Fuerzas políticas minoritarias compuestas por unos pocos apellidos de gente decente suelen gozar del reconocimiento de los otros partidos, el periodismo y parte de la opinión pública. Eso era el cuadro descriptivo, en líneas generales, del socialismo rosarino (o santafesino) en los 80. El viejo PSP, comandado por Estévez Boero, Cavallero, Zabalza y algunos pocos más. Personas que se ganaban la vida con su profesión y a la noche se reunían, militaban, en el centro socialista. Lugar que sí poblaban también algunos jóvenes ya que el MNR existía ciertamente desde los 70 en las facultades, por cuyos pasillos caminaban cuadros más jóvenes como Giustiniani, Patricia Sandoz, Urruty y Liberati. Octavio Peralta, en judiciales, era uno de los pocos –quizá el único- nombre representativo en un gremio.
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Vamos a la primera. Se emparenta con el sobresalto, el impacto, la atención que genera la denuncia. La denuncia de corrupción. Varios nombres en la política trascendieron estas décadas gracias a la altisonancia de sus denuncias. Carrió, por ejemplo.
Cavallero encarnó, pero con pruebas, la denuncia más estruendosa que hubo en el comportamiento parlamentario local en los 80. Supo, desde que ocupó la banca, que en el cuerpo del Concejo funcionaba una asociación encargada de cobrar un “peaje” para votarle al Ejecutivo de Usandizaga los pliegos de las concesiones y permisos municipales que más le importaban. La integraban mayormente concejales peronistas que recibían los expedientes de algún amigo radical.
Era un cuerpo inundado de sospechas en un tiempo económico traumático de inflación al 30 o 40 por ciento mensual y en el que cada aumento del boleto de colectivo, por ejemplo, era votado por el Concejo. Es decir, una aprobación cada mes en un tironeo en el que intervenían la vieja Cetup (compuesta por 30 empresas), el Ejecutivo y cada uno de los bloques del Concejo. Rumores al por mayor semana tras semana.
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Cavallero persiguió otro negocio desde que le tiraron la primera pista: la concesión del mantenimiento de los parques y plazas a una empresa llamada Fibraca. En tiempos donde no existía la informática ya de por sí resultaba difícil estimar el sobreprecio y más dificultosa otra labor que terminó ciertamente intervenida por el azar. Los concejales sospechados cobraron la coima en cheques de un banco oficial, el de Santa Fe, en el que había sido empleado uno de los más fieles secretarios de Cavallero, José Luis López. Había que seguirles la ruta y fotocopiarlos. Se logró. Concejales escrachados y algunos presos.
Otra cuota de azar la tuvo Cavallero el día que renunció Usandizaga a la Intendencia. Año 1989 tras el triunfo de Carlos Menem en la Nación, en elecciones adelantadas, sobre su correligionario y amigo Eduardo Angeloz. Inentendible decisión y fin de una gestión de un hombre que era avalado mayormente por la ciudadanía rosarina. El entonces presidente del Concejo, Carlos Ramirez, asume la intendencia interinamente hasta que se llega a los comicios de diciembre.
Era la oportunidad para el socialismo y el socialismo no la desaprovechó. La peleó hasta el final y se impuso sobre el postulante del PJ Alberto Joaquín, rosarino entonces ministro de Obras Públicas del gobernador Víctor Reviglio.
Cavallero y el PSP celebraron el triunfo (no esa noche, sino en la semana) en el aún existente restorán Viejo Balcón (Italia y Weelright) a cuyo frente la vista concluía en un gran paredón de galpones del ferrocarril. Quizá Cavallero haya observado.
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Aquí comenzó otra historia, la de una gestión con varios costados y que en el balance final todo el mundo la juzga positiva. Decisión de todo el PSP y del intendente Cavallero en particular: partido de médicos, bioquímicos –Cavallero lo era-, ingenieros y otras profesiones, dotar a la salud pública de recursos, que no necesariamente debe traducirse como presupuesto.
Segundo, resolver cómo financiar una obra importante de cloacas y emisarios en una ciudad que aún tenía latente la gran inundación de Empalme Graneros.
Tercero (misión más silenciosa) continuar la apertura al río cuya primera ventana había sido abierta por Usandizaga con el parque España yen obras iniciales en la zona de la bajada Escauriza en La Florida.
La primera de las cuestiones sirvió al creciente lucimiento de Hermes Binner, un cráneo de la política en nuestras latitudes detrás del aspecto de un médico y secretario de Salud decente, conocedor y amable. Gran parte de la historia y la labor en Salud ya está escrita.
