“Estaba con mi familia en la vereda y pasó una moto de sur a norte por Cullen (al 1100 bis), como yendo para Sorrento. Al llegar a la esquina de Juan B. Justo dobló y volvió hacia mi casa. Aminoró la marcha, cuando paso delante nuestro el que iba de acompañante se sacó de la cintura una pistola y la mostró. Era Mati, el que manejaba el auto desde el que dispararon para matar a mi hijo, mi nuera y mi nieta. Es imposible no reconocerlo, tiene un tatuaje en el cuello”, afirmó.
Ayer Caracú conversó con este diario en su humilde casa de Cullen y Génova, en la esquina de las escuelas José Ortolani y Laureana Ferrari de Olazabal. No esquivó preguntas y sólo mostró mesura al hablar del triple crimen de su familia. “La verdad no sabemos por dónde viene”, puntualizó sin moverse de esa postura.
En esa vivienda Albornoz está con prisión domiciliaria a partir de un operativo realizado en abril del año pasado en cuyo marco fue detenido junto a nueve personas y acusado de liderar una banda dedicada a la producción y comercialización de estupefacientes.
La organización fue presentada como la “Banda de Caracú”, a la que se le atribuyó una cocina laboratorio de cocaína cerca de French al 7100. En esa zona residía uno de los hijos de Albornoz: Gustavo, también apodado Caracú y detenido en el mismo operativo en el cual Gendarmería requisó 17 domicilios, entre ellos los de cuatro hijos de Caracú y su domicilio de Cullen al 1100 bis.
“No encontraron nada en ninguno de nuestros domicilios. Actuó Gendarmería y usted sabe que esos no se casan con nadie”, se defendió Albornoz, para aclarar: “Desde hace ocho meses estoy con prisión domiciliaria y tengo autorización para salir a hacer mandados y esas cosas”.
Además de pedirle al juez federal Carlos Vera Barros “la oportunidad de demostrarle que no soy narco ni vendo droga”, Albornoz brindó su versión sobre el caso. “Esa causa me la armaron los que estaban en ese entonces en la Policía de Investigaciones (PDI). En mi casa no encontraron drogas. En las casas de mis hijos no encontraron drogas. No conozco a ninguno de los otros que están en la causa. Me metieron solamente por mi apodo. Los policías se reían y decían: «No es lomito, no es asado, es puchero: la banda de Caracú». Pero hace 50 años que vivo en Empalme. Todos me conocen, conocemos a todos. Los vecinos te pueden contar quién es Caracú”.
Ministro atrevido
En ese contexto Albornoz también respondió a los funcionarios del gobierno provincial que pretendieron explicar el triple crimen de Empalme Graneros a partir de sus imputaciones como narco. “Lo invito al ministro Marcelo Saín a debatir, ya que anda diciendo por todos lados que soy una persona que vendo drogas en San Lorenzo y que soy un narco. El ministro fue muy atrevido. Yo no consumo ni vendo droga”, afirmó.
“A mí me mataron a parte de mi familia —agregó— y nosotros sabemos quienes fueron y dónde se esconden. Pero ni la policía ni la fiscal son capaces de detenerlos. Nadie del ministerio me llamó siquiera para darme el pésame. Mataron a una nena de un año y medio”.
El poder del apodo
“Cada cosa que pasa, aparece el nombre de Caracú y yo nada que ver. Yo con los que andan en cosas turbias no me vinculo”, arrancó Albornoz el segmento de la charla en el que contó su verdad. El asegura que nunca vendió droga y desplegó su explicación.
“La policía me puso en la mira porque en 2007 hice una denuncia a la Brigada de Inteligencia (de la ex Drogas Peligrosas) porque me quisieron extorsionar. Denuncié ante el juez y voltearon toda la brigada. Había nombres pesados”, afirmó.
“Nos allanaron más de seis veces y nunca encontraron nada”, dijo Albornoz, que acusa a la policía de poner su apodo en la mira dentro del contexto de venta de drogas en barrios como Empalme, Ludueña, Industrial, Larrea y Tango. Además del expediente por el cual está con prisión preventiva también fue detenido en mayo de 2013 junto a su hijo Gustavo en la causa llamada Otoño Blanco (Leonardo Popea y el clan Villalva de barrio Tango) de la que finalmente fueron desvinculados con falta de mérito y absolución.
