La vuelta de Claudia Burkart a Las Leonas, con 35 años y a cinco de su último partido en el seleccionado, desnuda una dura realidad: el hockey argentino no tiene proyectos de desarrollo. Y si los tiene son demasiado débiles, tanto que ni se notan. Alguna vez Sergio Vigil, ex entrenador del seleccionado, dijo orgulloso que en este país nacen jugadoras de hockey “hasta de las piedras”, haciéndose eco de la abundancia. Sin embargo, hoy esa frase suena hasta graciosa. ¿Cómo puede ser que Santiago Capurro, el DT de uno de los mejores seleccionados del mundo, deba recurrir a una jugadora ya alejada porque no tiene otra en su puesto? En abril, Silvina D’Elía, quien venía jugando de back, renunció a Las Leonas y dejó al descubierto las carencias.
Pity se fue y el vacío en el centro de la defensa fue enorme. El entrenador improvisó poniendo en el medio primero a Florencia Habif, que si bien es la “polifuncional” del equipo es más volante ofensivo que otra cosa. Y después a Noel Barrionuevo (juega habitualmente de lateral), pero no le alcanzó. Noel no tiene tiene el oficio en el puesto ni la velocidad ni la seguridad necesaria para ser la última jugadora antes que la arquera. D’Elía tenía sus particularidades y aspectos cuestionables en cuanto a personalidad, por ello a veces chocaba con el grupo. Pero era una jugadora de absoluta confianza en el puesto. Además, Capurro se dio el lujo de dejar afuera de las últimas convocatorias a Mariela Scarone, naturalmente volante pero de mucho oficio como para ser la “cuevera”. Pero Scarone no está en los planes de Capurro. Con esa salida, el entrenador descarta una solución.
En este contexto y tras resultados equivos (cuarto puesto en las semifinales de la Liga Mundial de Valencia y derrota en la final de los Juegos Panamericanos de Toronto), el entrenador decidió ir por Claudia Burkart. El discurso del DT, evidenciado en sus nóminas de jugadoras, está acentuado en apostar por la juventud, convencido de que hay material para armar un equipo competitivo. Este aspecto permite comprender la desafetación de Macarena Rodríguez, de 35 años, pero instala la contradicción ante la convocatoria de Burkart. Es más, a Burkart debieron convencerla, charlar con ella una y otra vez. Porque si bien Claudia sigue jugando en su club, el CASI, no tenía en sus planes volver a la selección. Esta búsqueda habla de la desesperación por cubrir “huecos” que hoy se están pagando caro en el juego y en los resultados.
Pero, ¿es necesario recurrir a Burkart para que sea piloto de tormentas? Nadie niega la capacidad que tiene la defensora en todos los aspectos. Fue parte de la generación histórica de Las Leonas y a pesar de que siempre mantuvo el perfil muy bajo fue una de las jugadoras más completas y rendidoras que se vieron en Las Leonas. Y si vuelve es porque está en un muy buen nivel. La primera en exigirse es la propia Burkart.
Lo que hace ruido es que en todo este tiempo no se haya formado una jugadora en el puesto (y en otros, aunque hay líneas en las que las ausencias se disimulan mejor). ¿Cómo es posible? Estaba Pity. ¿Pero ante una eventualidad? Además, ¿no hay una jugadora joven con la que se pueda apostar a largo plazo? ¿No hay ni a lo largo ni a lo ancho del país una jugadora para la zaga central? ¿O no la buscan? Y aquí, no se pretende pegar por pegar. Pero cuando los dirigentes y entrenadores hablan de que todos los jugadores tienen las mismas posibilidades, deberían plantearse interpretar a rajatabla ese discurso. Sino parece que mienten. Porque es cierto, sí, los cuerpos técnicos recorren el país viendo jugadoras, pero, ¿cuántas veces? Si alcanza con darse una vuelta por los torneos nacionales para tomar nota de que esto ocurre muy pocas veces. Hay una realidad: la mayor parte del tiempo se mira a Buenos Aires. Pero si lo que se busca no está en Buenos Aires, ¿por qué no mirar afuera? ¿O tampoco hay?
Esta no es la primera vez que un cuerpo técnico del seleccionado mayor opta por recurrir a las históricas para tapar “agujeros”. Pero las históricas no son eternas. El experimento Burkart puede dar resultado, pero hasta acá fallaron casi todos. En la era Carlos Retegui, la primera en caer en la prueba fue la rosarina Ayelén Stepnik. Llevaba tres años afuera de la selección y cuando volvió fue para salir otra vez. A principios de 2010 llamaron a Cecilia Rognoni, alejada desde hacía seis años. Las rodillas se le hincharon como galletas en el agua a la pobre Ceci, que no pudo más. En 2012, Retegui recurrió a Mariné Russo y a Mercedes Margalot. Nené se había ido del seleccionado mayor en 2010, Mechi no jugaba con Argentina desde 2008. Ninguna soportó nuevamente la exigencia que implica estar en Las Leonas, sobre todo en cuestiones físicas. Mariana Rossi, también retirada en 2010 de la selección, fue llamada para el Mundial 2014. Su rendimiento fue bajísimo. La única vez que salió bien esto de las vueltas fue con la propia Burkart, Russo y Rossi, que jugaron en gran nivel el Mundial 2010 tras haberse retirado en 2008.
Así las cosas y sin soslayar que este es un momento de recambio, el hockey argentino debe empezar a replantearse algunas cosas, en todos los estamentos. La Confederación Argentina tiene un proyecto de establecimiento de centros regionales de alto rendimiento para detectar y potenciar talentos, pero hay que acelerar el funcionamiento. Y asegurarse de que ese funcionamiento sea efectivo. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero ¿por qué no mirar un poquito aunque sea de reojo lo que hace la UAR con el rugby?
El hockey argentino tiene un seleccionado femenino exitoso desde hace una década y media y gozó, hasta el año pasado, de tener a la mejor jugadora de la historia del deporte a nivel mundial. ¿Por qué no potenciar todo ello y evitar seguir dando manotazos de ahogado? A buen entendedor...