En Rosario, la temporada alta de eventos es de mediados de febrero a finales de abril, y luego de septiembre a diciembre, pero este año la pandemia hizo suspender todo en marzo y posponer las fechas. Mientras algunos se esperanzan con reprogramar a partir de septiembre y octubre, otros son más pesimistas y ya miran al año que viene.
En medio de la incertidumbre, todos trazan estrategias para sobrevivir y responder a los compromisos tomados. El productor de eventos Pablo Chufeni dijo que la situación se asemeja a “surfear un tsunami arriba de una balsa”, pero se mostró optimista sobre el futuro. “Tuvimos una migración de los eventos programados de marzo a junio, que se pasaron de septiembre a diciembre. Aún no tuvimos postergaciones a 2021. La situación es difícil, pero esperanzadora. Estamos atendiendo a la gente que nos confío sus festejos y reuniones, y están a la expectativa”, describió.
La reprogramación es un tema complejo. Por el momento hay fechas libres, y las que ya estaban tomadas se respetan. “Es probable que tengamos en algún momento un embudo, que todos quieran el mismo sábado. Pero por lo pronto juega a favor que veníamos en recesión económica, por lo que hay días que no han sido tomados”, acotó.
Si bien admite que entre sus colegas hay ganas de volver en septiembre, el wedding planner Adrián Pavía mostró un panorama más cauteloso, y confió que a esta altura, mucha gente ya aceptó que su fiesta será el año que viene: “Yo tenía 19 bodas, y 11 se pasaron para 2021, no quisieron estresarse”, cuenta. Con el resto se corrió la fecha: primero a mayo-junio, y después a agosto-septiembre. “Pero hasta acá llegué, no voy a volver a moverlas porque es muy difícil coordinar tantos proveedores. Hasta que no sepamos cuál es el día 0, por la vacuna o porque el gobierno diga que podemos salir a trabajar, no vamos a ponernos en actividad”, dijo con resignación.
Lo cierto es que, en este escenario, nadie quiere pasar presupuestos ni tomar señas. Pavía dijo que no hay llamados para organizar eventos de este año: son todos para 2021 y 2022. “Los clientes no se quieren arriesgar y está todo muy en stand by. Creemos que la gente tiene ganas de festejar, pero primero van a cuidar la plata porque no saben lo que va a pasar, y segundo nadie se quiere arriesgar a comprar una fiesta porque no saben si se va a poder hacer”, reconoció el profesional.
Chufeni coincide en el diagnóstico: la mayoría de sus pares consultados no ha tenido ventas nuevas ni pagos de adelanto. Pero aclaró que “la gente seria que tiene instalaciones, alquileres e impuestos, honrará la confianza de los que ya pagaron, comiéndose cada uno su margen de renta para poder dar lo pactado, porque no se puede cobrar los aumentos por postergación. Todos están pensando en empezar a pararse el año que viene”, admitió.
Protocolos
En ese sentido, afirmó que los salones realizaron una tarea de adaptación puntillosa para la vuelta. “Se pusieron muy prolijos con inversión en compra de insumos, capacitación de personal y desarrollo de protocolos. Estamos todos esperando una información oficial. Sabemos que festejar viene después de la educación, la salud y la seguridad, pero en términos de mano de obra, empleamos muchísima gente. Ha dejado de circular mucho dinero de por este tema”, indicó.
Graduaciones es un tema complejo: en lugar de haber un solo dueño de la fiesta, que decide la reprogramación, hay 30 o 100 graduados, más madres y padres, que deben definir colectivamente. “Los vendedores de graduaciones son muchos, no tienen instalaciones, no establecen relaciones comerciales a largo plazo y son un poco más jugados, buscan la rentabilidad. El horizonte es septiembre y octubre, por lo que no debería haber problemas. Pero si mañana explotan 120 casos, estamos hablando de otra cosa”, advirtió.
Por su parte, Pavía se mostró escéptico de poder empezar en septiembre luego de que en algunos lugares se detectaran fiestas en casas particulares con 80 personas y cervecerías abarrotadas de clientes. “Tenemos que entender que la respuesta está en nosotros, porque mientras más nos cuidemos antes vamos a poder volver a hacer eventos. La única herramienta es no hacer la cantidad de pavadas que hacemos”, apuntó.
Por ello, ante el parate, muchos están diversificando su empresa hacia otros rubros: ambientación pasó a decoración de hogares, los caterings venden comida envasada al vacío, y los organizadores montan capacitaciones online. Es que al riesgo sanitario se suma la recesión económica. “La respuesta de lo que va a pasar la encontré acomodando cajas: son las fotos de las bodas de mis viejos, que a la tarde se casaron en la iglesia, a la noche hicieron un festejo íntimo y familiar en el living de mi abuela, y después se fueron a Córdoba. Habrá que volver a foja cero para retomar lentamente”, analiza el planner. Y recuerda que en el 2001 pasó algo parecido: “Yo hacía fiestas para 600 personas y pasamos a 80. Recién en el 2007 se volvió a lo grande”. Quizás esta vez el camino sea similar.