No estaba todo tan mal, ni ahora está todo tan bien. No era todo negro como parecía, ni ahora salió el sol para siempre. No era que Central había dilapidado un año más en la B Nacional, ni ahora tiene el ascenso en el bolsillo. Nada de eso. Lo que sí ocurrió es que tras la justa y trabajosa victoria de anoche ante Gimnasia de Jujuy el Canalla volvió a tenderle redes a la confianza, encadenó dos triunfos por primera vez en el torneo (hacía seis meses que no lo lograba), está dejando atrás la imagen de equipo inocente cuando los rivales lo atacan y arriba volvió a tener pimienta. Todavía necesita crecer muchísimo para convertirse en un equipo confiable y con pretensiones serias, pero al menos ahora hay un cimiento en donde apoyar la ilusión, algo que no es poca cosa tras un arranque de temporada flojísimo. Central está vivo y esa es la noticia más relevante tras el 2 a 0 de anoche.
Central tenía que ratificar en el Gigante lo bueno que había hecho en la victoria de hace una semana ante Defensa y Justicia. Y no le fue sencillo, pero lo consiguió. Con un segundo tiempo inteligente, donde no se desesperó y le sacó el jugo al máximo al ingreso del atorrante y efectivo Federico Carrizo, el Canalla se quedó con tres puntos vitales para seguir dando pelea, para no bajar la guardia y avisarle a todos que está de pie.
Justamente el Pachi, que reemplazó a Lagos, promediando el complemento fue a buscar a la carrera la asistencia de Medina y en gran maniobra individual clavó el primero, con un gesto técnico de crack. Y luego Toledo, con un desvío afortunado en Mosquera, estampó el segundo grito, el que liberó al Gigante y desató el festejo en las tribunas. Por faltas fuertes vieron la roja Guzmán y el propio Toledo, cuando el partido languidecía. A esa altura ya era todo festejo y luego de varias fechas la gente se fue con una sonrisa de Arroyito.
Claro que si bien la victoria canalla fue justa, a los de Russo les costó encontrarle la vuelta al trámite. Porque en el primer tiempo la pelota parecía cuadrada, no rodaba por abajo, sino que andaba a los tumbos por el terreno de juego. O iba de un lado a otro como una estrella fugaz sin rumbo.
Central no sabía cómo progresar con pelota dominada y Jujuy no quería saber nada con que el partido se arme. Así, los 45 iniciales fueron demasiado densos para la vista y no pasó nada frente a los arcos hasta los minutos finales de la etapa.
Hasta los 27’ lo único que llamó la atención en la noche del Gigante fue el pelotazo que le pegó Méndez a Fileppi en el rostro, sin intención claro, pero terrible golpazo al fin. La única del Lobo fue el bombazo de Ibáñez que dio en palo derecho de Caranta, a la salida de un córner.
Enseguida Lagos capturó un centro de Ferrari en el segundo palo, el ex Instituto enganchó y cuando tenía todo el arco disponible levantó el remate de manera inexplicable. Al descanso con el pescado sin vender.
En el complemento lo dicho, entró Carrizo entonado y picante, Méndez ganó confianza y Medina comenzó a ser incisivo. Con paciencia llegaron los goles y el alivio para un Central al que no le sobró nada, pero ganó con absoluta justicia.
Atrás no sufrió, arriba tuvo puntería y el sueño de pelear por el ascenso está intacto. Hay que seguir remando, pero al menos en la canoa dejó de entrar agua. Una noche positiva.