"Al Bola lo mataron por 20 pesos. No lo dejaron ni hablar y le dispararon en el pecho. Pum y a otra cosa". Los familiares de Marcelo Miguel Traico, el pibe de 24 años al que todos conocían por el apodo de Bola, no dejaban de exigir ayer justicia en la puerta de su casa de bulevar Oroño y República Arabe Unida, en barrio Jardín. Traico, miembro de una de las familias gitanas más reconocidas de Rosario, recibió un balazo en el medio del pecho el martes, pasadas las 21. El autor material del crimen fue identificado tanto por la policía como los vecinos y los familiares de la víctima como Brian Soretito C., de 18 años, quien se entregó sobre el mediodía de ayer ante la jueza de Instrucción María Luisa Pérez Vara.
Sobre el móvil del crimen hay dos versiones contrapuestas. Una es que Brian C., un pibe calificado por los vecinos del barrio como pendenciero y ratero, le salió al cruce al Bola cuando el muchacho regresaba de comprar un jabón neutro y una maquinita de afeitar descartable. "Brian le dijo que le diera todo lo que llevaba. Andaba en una moto azul choreada, como siempre. Y ahí nomás le aflojó el tiro", relató uno de los pibes del barrio que vio la ejecución sobre la cortada Martinolli, a metros de República Arabe Unida.Esa versión fue sostenida por vecinos y familiares de Bola.
En tanto, en los pasillos de los tribunales y después de que se entregara el joven sospechoso, la hipótesis sobre el móvil del asesinato giraba en torno a que Bola le había timado unos 30 mil pesos a su matador y por eso el desenlace de la historia fue a sangre y plomo. Brian C., quien tiene un par de antecedentes como menor desde el año 2011, será indagado en las próximas horas por la jueza de Instrucción Pérez Vara.
Familia tradicional. Los Traico son una de las tres familias más reconocidas y populosas de la colectividad gitana en Rosario. Junto con la familia Miguel se despliegan sobre bulevar Oroño, desde Dr. Riva hacia el sur, hasta aproximadamente la altura del 6000. Hasta hace dos décadas, las familias de gitanos eran reconocidas no sólo por los coloridos vestidos de sus mujeres sino por lo majestuoso de sus campamentos. Pero esa tendencia cambió y la socialización los llevó a trocar la liviandad de las lonas por la seguridad del cemento de amplias viviendas. Se ganan la vida "comprando y vendiendo autos y chatarra", como explicó uno de los tíos del Bola.
Marcelo Miguel Traico tenía 24 años y era uno de cinco hermanos. Vivía con los suyos en una vivienda a la que se ingresa por bulevar Oroño al 4200 y tiene conexión con República Arabe Unida al 2300. Trabajaba en una compraventa que está sobre bulevar Seguí y era soltero. "Somos buena gente y no queremos tener líos con nadie. Pero queremos justicia y que se detengan las maldades", expresó, quebrado por el dolor, el patriarca de la familia: el abuelo Traico. El fue la voz oficial de la familia de gitanos que se afincó en Rosario hace más de cincuenta años.
Hasta el quiosco. Vecinos y familiares del pibe asesinado coincidieron en relatar que Bola salió de su casa pasadas las 21 del martes para comprar un jabón neutro y una maquinita de afeitar descartable en un quiosco de la cortada Martinoli al 4200. Cuando regresaba, Brian C. le salió al cruce con una moto azul en la que iba acompañado por otro muchacho. Hubo un mínimo cruce de palabras y se escuchó un disparo. El balazo impactó al Bola Traico en el pecho, sobre el lado izquierdo. Quedó tirado sobre el pavimento, al lado de una zanja. Sus familiares lo cargaron en un vehículo y lo llevaron al Hospital de Emergencias, donde ingresó a las 22. Quince minutos después había fallecido.
Sólo un amigo de Bola se salió del cauce del relato familiar. "Ese Brian sacó el arma para boludearlo al Bola y se le escapó el tiro", indicó el muchacho. "Los tenía de hijo (Brian) a los pibitos. Pasaba con la moto, los amenazaba, les apuntaba con un arma o directamente les robaba. Después agarraba la moto y se iba haciendo willy. Ya les había robado a los pibes", explicó a su turno una de las mujeres de la familia, de profundos ojos azules.
El diálogo con los Traico se dio a dos lenguas. En castellano con el cronista y en romaní, una de las lenguas gitanas, entre ellos. Un alto porcentaje de esa conversación expuso a la familia gitana defendiéndose de prejuicios y estereotipos propios de nuestra sociedad del siglo XXI. "Esta es una familia trabajadora. Buenos vecinos. No son ladrones. Hace muchos años que están en el barrio y, para que te des una idea, nosotras venimos a tomar el colectivo acá (en su vereda) porque ellos nos cuidan", explicó una de las maestras de la escuela 1322, "Rosario de Santa Fe", ubicada en República Arabe Unidas al 2300.
Ese centro educativo también se conmocionó por el crimen ya que por sus aulas pasaron víctima y victimario, y los dos mantienen familiares cursando en el colegio. Es que Soretito vive a tres cuadras del lugar del crimen y es reconocido por los pibes del barrio. Algunos de ellos ayer se repartían entre el velatorio, en Ovidio Lagos y 27 de Febrero, y las calles del barrio donde buscaban al acusado para cazarlo. "Ellos eran sus amigazos y están destrozados", explicó uno de los gitanos.
Debajo de una arboleda, sobre la vereda de la esquina de bulevar Oroño y República Arabe Unida, el abuelo Traico era la imagen de la desolación. "Vos viniste cuando me robaron hace unos años, cuando me rompieron la cabeza", le dijo el hombre, de 70 años, al fotógrafo de LaCapital. Más allá del dolor por la muerte de su nieto, Traico tenía una preocupación superior. "Le pido a la señora jueza que lleva la causa que por favor nos ponga una custodia. Tenemos muchos pibitos menores de edad y tememos que pase algo con los amigos de Brian. Hay muchas criaturas y les ruego que los cuide", rogó el patriarca. A Marcelo Miguel Traico lo sepultarán hoy en el cementerio La Piedad. En el barrio quedó el dolor por su asesinato a sangre fría.
"Nada cambió"
Mientas la familia Traico exponía su dolor frente a su casa de zona sur, una mujer se acercó para dar su pésame y hablar con el cronista. “Viste que nada cambió”, contó María del Carmen, la mamá de Sebastián David Castro, el muchacho de 27 años asesinado a cuchillazos el 21 de enero en pasaje Cuzco al 1400, en barrio La Lata, quien vive a sólo una cuadra de los Traico. “Y usted viejo, no afloje. No se caiga. Hay que seguir adelante”, le dijo la mujer al patriarca de la familia.