Una de las zonas más empobrecidas de la ciudad volvió a ser escenario de un crimen con características espeluznantes. En plena madrugada del jueves, los vecinos de un asentamiento precario de Génova al 2000 escucharon una seguidilla de disparos, pero recién al amanecer se encontraron con un cadáver sobre las vías del tren. Tenía los pies y las manos atadas, un trapo que le tapaba la boca y disparos en la cabeza y otras partes del cuerpo. Al cabo de unas horas llegaron al lugar sus familiares e identificaron a la víctima como Ángel Iglesias, de 23 años, habitante de otro asentamiento ubicado a pocas cuadras y donde hace unas semanas mataron a otra persona.
Desde lo alto de las vías que cruzan el ingreso desde el este al barrio Empalme Graneros puede verse una postal de la desigualdad social, reflejada en la miseria de las condiciones habitacionales de los vecinos de ese sector del noroeste rosarino. Los ranchos de chapa, lo que más está a la vista de quienes pasan por ahí, es solo una muestra. Un poco más adentro la precariedad no solo se ve, también se huele en animales muertos o basura. A ese terraplén por el cual pasa la vía subieron los vecinos este jueves por la mañana, se sentaron sobre los rieles a tomar mate y ver lo que sucedía alrededor de la noticia del crimen reciente con la que habían amanecido.
En el tramo de la vía ubicado entre las calles Génova y Juan B. Justo al 2000 apareció esta madrugada el cadáver de un joven. Estaba boca arriba, con las manos y los pies atados, un trapo azul que le daba vuelta alrededor de la cabeza y le tapaba la boca. Tenía al menos cuatro balazos, dos en la cabeza. Algunos vecinos dijeron haber escuchado los disparos pasadas las 3 y a los perros que "ladraban como nunca". Tal vez fueron ellos los únicos testigos de esos movimientos que, todavía en la oscuridad de la noche, precedieron el asesinato de Ángel Iglesias.
Los investigadores sugirieron que los autores del crimen subieron por la fuerza a la víctima, a la cual ya tenían amordazada, y la mataron ahí mismo donde apareció el cadáver. En la escena del hecho se encontraron algunas vainas servidas y será, al menos por ahora, lo poco con lo que contarán para dar los primeros pasos de la pesquisa. Los vecinos más cercanos al lugar se rehusaron a hablar, suficiente habían hecho con dar aviso al 911 del hallazgo del cuerpo.
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Más allá de la información preliminar respecto del crimen, el fiscal Ferlazzo reparó en diálogo con la prensa en el contexto social que atraviesa Rosario a nivel general. "Tenemos que tomar dimensión de lo que está pasando en la ciudad, todos los barrios están sufriendo esta cuestión. Es hora de tomar medidas reales en todos los sectores en el marco de esta violencia que realmente excede la preocupación que todos marcamos", indicó el funcionario.
Escenas del espanto
Con el correr de la mañana del jueves se dieron distintas escenas que dan cuenta el grado de complejidad de la situación que atraviesa Rosario con relación a la violencia callejera. Por un lado, lo que ya es frecuente: equipos periodísticos de distintos medios que se reunieron para registrar los procedimientos de peritos y aguardar a que el fiscal brindara algo de información. Los vecinos que se instalaron a mirar, o los que pasaron y siguieron su camino con la naturalidad de quienes no vieron algo por primera vez. Lo mismo con los distintos trabajadores de la escena del crimen, que recogieron las evidencias, analizaron el cadáver, le sacaron fotos y realizaron demás tareas de rigor hasta que lo cargaron en un vehículo rumbo al Instituto Médico Legal (IML). Cosa de todas las semanas.
Por otro lado, lo que tiene que ver con las presencias ocasionales en estas historias, aparecen secuencias que grafican el presente rosarino. Una mujer joven, testigo por casualidad de los procedimientos, tuvo que quedarse parada al lado del cadáver y ver todo el operativo para luego dejar su firma, como constancia de que lo visto se refleja en lo escrito en las actas policiales. Otra mujer, que llegó desesperada al lugar al enterarse de la noticia por los medios de comunicación, pidió que la dejaran pasar para ver si la víctima era su primo. Contó que pocos días atrás había salido de estar internado tras recibir varios balazos, que se había ido a vivir a esa zona luego de que lo echaran de su casa. Pero al cabo de unos minutos la mujer se fue tranquila con la certeza de que el asesinado no era su familiar.