Albornoz también se desmarcó de las actividades desarrolladas por otros como su hijo Miguel, apodado “Diente” y ex barra brava de Rosario Central. Diente está preso por el asesinato de Rolando Mansilla, un pibe de 12 años ejecutado en el techo de un quiosco de drogas de Magallanes al 300 bis en junio 2015.
También se despegó de las menciones en los homicidios de dos jóvenes asesinados en un quiosco de drogas de Felipe Moré y Humberto Primo: Javier Alegre, de 25 años (septiembre de 2012) y Kevin Aguirre, de 16 (febrero de 2017). En la investigación de ese último fue mencionado su hijo Gustavo. “Yo no tengo nada que ver con todo eso. Pero siempre se las ingenian para meter el apodo Caracú en el medio”, explicó Albornoz.
Sin códigos ni corazón
El domingo por la noche la vida de Caracú y su familia saltó por los aires. A siete cuadras de su casa, en inmediaciones de Génova y Cabal, la moto Honda XR en la que circulaban Nahuel Christopher “Bubu” Albornoz, de 23 años; su compañera Florencia Naomi Corvalán, de 21, y la pequeña hija de ambos Chelsi, quien el 30 de marzo cumpliría dos años, fue emboscada. Desde un Ford Focus negro con tres ocupantes dispararon con una metra, que Caracú identificó como una pistola ametralladora PAM 2 de fabricación nacional. Un triple asesinato sin códigos en un territorio en guerra por el control territorial.
En una investigación informal y paralela, la familia de las víctimas pudo establecer que en el Focus iban dos hombres y una mujer. Y quien manejaba era Mati, el señalado como el apretador del miércoles por la noche. Todos los que iban en el auto viven a escasas diez cuadras de la casa de Caracú, también en Empalme Graneros.
“Estamos destruidos. Matar a una beba con una ráfaga de ametralladora... no tuvieron corazón”, reflexionó el hombre. Según relató Albornoz su hijo Nahuel y Florencia estaban distanciados, pero el sábado habían logrado reconciliarse. “Yo le decía a mi hijo, para qué trajeron una nena al mundo si se iban a llevar como perro y gato”.
“Quienes los mataron esperaron a que los tres fueran en la moto. Sabían que en la moto iba una beba. Y no les importó nada. Cuando me avisaron pensé que era un accidente. Cuando los vi tirados en el pavimento, sabía que ya estaban muertos”, recordó, y agregó que “estaban viniendo para mi casa cuando los atacaron” ya que Nahuel y su familia residían en inmediaciones de barrio Rucci.
Dos hijos muertos y un yerno futbolista
Miguel “Caracú” Albornoz explicó que vive de transportar verdura al norte litoraleño y regresar cargado con chatarra de metal: recortes de aluminio, cobre y bronce. El hombre de 72 años sabe cómo mantener una charla entretenida. “Hablar con ustedes me hace bien para olvidarme un poco de lo que pasó con mi hijo, mi nuera y mi nieta, que es lo que más me duele”.
De los ocho hijos que tuvo con tres parejas distintas, dos están muertos. Además de Nahuel Cristofer, Angel Marcelo fue asesinado el 26 de noviembre de 2001. Mecánico y repartidor, tenía tres hijas de 6, 5 y 3 años y en octubre cumpliría 45. “Le quisieron robar y se resistió, lo mataron a puñaladas”, recuerda sobre los asesinos que eran amigos de su hijo pero “estaban tan dados vuelta que lo desconocieron”.
Una hija de Caracú, María, es esposa de Ezequiel “Chimy” Avila, delantero del Osasuna de España. “Ella viajó, pero a Chimy no se lo permitieron porque está con la rehabilitación de la operación de los ligamentos cruzados de la rodilla”, contó Albornoz sobre su yerno, cuya familia es oriunda de Juan José Paso y Campbell.
Avila, que se lesionó cuando sonaba como reemplazo de Luis Suárez en el Barcelona de Lionel Messi, se despidió a través de las redes de su cuñado: “Mi hermano, mi compañero, mi todo, te voy a recordar y llevar toda mi vida en mi corazón. No entiendo esta puta vida. Te fuiste con la mujer que amabas y la Polli el reino de los paraísos vuelen alto mis ángeles. Q.D.E.P te voy a extrañar día a días Bubin te amo Cristopher Nahuel”.
Además Caracú tuvo un parentesco político con el sindicado narco Ramón del Valle Padilla, conocido como “Tuerto Boli”.