Lo de Maximiliano Lovera es decididamente un caso aparte en el comportamiento de Diego Cocca hacia los jugadores de inferiores. También con un recorrido importante en el primer equipo pese a su corta edad, fue el futbolista del club en el que el técnico puso todas sus fichas. Desde que puso un pie en Arroyito, Cocca decidió que el formoseño debía ser parte del equipo principal y no hubo nada que hiciera claudicar su pensamiento, ni siquiera los altibajos futbolísticos que perseguían al delantero. Lo bancó siempre y fue el entrenador que logró que Lovera sacara lo mejor de sí. A tal punto que en un puñado de partidos el club recibió lo que tanto esperaba para equilibrar las finanzas: una oferta. El ofrecimiento de Olympiacos de Grecia fue aceptado y Lovera emigró, pese a la resistencia del entrenador, quien por esa venta amagó con dar un paso al costado.