Esta semana —una vez más— la infidelidad se robó la atención en todos los programas de chimentos de la Argentina. La curiosidad que provoca el tema es indiscutible. Sobre todo si "la víctima" es otro. O como en este caso, otra.
Esta semana —una vez más— la infidelidad se robó la atención en todos los programas de chimentos de la Argentina. La curiosidad que provoca el tema es indiscutible. Sobre todo si "la víctima" es otro. O como en este caso, otra.
Amalia Granata, ex modelo y ahora periodista y panelista, "descubrió" que su actual pareja tenía un vínculo amoroso con otra mujer. Los chats privados entre el señor (que además es el padre del hijo que Granata espera para dentro cuatro meses) y una señorita que no era ella circularon por doquier. Obviamente no faltaron los titulares catástrofe en todos los medios: "Embarazada y engañada"; "El peor momento en la vida de Amalia"; "Amalia perdonó la infidelidad". Las redes sociales explotaron, y surgieron comentarios de todo tamaño y color.
La comidilla no se acalló aún. Sea bienvenido el tema para dialogar con un psicólogo (que ha trabajado durante décadas con temas de pareja) para echar algo de luz sobre un asunto tan engorroso como la infidelidad.
Más habló con Manuel del Castillo, subdirector de la red Psicoterapéutica.
—¿Es la infidelidad un tema recurrente en la consulta con el psicólogo?
—Es un tema importante. Se puede dar en las consultas, puntualmente, y también aparece dentro del proceso terapéutico como un evento particularmente significativo, o como parte de múltiples problemas que puede estar atravesando una pareja.
—Lo trae al consultorio quien sufre la infidelidad o quien es infiel...
—Fundamentalmente quien padece la infidelidad, el que la sufre. Puede que también consulte quien es infiel porque reconoce un comportamiento compulsivo, dañino (para sí y para otros), o porque fue descubierto y eso le acarrea una serie de problemas. Pero como primera cuestión me parece importante definir qué es la infidelidad, porque obviamente es muy variable de acuerdo con las culturas e incluso dentro de la misma cultura. Hay parejas en las que ninguno tolera ni siquiera la idea de que su compañero o compañera piense en otra persona. De ahí en adelante hay un amplio abanico que va hasta aquellas relaciones abiertas donde se acepta que, cada tanto, tengan relaciones con terceros. En términos clásicos, si vale el adjetivo, infidelidad es que uno de los dos esté con otra persona, y eso en nuestra cultura occidental se acepta poco. Rosario no está al margen.
—¿En una pareja siempre hay uno más infiel que otro?
—Me animaría a decir que las parejas tienden a ser complementarias. Hay roles complementarios. Uno es más activo y otro más pasivo, uno es más emprendedor y el otro más tranquilo, uno es más transgresor que el otro. Y lo mismo suele pasar en torno a la infidelidad.
—¿Es cierto que ojos que no ven, corazón que no siente?
—No. Ojos que no ven, corazón herido. Si hablamos de una relación estable las señales de infidelidad están desde el principio y accesibles para quien es engañado. De hecho el infiel en un comienzo se cuida mucho, hasta lo extremo, pero luego en la medida que ve que no pasa nada se va relajando. Y las huellas quedan. Lo que hay que remarcar es que la negación nunca es positiva porque implica un costo psicológico muy alto. Hay una distorsión de la percepción de quien es engañado que se va estableciendo. Su mente codifica esas señales pero sin embargo para él o ella se hacen invisibles. Que no vea, no quiere decir que deje de padecer. Cuando alguien oculta algo hay silencios, hay temas que no se tratan... se habla de una infidelidad en una pareja amiga y entonces el infiel actúa toda una situación rechazando o juzgando el hecho. Y el que es engañado, lo mismo. Hay una puesta en escena, un actuar un rol que no es gratis. Lo peor es que quien está afectado por la infidelidad no le pone palabras, no hay allí ni pensamiento ni acción reparadora, es algo que enferma silenciosamente.
—¿Y se puede perdonar una infidelidad?
—Puede ser positivo que una persona vea, reconozca y que elija tolerarlo. Se puede perdonar una infidelidad pero el proceso de perdón es muy complejo, y casi nunca se entiende en su totalidad. Ni quien cometió la infidelidad ni quien la sufrió suelen comprender la magnitud de lo vivido, y no se transita ese proceso suficientemente. Lo que implica el perdón muy pocos lo viven profundamente. Quien perdona de verdad es porque ha registrado además su participación en el proceso, que ha podido aceptar que es parte del problema, no que el problema es del otro o está afuera. El que perdona necesita saber y preguntarse por qué ocultó esas señales (¿qué perdía si el otro se iba?, por ejemplo). Y la persona que es infiel sólo podrá ser parte de una verdadera solución si se hace responsable, si honestamente está dispuesto a cambiar y reconoce la complejidad de lo que sucedió. O por el contrario, encaró un cambio cosmético sólo porque fue descubierto y se armó un lío tremendo, que es lo más frecuente...
—¿Cuándo hay hijos es más fácil perdonar?
—Cuando hay hijos, la separación (en el caso de que no se pueda continuar la relación) es más difícil. Cuesta más hasta pensarlo. Las parejas sin hijos tienen menos condicionamientos. Una mujer que depende económicamente del marido y tiene hijos pequeños está en desigualdad de condiciones si decide terminar la relación. Pero también cuando hay hijos el tema de la infidelidad se hace más complejo. Puede que la mujer que es madre y ha sido engañada ponga al hijo en contra del padre, o al revés... Entonces ya no es una cosa de uno con otro, sino de varios con uno...
—Se dice que la monogamia no es natural y que por eso hay tantas relaciones que fracasan.
—Cuidado con esto. Porque es cierto... pero nada en el humano es natural en este aspecto. La poligamia o la promiscuidad tampoco lo son. Y en este mundo en el que vivimos la fidelidad y la familia tienen un valor enorme, muy arraigado, muy fuerte, que no es sencillo desmontar. Ni lo será aunque pasen muchos años. Entonces las expectativas puestas en la familia y la pareja son muy grandes y de allí que el sufrimiento sea tan grande cuando falla, cuando aparece la infidelidad.
—¿Puede alguien sufrir una conmoción que afecte su psiquis cuando se entera?
—Sin duda puede llevar a complicaciones enormes en la salud psíquica de la persona. La pareja es el espacio en el cual se vuelcan las expectativas más íntimas y profundas. Una entrega que se produce lentamente y de los aspectos más delicados de un ser humano. Entonces... ¿si no puedo confiar en quien confiaba, qué me queda? ¿Qué valgo? ¿Quién soy? ¿Soy digno de amor, de deseo? Es mucho lo que allí está en juego
—¿Es cierto que hay infieles por naturaleza?
—Bueno, se sabe que hay una predisposición genética para todos nuestros comportamientos. Que hay personas más extrovertidas que otras, más audaces que otras, que necesitan más adrenalina y que ese temperamento puede llevar a una mayor tendencia a la infidelidad. En todo caso es porque sus vínculos sentimentales y sexuales se han constituido de ese modo, porque a lo mejor desde chicos la novia era para ir al cine, pasear y contarle cosas y la pasión sexual era para otra. Esa separación puede que haya condicionado el vínculo y quede luego como estructura. Las causas son múltiples. Pero "infieles naturales", eso no.