Central es clásico. Que duda cabe. No importa que Newell’s lo haya superado, de a ratos, desde el juego. La alegría terminó siendo otra vez canalla. Una obra que se construyó desde el banco con Miguel Ángel Russo, estratega por excelencia para esta clase de duelos, planteando el partido en el Coloso a medida, sabiendo que siempre tiene un as bajo la manga. Y esa carta ganadora fue Nacho Malcorra. El mediocampista, hasta entonces de poca participación e incidencia, tocó una y fue letal. Sobre la derecha, sacó un zurdazo cruzado que se metió sobre el palo derecho y liquidó el clásico. Sí, uno más para el conjunto auriazul ante su rival de toda la vida, cuyo dolor por la racha adversa se profundiza. Y un triunfo más de Central en el clásico que llegó de los pies de Malcorra, emulando ese otro 1 a 0 en el reciente enfrentamiento contra la Lepra en el Gigante. Tan gigante como la dimensión del 10, un jugador que hizo historia.
Es que jamás un futbolista había convertido en dos clásicos consecutivos para que su equipo gane por 1 a 0. Malcorra es el primero. Pavada de privilegio del volante creativo, cuya participación en el juego había pasado casi desapercibida, hasta ese gol que gritó media ciudad. Recostado sobre la derecha durante la mayor parte del encuentro, no influyó en ofensiva. Su misión, hasta esa jugada que definió el clásico, fue convertirse en el abanderado del plan de Russo. Que fue quitarle ritmo al partido, lentificando la ejecución de cada pelota parada. Malcorra cumplió al pie de la lepra, hasta la exasperación del público local y el fastidio de los jugadores rivales.
Malcorra se tomó todo el tiempo del mundo para patear y se quejó de los proyectiles que le arrojaban cuando se arrimaba cerca de las tribunas para ejecutar un córner, demorando cuantas veces pudo. La finalidad era interrumpir el vértigo de Newell’s, y que los futbolistas rojinegros perdieran la paciencia. Le dio resultado a medias a la visita, porque la perdía rápido y le facilitaba a la Lepra asumir la iniciativa.
A Malcorra le faltaba hasta entonces la justeza que se le conoce con el balón quieto. Pero su pegada está intacta y, en el momento menos esperado, puede aparecer. Es lo que sucedió, al cuarto de hora de la segunda etapa, cuando las posturas de ambos equipos no se habían alterado y Central continuaba sin apresurarse en lo más mínimo. Jonatan Gómez lo vio sobre la derecha y hacia allí fue el balón. Malcorra se perfiló para la zurda y la cruzó, siendo inalcanzable para Macagno. Todos los futbolistas canallas apretujaron a Malcorra, mientras el público leproso trataba de asimilarlo.
De inmediato, Russo movió el banco, sacó a Gómez y mandó a Malcorra a jugar por el medio. Parado en esa zona, entró más y mejor en contacto con la pelota. La trasladó una y otra vez, siendo víctima de infracciones, a partir de la urgencia del rival por recuperarla como sea. Era lo que el creativo quería. Más tiempo que se diluía y que favorecía a Central. Todo por la inteligencia y el manejo del diez.
Central se aferraba a la ventaja mínima, Jorge Broun seguía siendo inexpugnable, Carlos Quintana era una muralla por arriba. Y Malcorra continuaba manejando los tiempos. El reloj avanzaba y Newell’s era impotente para evitar la tercera derrota seguida en la Copa de la Liga. O por falta de respuestas para vulnerar la férrea marca canalla, o porque Ramírez apuntaba y no acertaba.
Malcorra seguía conduciendo a Central cuando la tenía y hasta llegó a probar de zurda desde la medialuna, pegando la pelota en un rival y saliendo cerca. Un nuevo tiro de esquina, que el mediocampista fue a ejecutar sabiendo que no había que apresurarse y cada segundo lo acercaba a la victoria, esa que no había conseguido de visitante en el torneo.
Y fue nomás triunfo canalla, para reeditar un nuevo festejo alborozado, como aquel último que llegó de un tiro libre de Malcorra que dejó parado a Lucas Hoyos. A partir de la zurda del Diez, no hay dudas: Central es clásico.
Malcorra volvió a darle al Canalla el clásico rosarino | #Newells 0-1 #RosarioCentra | Resumen