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Para la segunda, Cavallero crea una sobretasa para cloacas que incluye en la TGI y que todavía debe figurar. Así comienza la gran obra subterránea que esa gestión lega a la ciudad y que incluso motivaba un debate interno en el seno del gabinete y del partido: “No se ve, es gigante pero no se ve”. Por lo tanto, no se traducía en votos.
Para el último de los proyectos Cavallero eligió a un secretario proveniente de la gestión de Usandizaga y que por lo tanto no era socialista, el constructor David Czarny. Comienza la apertura al río de la gestión desde el parque España hasta las cerealeras entonces ubicadas donde hoy se levantan las torres Dolfines, incluido el derrumbre de los galpones en la línea de Weelright, desde Italia casi hasta Oroño.
Todo esta obra la gestión posterior de Hermes Binner la termina de coronar con la creación de los parques en terrenos y bienes cedidos del ferrocarril, incluidas las trazas adyacentes al shopping Alto Rosario.
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Cavallero nunca estuvo seguro si los esfuerzos de su naciente gestión eran descubiertos por la gente, mientras el tiempo lo apremiaba ya que iba a la relección en dos y no cuatro años. En parte porque debió pilotear en un tiempo cambiante. Asumió 15 días antes del Plan Bonex (finales del 89,inflación de 3.000%, tasas por las nubes y fracaso del Plan Bunge y Born de Menem), gobernó 1990 con inflación de 2.300% pero sin embargo presenció cómo en 1991, plan de convertibilidad mediante e inflación que bajaba a cero, la esperanza renacía nuevamente en los argentinos.
Imposible saber dónde estaba uno realmente parado. Sin embargo, fue reelecto.
En el segundo mandato el plan siguió ejecutándose. El habitante rosarino lo siguió percibiendo como un intendente honesto, fundamentado y laborioso. “Honestidad, Trabajo y Eficiencia”, fue el nuevo eslogan o línea interna que fundó en el socialismo.
Los años subsiguientes (92, 93) sin inflación, elaboración de presupuestos más certeros, actividad y recaudación acordes, afirmaron la gestión municipal. El socialismo ahora sí ejercía en serio la jefatura en Rosario. Mientras, en el partido se afirmaban otras figuras.
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Las elecciones de 1993 catapultaron a Hermes Binner a la cabeza de la lista de concejales y saltando de la Secretaría de Salud al Concejo, en un ensayo exitoso que no podía sino desembocar en la candidatura a intendente en el 95. Ganó en todas las seccionales imponiéndose a una nueva figura anotada en el peronismo, Evaristo Monti.
Parte de la plana mayor del socialismo, que ya recelaba a Cavallero y lo cuestionaba por su coqueteo con el gobierno central de Menem, se encargó de potenciar que fue más un triunfo de Binner que del entonces intendente. La brecha interna ya estaba.
Así empezaron a escribirse las líneas iniciales de un capítulo central del libro del socialismo y de la historia institucional contemporánea de Rosario. El partido termina dirimiendo la pelea en elecciones internas de afiliados a favor de Binner y Cavallero abandona la fuerza que no podrá borrarlo de sus páginas.
Cavallero fue un apasionado, un político ciertas veces verborrágico pero porque lo vencían las ganas de explicar y de acalorarse en la charla con quien tenía enfrente. Los afectos lo vencían, como cuando llegaba a confesar, riéndose, que se había puesto los calzoncillos rojos para ir a ver un partido de la selección a La Rosada.
En esa línea de favores y amistades, se recostó, sí, sobre el peronismo triunfante de mediados de los 90 y comprobó que el peronismo, más que valorarte, te fagocita. Culminó en el 95 una gestión municipal destacada para Rosario y a su vez como candidato a gobernador en un sublema justicialista que conformó junto al actual gobernador, Omar Perotti. En comicios que provocaron un recuento de más de un mes resultaron derrotado por el entonces delfín del gobernador Carlos Reutemann, Jorge Obeid.
Una enseñanza oriental indica que hay que rezar por los enemigos (o adversarios) porque te mantienen en pie y hasta provocan algunos de tus grandes avances. Algunos de los grandes esfuerzos de Cavallero de las últimas décadas estuvieron motivados como una demostración de sus fuerzas y capacidades a sus antiguos camaradas. Paradoja que solo meses después de que hayan vencido las resistencias físicas de un antiguo amigo las suyas también hayan declinado.
Las de dos intendentes valorados de la ciudad.