Los médicos y licenciados especialistas en nutrición estamos cada vez más preocupados frente a la cantidad de mensajes impulsados por no profesionales en las redes sociales. En los últimos años se ha producido el fenómeno de piedra libre para hablar sobre nutrición y alimentación pero esto se ha agravado últimamente porque personalidades con gran cantidad de seguidores, por ser modelos, panelistas, profesores de gimnasia, coach health, periodistas o simplemente no siendo nada pero habiendo logrado un cuerpo supuestamente perfecto comienzan a usar sus redes como un medio de comunicación y transmisión de mensajes que muchos intentan seguir, sin saber si son recomendaciones saludables o servirán personalmente para ellos.
En el marco de querer lograr el cuerpo de esa modelo, los estándares de belleza y la perfección física que postulan las influencers de la moda o las costumbres aconsejadas por periodistas con alta tendencia fanática, aparecen rígidas inclinaciones alimentarias. Así es como surgen en las redes sociales perfiles estrictos aconsejando tendencias estrictas como el vegetarianismo, las dietas proteicas, la moda fit, la dieta gluten free, el veganismo, la condena a los ultraprocesados, la diabolización de las harinas o los lácteos, los ayunos intermitentes y todo tipo de estrategias que son popularmente consideradas para mejorar la salud, pero que terminan poniendo a la comida en el centro de sus vidas.
Debido a esta obsesión se embarcan en fuertes restricciones nutricionales y supresiones alimentarias, que pueden dañar su salud, llegando a casos de malnutrición, déficits de vitaminas, trastornos de la conducta alimentaria o la mayoría de las veces a la imposibilidad de sostenerlo, llegando al fracaso con sentimientos de culpa, pérdida del control y aumento de peso posterior.
En estos días se difundieron en diferentes medios de comunicación datos obtenidos de una encuesta nacional que realizó la Universidad UADE y la consultora Voices que advirtió que casi tres de cada diez argentinos (el 27 por ciento) sigue en redes a instagramers reconocidos que publican tips y consejos sobre alimentación, además el 35 por ciento manifestaron seguir las recomendaciones sobre dietas de algún influencer. El gran problema radica en que éstas celebridades pueden haber o no leído, pueden o no haber investigado pero no han realizado una carrera universitaria, no poseen un título habilitante ni una matrícula para ejercer influencias en la población, ni tampoco están preparados para determinar qué riesgo pueden correr las personas según sus propias vulnerabilidades al recubir un mensaje que parecería que vale para todos.
Sin lugar a dudas la mera difusión de mensajes genera daño en la población, pero muchas veces éstos límites se sobrepasan y algunos de ellos establecen contactos personales con sus seguidores, brindando consejos, dando charlas, talleres y armando planes vía mail o vía Whatsapp. Esto claramente se define como Intrusismo Profesional, ya que son actividades profesionales reservadas al título ejercidas por personas no autorizadas, y que atentan gravemente contra la salud de la población debido a que se fomentan prácticas poco saludables, se desinforma con consejos inadecuados, se lucra vendiendo productos de dudosa fiabilidad, entre otros perjuicios.
A medida que avanza la epidemia de obesidad, los trastornos de la conducta alimentaria se hacen cada vez más frecuentes, afectando enormemente a nuestros adolescentes a edades cada vez más tempranas.
La anorexia y la bulimia afectan a 7 millones de mujeres y a un millón de hombres en todo el mundo. En Argentina, según datos del año 2011 de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA), el 37 por ciento de las mujeres entre 15 y 20 años sufre un trastorno alimentario. Para que se presente un trastorno alimentario debe haber una predisposición psicológica y genética, pero además hay factores protectores y predisponentes. Evidentemente hoy en día aumentan los factores de riesgo marcando un aumento muy significativo de estos trastornos y apareciendo algunos nuevos que sin duda están muy ligados a lo cultural y social.
Entre los adolescentes, las redes juegan un rol importante que les permite ampliar y mejorar las relaciones sociales, acercar a las personas que están lejos y permite compartir experiencias de forma instantánea, algo que antes no era posible. Pero a la vez, en la red existe un vacío legal que permite que lamentablemente los malos hábitos o los patrones conductuales peligrosos "se contagien".
Se han detectado además casos de personas que padecen trastornos alimentarios con cuentas muy influenciadoras que han encontrado en esta red social el lugar perfecto para compartir sus experiencias (fotos de cuerpos esqueléticos, consejos para ocultar la enfermedad a sus padres, trucos para adelgazar) con otras personas, que quizás están sanas, pero comienzan a identificarse con sus tips y pueden llegar a ser un factor precipitante de estas enfermedades.
De acuerdo a las estadísticas del Centro Especializado en Desórdenes Alimentarios, el 90 por ciento de las consultas en su sede son de mujeres, de las cuales el 60 por ciento son adolescentes, coincidiendo con la misma población que hoy maneja su vida social a través de las redes. Estos son datos que deberían hacernos recapacitar y tomar medidas inmediatamente.
Hay que retomar las palabras de la Agencia de Calidad de Internet (IQUA) que señala sobre las redes sociales que se han convertido en un mundo de "desinformación incontrolada, con falsos mitos y datos incorrectos altamente peligrosos para la salud y para un correcto desarrollo físico y emocional" y que "promueve auténticas actitudes de riesgo para nuestros adolescentes".
Las regulaciones sobre las redes sociales es un tema aún pendiente en el siglo XXI que preocupa a los especialistas. Aún no hemos podido acercarnos a una solución real más que generar difusión y educación sobre el tema, transmitiendo el mensaje "Tu salud se cuida con matrícula" y aconsejando a la población a no seguir a profesionales que no sean de la salud y especialistas en el tema de una acción tan central y vital como comer.