Llegó a préstamo en silencio. Pero con toda la ilusión a flor de piel. Con el correr de los partidos comenzó a hacer ruido. Mucho ruido. Lo de Iván Gómez es notable. Se desempeña como si fuese parido de la cantera. Como un castalepra más. Fue creciendo con el devenir de las fechas. Internamente se potenció. Eso le permite ser en la actualidad uno de los jugadores esenciales a la hora del armado del equipo. Gabriel Heinze sabe sacarle jugo. A tal punto que lo está nutriendo cada vez más. Se percibe un constante crecimiento individual, que potencia lo colectivo de manera relevante. Sobre todo cuando se desempeña con esa desfachatez e inclaudicable andar por la franja derecha del mediocampo. Porque las veces que debió moverse hacia el corazón de la cancha, el rendimiento no fue el mismo. Es el alma del motor de Newell’s. Es el principal impulsor de la línea media.
Iván Gómez es la conjunción perfecta de sacrificio y buen pie. Destila una innegociable entrega y amalgama a la perfección junto a Juan Sforza. También demostró estar en la misma sintonía que Brian Aguirre. La derecha de Newell’s está en buenas manos. La suela del jugador surgido en Estudiantes de La Plata goza de un presente simple mientras conjuga un futuro perfecto.
Mientras Newell's deja su huella indeleble en la faz internacional con el sólido y contundente andar que muestra en la Copa Sudamericana, en la Liga Profesional está tratando de recuperar terreno. Porque la performance en el plano nacional dista del certificado de alta calidad que tiene a nivel internacional.
El currículum marca que debutó en Estudiantes de la mano de Nelson Vivas, en 2016. Fue teniendo un rol importante en el pincha. Luego fue cediendo terreno por lesiones y el arribo de otros jugadores. Fue así que terminó a préstamo en Platense. Como los de Vicente López no le compraron el pase, entró en el radar leproso. Y fue así que aceptó la propuesta para subirse a la era dirigida por Gabriel Heinze. El volante tomó la panamericana y arribó a Rosario para sumarse al plantel rojinegro.
Lo del volante fue de menor a mayor. En la escala de valores siempre cotizó en la bolsa de los destacados. En el show nacional se ganó un lugar a fuerza de entrega y mucha voluntad. Su punzante y precisa pegada además le posibilitó adueñarse de un cupo en el paralelo del mediocampo. Para el Gringo es una de las piezas que mejor sincroniza en su esquema táctico.
A tal punto que casi siempre sale en la foto principal. Salvo por fuerza mayor, después siempre está. Lo demostró en la competencia doméstica donde le aporta al equipo un claro panorama cuando la tropa avanza a paso redoblado hacia el campo enemigo. Sin tener ese rol de conductor nato, lo de Gómez es sobresaliente. Siempre se las ingenia para gravitar y exponer las debilidades ajenas con su sutileza técnica.
Es cierto que muestra las dos caras de la moneda en cancha. Si se dedica a cuidar el sector derecho, de seguro hará un surco y marcará la diferencia. Ni hablar cuando en ofensiva se asocia al picante Brian Aguirre, quien es otro de los puntos más altos que tiene el equipo a nivel individual.
Pero si lo hace unos metros hacia adentro, ya no es el mismo. Su juego se eclipsa. Es más sombra que luz. El entrenador lo entendió tras pegarse un par de veces la ñata contra el vidrio. Aunque lo saliente es que Iván es el terrible jugador del corazón de la cancha.
Lo ratificó cada vez que estuvo en el escenario de la Copa Sudamericana, donde Newell’s es el equipo más ganador del continente fruto de cinco triunfos al hilo. Ahora espera a su futuro rival en octavos de final (aún tiene que cerrar la fase de grupo ante Audax el 29 en el parque) y, de no ser desbancado por San Pablo o Fortaleza, siempre definirá sus llaves en el Coloso Marcelo Bielsa hasta que llegue el turno de ver si puede conseguir ese anhelado pasaje para la final en Montevideo.
Lo concreto es que pese a su bajo perfil segrega una gran dos de sacrificio. Ni hablar lo que representa desde lo técnico y estratégico para Heinze, quien lo pidió, lo moldeó a su manera y potenció a tal punto que se erigió en el alma del motor leproso. Juega y se siente como en casa. Como un castalepra más.