gauchito. Por cumplir todos nuestros pedidos"
El barrio se encuentra conmovido. El crimen fue al mediodía y muchas madres estaban cocinando cuando escucharon los disparos. A pocos metros de la escena, un grupo de mujeres con niños están sentadas en una mesa bajo la sombra de un árbol. "Nosotras estábamos adentro preparando la comida y los chicos estaban acá afuera jugando. Yo me desesperé y salí corriendo a buscarlos. Podría haber pasado cualquier cosa", contó una de ellas.
Bajo el duro sol de enero, los vecinos continuaban inmóviles a pesar de ya haber pasado varias horas desde que se escucharon los tiros que terminaron con la vida de César. Incluso, algunos se acercaban pasadas las cinco de la tarde. Un hombre pregunta que pasó. "¿No ves? Mataron a uno", le contestan varios que nos despegan ni un segundo la vista de la escena. Entre murmullos, suposiciones y preguntas, algunos cuentan que el joven siempre se juntaba con los amigos en esa esquina y que era habitual verlo allí.
El barrio hoy respira miedo e incertidumbre. Entre llantos, bronca, miedo y consternación vecinos y familiares viven una pesadilla. "El barrio cambió, todo cambió", reflexiona, con tristeza, una vecina.
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