En matemática, uno más uno es siempre dos; pero cuando dos factores se combinan
para producir un efecto, este último no siempre es igual a la suma de los dos efectos que se
presentarían por separado: si se inhiben mutuamente puede ser menor. Pero si la suma de ambos
efectos da más que dos, estaremos ante lo que se llama una "combinación sinérgica".
Esto sería lo que sucede con el carácter de una persona propensa a las emociones
negativas: el malhumor, la tristeza, el enojo, el pesimismo o la tendencia a ver siempre "el vaso
medio vacío", cuando además tiene dificultades para comunicarse, es decir, cuando "se traga" todos
aquellos sentimientos sin poder abrirse a otros que le brinden otros puntos de vista o que le
puedan contagiar otros estados de ánimo.
La combinación entre inhibición social y "afectividad negativa" cobraría el
carácter de una sinergia capaz de activar el sistema inmunológico, incrementar la presión arterial,
alterar el ritmo cardíaco y, según aseguran ahora un cúmulo de investigaciones recientes realizadas
básicamente en Europa, constituirse a la larga en un importante factor de enfermedades crónicas del
aparato circulatorio.
Los estudiosos que desde fines de la década pasada van tras estas pistas han
llamado "personalidad tipo D" a esta combinación de factores. De hecho, hay estudios anteriores que
identifican a la depresión como un factor de riesgo de sufrir infarto de miocardio. Pero la
combinación de afectividad negativa más inhibición social parece funcionar como factor de riesgo
para enfermedades crónicas.
¿Cómo se sabe? Básicamente a través del trabajo de un núcleo de investigadores
del departamento de Psicología Médica de la Universidad de Tilburg, en Holanda. Según explicó a su
reciente visita al país la doctora Angelique Schiffer, que forma parte del equipo, si se analiza el
perfil psicológico de las personas afectadas por diferentes enfermedades cardiovasculares, se
encuentra que la combinación de estas características es considerablemente más frecuente que en la
población general.
Estos estudios fueron publicados en varias revistas médicas —desde The
Lancet hasta Psychosomatic Medicine—, y cabe aclarar que fueron realizados en la población
europea, por lo que, en caso de que fueran válidos los resultados, harían falta nuevas
investigaciones a nivel local para saber de este lado del mundo en qué medida hacer terapia
mejoraría su pronóstico como paciente cardiológico.
Entre los pacientes con insuficiencia cardíaca los que tienen estas
características de la personalidad no sólo acusan más síntomas que el "paciente promedio", sino que
además se preocupan más por cada pequeña dolencia y, como contrapartida que empeoraría las cosas,
son menos propensos a consultar al médico, justamente a causa de su inhibición social.
Esta inhibición para tratar con gente y expresar sentimientos es, para muchos,
una estrategia para no verse expuestos al estrés que les significaría mostrarse, pero se les
termina volviendo en contra. Schiffer sugiere actuar directamente a nivel terapéutico sobre estas
conductas como forma de disminuir factores de riesgo para el corazón.
En los estudios se consideraron como personas con "inhibición social" a las que
no hacen contacto fácilmente cuando conocen gente, les cuesta iniciar una conversación y prefieren
mantenerse a distancia de los demás.
La afectividad negativa estaría dada por conductas como la de "ahogarse en un
vaso con agua", sentirse infeliz, melancólico, de mal humor y desanimado, durante un período de al
menos seis meses. La conjunción de estos dos caracteres sería la que da como resultado el tipo de
personalidad que estos investigadores europeos identificaron como un factor de riesgo
cardiovascular. Es una característica de la personalidad que no debe confundirse con la depresión,
un trastorno del estado de ánimo que la persona puede padecer sin que afecte su capacidad de
relacionarse con los demás. Aunque, según aseguran, ni la depresión ni la personalidad D dependen
de la edad, ni de la condición social, ni del nivel de educación.