Otro día de emociones varias. Fuertes. De especulaciones que rápidamente marcaron un camino, pero que se dieron de frente cuando Paolo Montero se sentó frente a los micrófonos para entregar las explicaciones de la durísima derrota de Central a manos de Argentinos Juniors. Es que ese traspié fue el ingrediente por naturaleza. El que le puso picante a una tarde en Arroyito que comenzó con expectativas, que prosiguió con una bulímica actuación y con una continuidad de Montero que, ahora sí, ya pende de un hilo. Fácilmente resumible lo que dejó la jornada de ayer: si Central no pasa a Godoy Cruz por Copa Argentina, el técnico dará un paso al costado. Fue el plazo que se puso el propio entrenador y el que le dieron los dirigentes tras la extensa reunión que las partes mantuvieron en el vestuario después del partido. El presente de Central se ensució por completo y el futuro, embichado.
A esta altura resulta complejo conjugar la vida de Central en presente. Es casi imposible. Todos los cañones están apuntados a lo que será ese futuro cercano que tiene al choque copero en la mira. Puede ser alegría, clasificación e, incluso, un simple paliativo. Puede ser también un quiebre y a partir de ahí empezar a pensar en una historia con otro técnico al frente del equipo.
"Ese es el plazo que nosotros como cuerpo técnico nos ponemos", expresó Montero. Fue "la" imagen del día. Porque el técnico canalla sabe mejor que nadie y, en ese sentido, declaró en las últimas semanas, que los resultados en un determinado momento imponen su tiranía. Si eso no ocurrió ayer fue porque está la revancha de la Copa Argentina. Y quizá por ello el repudio no fue tan pronunciado, más allá de algunos silbidos para determinados jugadores, cuando la gente entendió que la historia era imposible de revertir. Si hasta hubo tiempo para el "vamo, vamo los pibes" que ya se transformó en un clásico y claro grito de guerra por parte de los hinchas.
Una derrota podía ser determinante. Pero mucho más las formas. Y esas formas existieron. Es más, fueron las que desenrollaron la alfombra roja por la que tranquilamente pudieron desfilar Montero y su cuerpo técnico.
La reacción de parte del equipo no estuvo y la racha de partidos sin victorias sumó un poroto más (ya son 11). Conclusión: a Montero no le quedó otra que entregar rápidamente algunos conceptos respecto de su continuidad. Eso sí, lo hizo sin intercambiar palabra con los dirigentes, quienes tranquilamente podían haber tomado la decisión de ponerle punto final al ciclo del uruguayo, cosa que finalmente no sucedió.
Igual eso no impidió que las caras se pusieran frente a frente en el vestuario, donde se sabía que de un lado iban a aparecer pedidos de explicación y que del otro lado debía escucharse una respuesta acorde. Fue el tiempo en el que cinco dirigentes (Luciano Cefaratti, Ricardo Carloni, Rodolfo Di Pollina, Esteban Ferreyra y Eduardo Bossio), el director deportivo Mauro Cetto y el propio Montero se encerraron y comenzaron a desmenuzar el presente. Mientras eso ocurría, del vestuario de jugadores salían todos, a excepción de los referentes, quienes se quedaron un tiempo más porque formaron parte de un segundo cónclave con los dirigentes.
La sensación de ciclo agotado que comenzó a vivirse con el segundo gol de Argentinos y que se potenció con la tercera conquista tenía razón de ser. Montero decodificó el mensaje que entregaba el presente, pero entendió que en medio de tantos manotazos aún hay una soga de la cual colgarse. Tal como sucedió en el ciclo anterior con el Chacho Coudet al frente: la estadía en la Copa Argentina determinará el límite de Paolo en Central. No existe manera de pensar que en el medio hay rumores infundados ni malintencionados. De no haber sido por el partido del lunes 23 en Córdoba, Montero hoy ya no sería el entrenador canalla. Una derrota más, que embichó el presente y el futuro canalla.