No hay mucho para analizar sobre que el punto fue un buen negocio para Central, pero no por el contexto, sino por el partido en sí. Es que si la vista se posa en el terreno que el equipo de Russo debía recuperar, quedó en deuda. Pero si el foco se pone en los 90 minutos no caben dudas de que el empate debe ser mirado con buenos ojos. Porque se dio en un partido en el que el canalla lo corrió siempre desde atrás, sobre todo desde lo futbolístico, y por momentos mostrando signos de absoluto desconcierto. Es que la remontada, más desde el ímpetu que desde el juego, sirvió para archivar ese primer tiempo en el que Independiente le marcó una clara diferencia. Y con el zapatazo de Campaz alcanzó para mantener el invicto en el Gigante, pero todo lo otro resultó escueto como para empezar a recuperar terreno en la Copa de la Liga y para crecer en la zona de copas internacionales.
Un instante de partido alcanzó para saber que Central no estaba en una de sus mejores noches. Porque después de ese remate de Campaz que no fue ni tiro al arco ni centro para Cervera, el canalla entró en una nebulosa de la que jamás pudo salir en un primer tiempo en el que Independiente siempre le manejó la pelota. Es que Marcone se metía de último hombre, se abrían los centrales y trepaban los laterales. A todo eso Central no le podía encontrar la vuelta. Tampoco a la libertad de Toloza, por quien pasaba el fútbol del equipo de Tevez.
Braian Martínez lo tuvo de frente al arco pero la tiró afuera y después llegó la doble chance que tuvieron Martínez y Giménez, al toque de la salida forzada de Malcorra. Sí, eso también sufría el canalla en medio del desconcierto futbolístico.
El #Rojo cortó su racha de victorias ante el #Canalla | #RosarioCentral 1-1 #Independiente | Resumen
La diferencia estaba en el trato del balón y en las ambiciones. Porque mientras Independiente la hacía circular y metía gente en ataque, Central la perdía demasiado rápido y sin la mínima chance de acercarse al arco de Rey. Sólo Campaz probó de media distancia, pero su remate se fue ancho.
¿Cómo explicar el desconcierto canalla? A los 39’ tuvo un córner, la jugaron rápido y Coyote tiró el centro, sin que Agüero y Quintana hayan todavía llegado al área rival. Un rato antes Broun había reaccionado bien frente al potente remate de Canelo, pero falló groseramente sobre el final de la primera etapa, después en ese córner en el que se pasó de largo. La pelota le dio a Toledo y le quedó a Báez, para la definición de taco. Por cómo se había dado el trámite, un descanso con un gol abajo, lo que parecía un buen negocio.
Lo que vino después fue algo más de compromiso por parte de Central, aunque sin la lucidez necesaria como para equilibrarlo desde el trámite. De hecho a los 6’ del complemento Giménez lo tuvo tras una contra del rojo, como para empezar a bajarle la persiana al partido Pero el canalla contestó de inmediato con un centro a media altura de Campaz que Cervera, en la única que tuvo, no alcanzó a conectar de frente al arco.
Ese pareció ser el quiebre del partido, el momento en el que Central entendió que al menos desde las ganas podía mostrar algo distinto (el hincha ya se lo había pedido un par de veces a los gritos). El fútbol siguió sin aparecer, pero al menos el equipo pudo abrirle el telón a algunas jugadas aisladas, que sirvieron para mostrarle a Independiente que no podía relajarse. Campaz, que ya era otro jugador, la puso en cortada para Giaccone, pero el Laucha no pudo con Rey. Y el partido se hizo más de ida y vuelta que nunca, porque el rojo entendía que la solidez del canalla no era tal. Lo demostró en esa corrida de Canelo que se llevó a la rastra a Sández, pero cerró justo Agüero.
El golpe canalla llegó en el momento justo, al toque de esa jugada. Campaz penetró en el área y de puntín la puso cruzada. Palo y adentro. Locura en el Gigante, en favor de un Central que quiso ganarlo pero pudo perderlo, con ese cabezazo de Giménez que lamió el palo izquierdo de Broun.
El canalla fue con lo que pudo y como pudo, con amor propio, pero sin tantas ideas y su fútbol no le dio como para pegar el salto que debía, sino apenas para mantener el invicto. Fue un pasito corto.