La idea surgió de los jugadores que integran la armada histórica de la selección argentina. Lionel Messi a la cabeza de todos y los lugartenientes Mascherano, Agüero y Biglia. Los cuatro se lo propusieron a Jorge Sampaoli en los últimos días de la estadía en Barcelona y contaron con la total aprobación del entrenador casildense para armar ellos la rutina de entrenamiento. La modalidad que utilizaron fue copiar lo que hacen los equipos de rugby un día antes de los partidos y organizar una práctica a puertas abiertas por iniciativa del gran capitán Leo. Lo que se vio ayer a la tarde en la cancha principal de la concentración de Bronnitsy no fue un entrenamiento habitual. Fue una práctica con un gran sentido lúdico y recreativo, que sirvió para que los jugadores argentinos empezaran a tender un puente afectivo con los habitantes de la población que los tendrá de huéspedes privilegiados durante el Mundial.
Ya desde muy temprano las calles aledañas al centro de Bronnitsy estaban abarrotadas de gente y también de policías. El operativo de seguridad que ordenó la policía rusa guarda similitudes, en cantidad de efectivos afectados, con el que se realiza habitualmente en los partidos del fútbol argentino. Claro que el resultado que dio extremar las medidas de seguridad estuvo a un océano de distancia de lo que ocurre casi siempre en las canchas de nuestro país. Porque ayer nada se salió de lo planificado. No se produjeron desbordes ni desmanes. Y eso que en las tribunas que se montaron al borde de la cancha hubo cerca de mil personas, entre los periodistas acreditados y la gente que concurrió a presenciar la práctica y a delirar con los garabatos que hacía un Lionel Messi más distendido que nunca.
De lo que sí hubo que armarse es de mucha paciencia. Por eso los encargados de prensa de la AFA les avisaron a los periodistas argentinos que están realizando la cobertura en Rusia que asistieran con varias horas de antelación para someterse con tiempo a los cacheos de seguridad. La zona estaba prácticamente sitiada, con perros antinarcóticos merodeando por el predio y hasta con lanchas de la policía patrullando por el río Moscú, un mudo testigo que vive al lado de la casa rusa de los jugadores argentinos.
Hay una nueva disposición de Fifa que obliga a las selecciones a realizar un entrenamiento a puertas abiertas en el búnker en el que están hospedadas y la misma organizadora del Mundial fue la que distribuyó los tickets para el ingreso. Aquellos que no tenían su correspondiente entrada se quedaron afuera con la sensación de haber perdido la oportunidad de sus vidas de ver muy cerca a Messi con la pelota en los pies. Es que realmente el público que accedió ocupó un lugar de privilegio. También hubo una gran presencia de niños debido a que la Fifa destinó entradas para chicos de distintas escuelas de deportes de Bronnitsy y las poblaciones cercanas. Justamente fueron ellos los más beneficiados por la buena predisposición de los futbolistas argentinos. Messi, Mascherano, Agüero, Otamendi y los requeridos accedieron a sacarse selfies, firmaron autógrafos, camisetas, banderas y las pelotas Telstar 18, el balón oficial del Mundial.
Las gradas que ocupaban explotaron de locura cuando Messi jugó como un niño con ellos y de nuevo, como en el día de la llegada de la selección a Bronnitsy, le cantaron el clásico "Messi, Messi, Messi". Es que el apellido del crack tiene la bendición de que ningún idioma lo deforma. En cualquier lugar del planeta Messi se dice Messi, aunque la entonación no haya salido como si Leo estuviera recibiendo una ovación en el mismísimo Coloso, en alusión a su fanatismo por Newell's. A la Pulga se la observó todo el tiempo interactuar con los chicos rusos.
Messi también les estampó su firma a camisetas de Barcelona y posó para las fotos cuantas veces se lo pidieron. Verlo así, tan comprometido, augura que está más enchufado que nunca para ir en busca de lo único que le falta a su carrera: ser campeón mundial con la camiseta de la selección argentina. Si lo logra, ya se puede retirar tranquilo. Aunque nadie entre en pánico porque hay Messi para rato.
Como la dinámica de la práctica la marcaron los capitanes, en especial Messi, fueron ellos los primeros en ingresar al campo de juego para entretenerse con la diagramación de los trabajos. Rápidamente se pusieron a acomodar todo, con siluetas inflables y estacas en diferentes puntos de la cancha. Messi, Mascherano, Agüero y Biglia la dividieron en cuatro zonas y dieron las primeras indicaciones, como si ya supieran que cuando se retiren el futuro los encontrará arropados como técnicos de fútbol.
El primer ejercicio fue dividir a los jugadores en cuatro grupos de cinco, sin los arqueros porque se entrenaban en otro sector, y Ever Banega, quien se mueve diferenciado por una sobrecarga. Cada sector del campo tenía un ejercicio puntual y los grupos iban saltando de uno a otro cada un tiempo determinado. Sampaoli y el profe Jorge Desio seguían todo desde afuera con una mirada menos intervencionista que la habitual. Es que el entrenamiento de ayer fue exclusivamente de los jugadores. Poca intensidad, nada de tacticismos ni de movimientos preestablecidos. Un recreo para distenderse y oxigenar el ánimo en un momento en que los tentáculos de las presiones empiezan a abrazarlos con más frecuencia por el inminente arranque de la competencia. Cuando llegó el turno del fútbol reducido, Messi no quiso sacar ventaja y se puso como comodín. Es que con él siempre es robo y no se aprovechó de su rol de promotor. El partido fue un calco del que jugaron cuando antes de viajar a Barcelona practicaron a puertas abiertas en el estadio de Huracán y con miles de niños presentes.
De un lado formaron Caballero, Ansaldi, Fazio, Rojo, Tagliafico, Salvio, Di María, Dybala e Higuaín. Del otro, Armani y Guzmán (rotaron), Otamendi, Mascherano, Acuña, Meza, Biglia, Lo Celso, Pavón y Agüero. Messi, como se dijo, jugó con la doble camiseta. Aunque el gran ganador de la tarde fue Cristian Pavón, autor de dos goles, uno de taco que arrancó los aplausos de los presentes. En realidad, el picado fue tan descontracturado que no merecía ni sacar los anotadores.
Fue el día de los capitanes. La práctica diagramada por los estandartes que tiene esta selección argentina. Con Messi copiándose a libro abierto de esa consigna de la cultura All Blacks, la selección de Nueva Zelanda de rugby que todos quieren imitar, que dice que "los líderes lideran". Messi hizo eso. Lideró a su tropa, juntó a sus compañeros y les arrancó una sonrisa inolvidable a los pibes que no pararon de alentarlo.