Rosario es una ciudad que se acostumbró a vivir con sobresaltos. Una ciudad que tiene su electro permanentemente alterado en estado de arritmia social. En menos de 15 segundos, dos tiratiros en una moto, pasaron por una estación de servicios ubicada en Oroño y Lamadrid y realizaron un hecho de conmoción pública con amplificación internacional. Dispararon tres veces contra el bar de la estación y dejaron una nota en la que se mencionaba al campeón del mundo Ángel Di María y estaba firmada por "Los Rosarinos", una rúbrica utilizada por gente que trabajaba para la banda de Esteban Alvarado y sus franquicias.
Fue la segunda vez en 24 horas que en una escena de violencia callejera se mencionaba el apellido Di María en tiempos en los que la prensa deportiva infiere que el jugador está a punto de anunciar cuál será su futuro futbolístico. En pocas palabras, si retorna o no a Rosario y al club de sus amores: Central.
El martes, minutos después de que finalizara la participación del auriazul en la Copa Libertadores en Montevideo, un grupo de jóvenes pasó por el mural que el jugador del seleccionado tiene desde hace muchos años en avenida de Los Granaderos y Baigorria, en el ingreso al club El Torito. Allí vandalizaron el mural y dejaron una serie de volantes impresos con cargadas folclóricas. “Todavía vas a volver”, rezaba la leyenda sobre el rostro de Angelito en la pared.
"Hay que dejar de darle entidad a algunas cosas que son menores y son del folclore del fútbol. Los hechos tienen repercusión, pero nosotros tenemos que preocuparnos por el fondo de la situación: la ciudad acompaña la decisión de quien quiera venir, independientemente del club", dijo este miércoles a media mañana el intendente Javier Javkin.
Un escalón más
Sin embargo lo ocurrido este miércoles, alrededor de las 22.30, marcó un salto de calidad. No solo porque se utilizó un arma de fuego y una moto robada, sino porque la nota está rubricada por Los Rosarinos, una firma criminal que apareció en banderas colgadas, con mensajes amenazantes, en puentes en vía pública como así también en la saga de 23 autos incendiados, entre el 27 de abril y el 12 de mayo, y por la que fue acusada Leila Schmitt, pareja de Alan Funes, como una de las presuntas organizadoras de los atentados y las intimidaciones. Tras ser acusada, quedó detenida, incomunicada y sin visitas, salvo las de sus hijas menores de edad. Alan Funes, preso en el penal federal de Marcos Paz, es parte del engranaje de Esteban Alvarado, según investigaciones judiciales en curso.
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No es la primera vez que Angelito es blanco de un hecho intimidante. La madrugada del 25 de marzo pasado, un hombre y una mujer llegaron en un Renault Megane gris al barrio cerrado Funes Hills Miraflores y arrojaron un paquete con una advertencia a Di María relacionada a su regreso a la ciudad. "Decile a tu hijo Ángel que a Rosario no vuelva más porque si no le cagamos matando un familiar. Ni Pullaro te va a salvar. Nosotros no tiramos papelitos. Plomo y muertos tiramos", decía la amenaza acompañada al menos de cuatro detonaciones al aire.
Por el hecho fueron detenidos el transero Pablo Acotto, de 35 años, y su prima Sara Gutiérrez, de 23. El fiscal Pablo Socca los acusó por los delitos de amenazas calificadas, intimidación pública y portación de arma. En síntesis, el fiscal entendió que buscaban "infundir temor y generar conmoción en la población" con las amenazas al futbolista. Según la acusación, a Acotto lo contrató “gente de arriba” y le ofreció un pago de cuatro millones de pesos por el "trabajo". El juez Pablo Pinto los dejó en prisión preventiva efectiva por el plazo de ley, es decir, un mínimo de dos años hasta un posible juicio.
Escala planetaria
Los casos en los que se ven involucrados astros del fútbol mundial como Di María o Lionel Messi (cuya familia política padeció en marzo de 2023 el ataque a balazos de su supermercado en el que dejaron una nota en la que mencionaban también al alcalde Javkin) permiten al mundo del delito tener con muy poco una amplia repercusión a escala planetaria.
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El ataque a balazos se registró el miércoles por la noche en la estación de servicios de Oroño y Lamadrid.
Foto: Celina Mutti Lovera.
Con solo pensar como un extraño en estas tierras, que se acostumbró a vivir dominada por una pasión divida en dos divisas futbolísticas y por una violencia callejera sostenida por más de tres lustros, se puede tomar dimensión de lo demencial de estos ataques. Además de ser un tema, el de las amenazas a futbolistas, que se politiza solo. Ahora bien si Di María no vuelve a Rosario y opta por otro destino ¿quién es el responsable? ¿El clima en el que se acostumbraron a vivir los rosarinos? ¿El Estado que no da garantías? ¿El jugador, que entiende que no debe arriesgar a sus hijas a vivir en estos términos?
Este miércoles por la noche dos gatilleros pusieron otra vez en escena mundial a Rosario y sus males ya conocidos y repetidos hasta quedar trillados. A las 21.45 ocurrió el ataque a la estación de servicios, en medio del cambio de turno entre los playeros. El ataque a balazos, con la entrega de la mensajería tumbera, duró 13 segundos. No hubo heridos aunque un parroquiano que tomaba café se llevó como recuerdo el roce de uno de los proyectiles en su campera, que estaba colgada en la silla.
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Cuarenta y cinco minutos más tarde un llamado a la central del 911 alertó que en Flammarion y las vías (a la altura del cruce con Uriburu, a unas nueve cuadras de la estación baleada) habían dejado una moto Keller 110 roja que tenía pedido de captura por haber sido robada el domingo pasado en Uriarte 7800, en barrio Los Hornitos, en zona oeste de Rosario. "Estamos tratando de determinar si es la moto que fue usada", señaló este jueves temprano en la mañana el jefe de la Policía de Investigaciones (PDI), Natalio Marciani. El caso es investigado por el fiscal Franco Carbone.
Los investigadores fueron esquivos a hablar en público sobre hipótesis, aunque deslizaron que lo más probable sea un problema entre barras de fútbol local e hinchas que buscan impedir el retorno de un peso pesado al equipo rival. Claro está que en Rosario, y sus circunstancias, las barras de los equipos más representativos de la ciudad tienen, según investigaciones, están bajo el influjo de una de las bandas narcocriminales más temidas de la región como son Los Monos.