Empecinados en escribir su nombre con trazos bien gruesos como si la historia se lo demandara, la gente del Club de Regatas Rosario volvió a ser noticia. Carlos Maknis y Néstor Bodetto ganaron en 2019 la Regata Mundial de Maestros de Remo en Budapest y tras el parate obligado por la pandemia donde no pudieron disputarse las ediciones de 2020 y 2021, este año volvieron al sitial más alto del podio en Libourne, Francia en un doble par, aunque en el raconto final la dupla consiguió medallas doradas en el cuatro sin timonel categoría D, el cuádruple par categoría E y por último el ocho con timonel, categorías D, F y Mix D. De la cita también participaron Daniel Mas y Pablo Glusman quienes también compitieron en dos sin timonel y en el doble par logrando un destacado 4º puesto. Los cuatro remeros estuvieron bajo la supervisión del olímpico Gustavo Pacheco como entrenador.
Para Maknis y Bodetto el logro conseguido tuvo un sabor especial. Para ellos fue una regata distinta, disputada después de una pandemia que pegó duro y que no daba la chance de establecer un calendario con una fecha cierta como para plantearse objetivos. Además, distintas circunstancias personales hicieron que la carrera tuviera mucha carga emocional y los obligó en cierta medida a dar un poco más de lo que podían. Pero esos contratiempos se convirtieron en viento de cola que los ayudó a dar ese envión para volver a ser los mejores. Por eso una vez cruzada la meta, Carlos se recostó sobre el bote y se largó a llorar, mientras que Néstor se agarraba la cabeza como no entendiendo lo que habían logrado. O sí, habían ganado la medalla de oro.
Ya la preparación fue distinta. Esta vez no hubo una secuencia in crescendo de disputar el Argentino y el Sudamericano para llegar al Mundial de la mejor forma. “Al principio nos encontramos con una situación en la que, como no había competencia, el tema de plantearse un objetivo se nos hizo mucho más complicado. Era venir a remar para mantenerse relativamente en el nivel, para cuando todo vuelva a la normalidad tener un objetivo”, destacó Maknis.
Hasta julio del año pasado, literalmente estaban parados, inactivos. Hacían torneos virtuales con ergómetros, buscándole la vuelta al momento, esperando que la pandemia terminara. Volvieron a remar juntos en diciembre del 2021, después del Argentino, torneo del que Néstor no participó y Carlos lo hizo en un single para “buscar algo que lo motive”, como él mismo aseguró y se subió a un bote que “nunca había remado”.
“Cuando salimos a remar, como el río estaba bajo no pudimos hacerlo en el embudo y salimos a remar largo. Ahí nos dimos cuenta que en lo técnico estábamos bien, no tanto en lo físico”, subrayó Néstor.
La puesta a punto fue de menor a mayor, teniendo al Paraná como mudo testigo. Ya en la largada tuvieron que despojarse de todo lo afectivo, enfocarse en la competencia y dar lo mejor. Y lo hicieron.
“Lo que no tenemos de físico, lo tenemos de garra y corazón. Dejamos todo. Los europeos, en cambio, salen a su ritmo y mantienen su estilo, no se les ve esa garra que en algún momento tiene que salir para dar ese paso para ser distinto”, destacó Carlos al mostrar algunos argumentos.
“Además de verlo, lo hemos vivido; porque además de remar en el dobles, de tanto años de participar armamos cuatro y ocho donde hay, por ejemplo, alemanes. Ellos van con su impronta pero no se salen del rol. Por eso muchas veces nos tratan de “locos” pero es una de las sensaciones más gratas que he vivido”, sentenció Carlos.
Inmediatamente Néstor contó un ejemplo: “Corrimos con un bote de ocho con alemanes y no se escuchaba nada, solamente el grito de la timonela. Nadie hablaba. Todo era perfecto: El que tenía que clavar, lo hacía y el que tenía que remar, remaba. Nadie decía nada. Cuando salimos en otro bote, donde había portugueses, brasileños y argentinos fue todo lo contrario: era un carnaval: todos hablaban, todos opinaban, la timonela gritaba, era la torre de Babel. Así y todo, cuando salimos, enseguida estábamos un largo adelante y ganamos la carrera. Con los alemanes, salimos a su ritmo, todo muy prolijito, pero terminamos en el segundo lugar”.
Todo arrancó a fines de 2015, cuando Néstor y Carlos arrancaron en el doble par luego de haber ganado en el Mundial 2014 de Ballarat, Australia, el dos sin timonel. Siempre fueron del remo largo, pero ese año como no había competencia de Masters de remos largos decidieron cambiar. Habían ganado el dos sin timonel, el cuatro sin y el ocho y se fueron al doble, al remo corto. Pasar de un remo largo a un remo corto es complicado y esa adaptación les llevó casi cuatro años.
“Este cambio fue un proceso de adaptación que siempre se focalizó en la búsqueda del objetivo que logramos en Budapest. En 2018, en el Euromaster de Munich salimos cuartos y en la World Rowing de Sarasota, nos ubicamos segundos y nos dimos cuenta de que faltaba un poco más, teníamos la sensación de que nos faltaba una vueltita de rosca más”, destacó Néstor a lo que Carlos agregó: “En Budapest nos salió bien y ahora en Francia, mejor”.
Más allá de la experiencia acumulada esta dupla no deja nada librado al azar. Ambos piensan que “si tenemos que perder no tiene que haber excusas”. Por eso son muy minuciosos hasta en el mínimo detalle. Alquilan los botes, los remos y los prueban una y otra vez y hasta último momento para no tener sorpresas.
Budapest y Libourne ya son historia, por eso ya empiezan a pensar en lo que será en Tshwane en 2023, en una pista que está en la altura de Pretoria, lo que le da un condimento extra a la competencia. Si pudo ser en Hungría y también en Francia, ¿Por qué no en la tierra de Mandela? Según cuentan, no hay dos sin tres.