Los cronistas porteños que se escandalizaron por la frase de Messi: ”¿Qué mirás, bobo? Andá pa’llá”, tal vez desconozcan la increíble historia de Leo, el pibe del barrio La Bajada que la peleó con su familia, junto a sus vecinos de la calle Estado de Israel al 400 y del pasaje Lavalleja y 1º de Mayo, cuando era un niño que jugaba todo el día a la pelota en esas callecitas encerradas contra el campo del Batallón 121.
“Messi es un niño que sufrió mucho. Su familia fue ayudada por otra familia del barrio, que les dio una gran mano. El superó su problema físico y se tuvo que ir muy chico a España, donde seguramente extrañó un montón, pero siempre volvió a ver a sus amigos y se identificó con la gente del barrio donde nació y se crió. Es un niño que sigue jugando como cuando era chico”, recuerda a Ovación la muralista paranaense Marlene Zuriaga, que pinta un mural de Leo en el frente del Club La Bajada, en Av. Uriburu y pasaje Australia, donde antaño estaba el mercadito del Gringo Luiggi, un viejo puntero derecho del club del barrio, que usaba camisetas a rayas blancas y negras.
En los barrios rosarinos de antaño era muy común que las madres compartieran la tarea del amamantamiento y le dieran la teta a su hijo y al de la vecina cuando ésta iba a trabajar o simplemente porque no tenía leche. De esa costumbre nació esa palabra mágica: “comadres”.
En La Bajada, ese barrio escondido del sudeste rosarino, donde la calle 1º de Mayo es más angosta que un pasaje, y que ahora gracias a Messi fue descubierto por un enviado del New York Times, antaño había numerosos vecinos que le decían “Oriburo” a la avenida y que se ufanaban cuando en la mesa tenían “almóndigas”. Y ni hablar si en la heladera había un frasco de “bayonesa”. Por eso, resulta tan llamativo como sospechoso el supuesto enojo de esos cronistas que nunca preguntan y tildan de “vulgaridad” —justamente una palabra que viene de vulgo, que es pueblo— a una frase del mejor jugador del mundo, y en las vísperas de que trajera la Copa a la patria futbolera. Cualquier vecino podría responderles: “Tienen menos esquina que un iglú”, como define el autodidacta rosarino Ubaldo Mauro, oriundo de Alberdi. O, si no, con una frase de café del barrio Belgrano del increíble Gordo Negri, que se nos fue pero aún nos guía: “Los mandás a jugar con tierra y vuelven limpios”.