Escudado en una pequeña empresa de limpieza que había montado en su vivienda, y utilizando una
serie de ardides telefónicos, en los últimos cuatro meses Román Ariel S. perpetró una saga de
estafas contra persona mayores que le reportaron un suculento botín de dólares, pesos, euros y
joyas de importante valor. Sin embargo, en uno de esos hechos cometió un grosero error que le
permitió a los investigadores posar sus miradas sobre él y, tras una paciente pesquisa, ponerle fin
a sus andanzas. Así, la noche del jueves lo apresaron sin que opusiera resistencia en su vivienda
del barrio Hospitales.
Las aventuras delictivas de Román S. se iniciaron, según los archivos judiciales, el 24 de julio
último cuando sustrajo 17 mil dólares de una vivienda de San Luis al 5500 (ver aparte). Desde
entonces se fueron repitiendo los casos hasta sumar en los distintos juzgados de Tribunales un
total de 16 denuncias por estafas concretadas y 9 que quedaron en grado de tentativa. Así las
cosas, la Oficina Judicial de Causas con Imputados no Individualizados (Casos NN) que está a cargo
de la fiscal Viviana Cingolani puso en marcha una aceitada investigación junto a la Brigada
Operacional comandada por el comisario Daniel Corbellini.
Tres operatorias. De esa pesquisa surgió que el timador repitió a lo largo de su actuar
delictivo tres modalidades con un mismo final: asustar a personas desprevenidas para quedarse con
todo su dinero. Una de las maniobras era contactarse telefónicamente con sus víctimas haciéndose
pasar por algún reconocido abogado del foro local que le informaba acerca de un juicio en el que
esa persona estaba involucrada. Ante eso le sugería que, en caso de que el juicio resultara
adverso, podría peder sus ahorros. Por lo que se ofrecía a tomar el dinero y las joyas en guarda
hasta que estuviese resuelto el pleito y así se quedaba con suculentos botínes.
Otra de las maniobras consistía en hacerse pasar por un abogado conocedor de que en la vivienda
de la víctima se iba a realizar un inminente allanamiento policial y que, ante la posibilidad de
que los uniformados encontrasen el dinero o las joyas que la persona tenía atesoradas en su hogar,
era conveniente entregárselo a él para preservarlo de un robo. Después, pasaba él mismo o algún
cómplice (algo que aún no se ha esclarecido en el marco de la pesquisa) y retiraba el botín.
La tercera modalidad era llamar a la víctima haciéndose pasar por empleado de algún banco de
renombre y asegurarle, después de embarullarlo para obtener información, que los dólares que
guardaba en su casa debían ser cambiados ya que saldrían de circulación. Y que si no lo hacía sólo
serían papeles pintados que no le servirían más. Entonces, se ofrecía a hacerle el canje y obtenía
que las personas mayores le entregaran todos sus ahorros.
En este marco también se investiga si el timador tiene conocimientos de informática o
comunicacionales ya que en la mayoría de los casos se comprobó que los teléfonos de las víctimas
habían sido pinchados y que cuando las personas trataban de comunicarse con algún familiar para
alertarlo de lo que estaba ocurriendo, quien atendía al otro lado de la línea era el propio
estafador.
Lo cierto es que en los 16 casos que llegó a concretar, Román S. se hizo de algo más de 110 mil
dólares, 7 mil euros y 25 mil pesos sin contar un centenar de joyas de oro de distinto valor
económico y afectivo. Un verdadero tesoro cuyo destino ahora investiga la policía. “Tenemos
algunas pistas para hallar las cosas aunque es probable que mucho de lo robado haya sido gastado o
reducido”, dijeron desde la Oficina de Casos NN de Tribunales.
El traspié. En su locura por seguir acumulando capital ajeno, Román S. cometió un error que lo
llevó a caer. El negocio de limpieza que había montado como forma de vida legal ganó hace poco
tiempo la licitación para atender los edificios de una empresa pública de servicios. El mismo iba a
supervisar la tarea de su personal día a día. Así, mientras los trabajadores limpiaban pisos,
escritorios y ventanas, el aprovechaba para hacer los llamados telefónicos intimidatorios a sus
futuras víctimas.
“Se detectó que desde la central telefónica de la empresa pública para la cual este hombre
prestaba servicios de limpieza se hicieron cuatro de los llamados telefónicos. Los mismos siempre
se realizaban una vez que había terminado el horario de atención al público y a personas que fueron
víctimas de las maniobras denunciadas. El entrecruzamiento de llamadas fue elocuente y entonces se
empezó a trabajar con esa empresa estatal a fin de poder detectar quién hacía las llamadas. Después
se posó la mirada en el hombre mencionado, se le hizo un seguimiento y se pidió colaboración al
juzgado de Instrucción número 10, que ordenó el allanamiento a la casa del malviviente”,
confió ayer la fiscal Cingolani.
El operativo en la casa de Román Ariel S., ubicada en pasaje Babbini al 3000 (Gaboto al 1100),
se realizó la noche del jueves. Allí los policías de la Brigada Operacional de Tribunales
encontraron algunas joyas, algo más de 2 mil pesos, 400 reales y mil dólares, muy poco en
comparación con lo denunciado por las víctimas de las maniobras del timador que el lunes será
indagado por el juez de Instrucción Alfredo Ivaldi Artacho.