“Me mataron a mi hermano”. Una nena de 7 años no podía con el peso de su mala fortuna. Abrazando a su mamá, con su vocecita de nena, en medio de pobreza de cartonero, no dejaba de repetir esa frase: “Me mataron a mi hermano”. Ella fue testigo de cómo dos hombres en una Honda Titán negra, que andaban de cacería de vendedores de drogas que no trabajaran para la firma que les pagaba, asesinaron a sangre fría a uno de sus hermanos y le dieron dos balazos por la espalda a otro. Ocurrió la noche del lunes en Gallegos al 1100 (San José de Calasanz al 8600), barrio La Antena.
“Preguntaron si vendíamos drogas. Le dijimos que no. Que acá no se vende droga. Pasaron cuatro veces antes de dispararnos. Nos tiraron los dos. El que manejaba y el acompañante”, explicó Marcelo, sobreviviente del ataque que como recuerdo se llevó dos disparos en la espalda. Su hermano Brian Emanuel Alvarez, de 30 años, recibió siete disparos y llegó muerto al Policlínico San Martín. Tenía tres hijos menores de 3 años, dos de ellos mellizos.
La Antena, o Antenita, es un barrio pobre que se levanta a la altura de San José de Calasanz (la prolongación de Mendoza al oeste de Wilde) al 8600. La barriada limita con los barrios Tango y Gráfico. La primera imagen ante los ojos del cronistas fue la de un grupo de mujeres haciendo una colecta bajo uno de los chaparrones esporádicos del mediodía del martes. “Estamos juntando lo que se pueda. El muchacho muerto tenía tres hijos. Buena gente. Trabajaba cortando pasto con el hermano al que hirieron. No era para ellos. Son gente honesta. Acá nos conocemos todos”, dijo una vecina.
Brian Alvarez era uno de ocho hermanos. En medio de la pobreza en la que le tocaba vivir, el lunes tomó una decisión para intentar empardarle a la rutina pauperizada. “Vendió unas cosas de los chicos para hacer algo rico al disco. Para comer algo al costado de la calle. Yo le dije: «Brian comamos adentro. Todo está muy peligroso». Y no me hizo caso. Estuvieron limpiando al costado de la calle para hacer eso. Y pasaron estos tipos y me lo mataron. Me lo mataron. Me lo llevaron”, contó quebrada en llanto la compañera de Alvarez y madres de sus hijos.
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La familia de Brian marcó, en medio de un dolor lacerante, que no tenían nada que ocultar. Y cómo no creerle a una persona que habla desde su infierno, el más temido. Cómo la felicidad se hace polvo, cómo no contagiarse en llanto con gente que perdió lo más sagrado que tenían: la vida de uno de los suyos.
Los Villalba
Desde el comienzo de la pandemia, y un par de años antes, el oeste de la ciudad está en ebullición. Todo pareció empeorar a partir de la caída, el jueves 9 de septiembre de 2021, de los hermanos Julio César y Gonzalo Villalba en el operativo “Viento Blanco” que ejecutara el ministro de Seguridad de Buenos Aires Sergio Berni. En cinco allanamientos les secuestraron doce kilos de cocaína y veinte de marihuana, varias armas de fuego (un revólver calibre 38, una pistola Bersa 40 y una escopeta 16, entre otras) y un chaleco antibalas con inscripción policial.
Los Villalba son de los jugadores fuertes en la zona de barrio Gráfico y sus inmediaciones, entre ellas La Antena. Están en el negocio de la droga desde hace más de una década, el tiempo que se puede rastrear a varios de sus miembros con causas en la Justicia federal. La pandemia también trajo a esa familia una serie de asesinatos que los tuvieron como víctimas.
Los familiares de Alvarez fueron redondeando la historia de su asesinato que expuso una realidad que se vive en los barrios periféricos. Alvarez y su hermano fueron víctimas de dos soldaditos que estaban de cacería a la búsqueda de vendedores de droga que no respondieran al patrón que los regenteaba. Los soldados iban en una moto Titán negra sin cachas y pasaron cuatro veces por delante de Brian y su hermano Marcelo que en un costado de la calle estaban preparando las maderas para cocinar al disco.
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Previamente la misma moto había sido protagonista de una balacera en Gallegos y Alberto Gabetta (la prolongación de San Lorenzo). “Primero la moto pasó y le preguntó si vendían droga. Los chicos le dijeron que no. Que acá no se vendía droga. Volvieron a pasar tres veces más y la ultima vez empezaron a disparar contra todos. Mi hija de siete años fue testigo”, explicó la madre de Alvarez.
A sangre fría
“A mi hijo lo mataron ahí", dijo la madre de Brian señalando un espacio entre la calle y el paredón de la empresa de logística CTD. "A mi hijo Marcelo le dispararon por la espalda. Pero también tiraron contra todos. Hay balazos en las chapas y en el portón”, explicó la madre de los hermanos contenida por una docena de familiares.
“Estos pibes no estaban haciendo ninguna cagada. Si no fuera así no diríamos nada. Pero eran pibes que no estaban haciendo cagadas”, explicó otro familiar. En ese momento Marcelo no titubeó y se levantó la remera para mostrar las marcas de los dos balazos en su espalda. Su hermano Brian recibió siete impactos. Fue trasladado en un auto al Policlínico San Martín, a 35 cuadras, donde llegó sin vida. En la escena del crimen se secuestraron cuatro vainas servidas calibre 380 y seis vainas 9 milímetros y un plomo.
La investigación por el asesinato de Alvarez quedó en manos de la fiscal Georgina Pairola, quien comisionó a efectivos de homicidios de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran en el territorio tomando testimonios a potenciales testigos. También solicitó que se relevara la existencia en las inmediaciones de cámaras de vigilancia.
La familia de Brian la contó como pudo. Por momentos, con todos los familiares aportando a un relato rico en detalles sobre lo ocurrido el lunes por la noche. En otros, sumergiéndose en el silencio más extremo o en un llanto mordido, pero colectivo.
“Preguntale, ella fue testigo”, insistió uno de los parientes de la nena de siete años. El cronista se excusó: “Es una tortura que no tiene sentido”. Y tras el silencio, la nena volvió a llorar poniendo en valor todo su dolor. Y con su voz ahogada por el dolor repitió: “Me mataron a mi hermano”. Y se abrazó a su mamá. Ya nadie pudo hablar, preguntar o contestar. El periodista aprovechó, se despidió y como pudo se fue del lugar del dolor contagioso. La familia de Brian se fue conteniendo de a pequeños grupitos para ir a tomar el colectivo a calle Calasanz rumbo a la sala velatoria donde despidieron a su muerto.