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No ocurrió lo mismo con otras personas que llegaron después, también al enterarse por las noticias del hallazgo de un cadáver. Algo que seguro será materia de investigación hizo que estas personas intuyeran que se trataba de un familiar, por lo cual fueron directo a pretender verlo. Los funcionarios de la Fiscalía no se lo permitieron y los policías que trabajaban en el lugar les dijeron que tenían que dirigirse al IML. De todas maneras supieron ahí mismo que efectivamente ese chico asesinado era Ángel Iglesias.
En el desahogo del padre de Ángel pudo advertirse un posible contexto de este crimen tan brutal. El hombre despotricó contra transeros, criticó a la policía y con una biblia de bolsillo en mano habló de dios y de que "están matando gente inocente". Cuando vio llegar a un grupo de jóvenes, amigos de Ángel, el hombre se abalanzó sobre ellos y los agredió gritándoles que lo habían dejado tirado.
Al paso de las horas la noticia de que Ángel había sido asesinado llegó a personas que no habían estado en el lugar. Jonathan, amigo de toda la vida, habló con La Capital y aseguró desconocer "por qué le hicieron semejante barbaridad". "Era un pibe bueno, a cualquiera que le preguntes te va a decir lo gran persona que era. Su partida va a dejar mucho sufrimiento", lamentó el muchacho. "Ángel no se merecía esto, es muy injusto", agregó.
Crimen reciente
Ángel Iglesias vivía en la zona de Sabín y Olivé, a pocas cuadras de donde lo asesinaron. Su padre vive en ese mismo sector, pero en un asentamiento al cual se ingresa por un pasillo desde Sabín y el cruce con 8 de noviembre. Se trata del lugar en el cual a fines de septiembre fue asesinado Diego Armando Meza, un hombre de 35 años que según sus familiares fue baleado por error.
Cuando ocurrió ese crimen, los vecinos dijeron a La Capital que en ese lugar funciona un punto de venta de drogas y que ese había sido el eje del conflicto que termino en el asesinato de Meza. La versión preliminar de la investigación que lleva adelante el fiscal Adrián Spelta indicó que los homicidas fueron dos, a bordo de una moto. Que uno de ellos bajó, ingresó a pie al pasillo que conduce hasta la casa de Meza, que estaba afuera, y que cuando lo tuvo de frente le disparó cuatro veces a corta distancia.
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"Para mí fue un error, él era un hombre trabajador. Jamás tuvo un problema con vecinos de acá, nunca se lo escuchó irse de boca con alguien", contó en ese momento el suegro de la víctima. "Todos tenemos hijos acá, ojalá no nos tenga que pasar más esto. Lo que estamos viviendo es terrible. Hoy le tocó a él, pero mañana nos puede tocar a nosotros, a nuestros chicos", lamentó una mujer de la familia.
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"Nadie quiere decir las cosas que pasan acá, porque tenemos miedo", apenas se animó a decir una vecina. Lo poco que trascendió en ese marco de cautela fue que en algún punto de esa barriada hay un punto de venta de drogas.
En ese mismo terreno delimitado al este por Sabín y por las vías hacia el oeste, en agosto pasado agentes policiales secuestraron a un hombre 84 dosis de cocaína lista para la venta al menudeo. Fue el 23 de agosto por la mañana, cuando agentes de la policía provincial realizaban un patrullaje a pie. Según lo notificado entonces, los agentes ingresaron a uno de los pasillos y notaron que un hombre corrió al verlos. Tras una breve persecución a pie lo aprehendieron y al ser requisado le encontraron una bolsa con cocaína y un arma de fuego cargada. Lo identificaron como José O., de 43 años, y le secuestraron 84 envoltorios con cocaína.