Autobiografía a la carta de un poeta de trinchera

La correspondencia del poeta, antropólogo, activista gay y contracultural, fue compilada por la investigadora Cecilia Palmeiro, desde 1976 hasta su muerte en 1992. Esos textos permiten rastrear las búsquedas poéticas y políticas de su producción.
26 de junio 2016 · 00:00hs

Néstor Perlongher: correspondencia es una compilación de cartas que recopiló la ensayista, docente e investigadora Cecilia Palmeiro durante más de dos años. Gracias a una beca posdoctoral de repatriación –ella por ese entonces vivía en Estados Unidos, donde aún dicta clases–, pudo emprender la tarea de reunir estos casi doscientos fragmentos que abarcan un período que va desde 1976 hasta 1992, fecha de su muerte. Como bien reconoce en el comienzo del libro editado por Mansalva algunas de estas cartas ya habían sido reunidas por separado: las de Sara Torres fueron incluidas en Papeles insumisos (2004), compilado por Adrián Cangi y Reynaldo Jiménez, y las de Osvaldo Baigorria fueron reunidas en Un barroco de trinchera (2006). Pero la gran diferencia con esos trabajos es que los destinatarios aquí se multiplican y se van jerarquizando a través de las casi doscientas cincuentas páginas, dando una idea (auto)biográfica, casi novelesca a ratos, ya que hay personajes principales y también secundarios, personajes importantes en determinadas épocas en la vida de Perlongher, protagonistas de los sufrimientos, alegrías y dudas de un poeta que se marchó del país en 1981 con un libro publicado (Austria-Hungría en 1980) y que no regresó jamás pero que en su exilio hizo casi toda su obra.

La historia de este libro es entonces la historia de la construcción de un escritor pero también la de un desarraigo. Esto se ve muy intensamente a fines de los 70, cuando el autor de Alambres le comienza a dar vuelta a la idea de marcharse del país y radicarse en Brasil. En 1979, en plena dictadura militar, ese país, y no Argentina, parece ser su destino. En una carta dirigida a Osvaldo Baigorria, que por esa épica residía en Canadá, escribe: "Pienso que si volvés no reconocerás esta city que supo ser tan loca, ahora apagada como una lamparita quemada". Y más adelante le confiesa su deseo de radicarse en climas más cálidos, "como ser los brasiles, paraísos terrenales que tuve la dicha de conocer en el último verano, quedando enteramente fascinado, aunque, claro, no es tan fácil abrirse paso allí, en especial si uno no tiene la residencia". Perlongher desea una sociedad más permisiva que la argentina, "un país más o menos habitable", y ése es Brasil y como ciudad ha escogido San Paulo, básicamente porque le gustan las ciudades grandes. Puede decirse que con veinte y nueve años (de hecho será la edad que siempre festejará en los cumpleaños siguientes) ya sabe qué hacer con su vida: la poesía ya era una ocupación importante y Austria-Hungría estaba tomando forma así como la estética que desarrollaría durante su corta vida y que lo caracterizaría: el barroco, o el neobarroco, o mejor y como dirá de más adulto, el neobarroso, que es el barroco del Río de La Plata.

Por las cartas desfilan en distintas jerarquías los que podrían ser personajes principales de esta autobiografía a la carta: Sara Torres, Osvaldo Baigorria, Beba Eguía, Roberto Echavarren; personajes secundarios pero no por eso menos importantes, como Tamara Kamenszain, Jorge Schwartz, Néstor Latrónico, Daniel Molina, Christian Ferrer, y también Reinaldo Arenas, Sergio Chejfec, el padre de Perlongher, su madre y muchos más. De hecho la carta-poema a su madre clausura el volumen. Lo importante de esta jerarquización son las complicidades y diversidad de relaciones que es capaz de armar: no es lo mismo la calidez y el refugio de Sara Torres que la complicidad poética de Echavarren, el cable a tierra de Baigorria o los informes que le pide que haga Daniel Molina sobre la realidad local. Hay modos particulares de establecer un trato, una correspondencia, respetando el lugar que cada uno ocupaba en la vida de Perlongher. De este modo uno va imaginando su vida y construyendo su (auto)biografía.

Para Cecilia Palmeiro esto fue deliberado: "Quise editar la correspondencia de modo que se leyera como novela o autobiografía, con los corresponsales como personajes en distintos planos que iluminan las mil caras de Perlongher (activista, feminista, marica, poeta, exiliado, antropólogo, docente, -ex- trotskista, devoto, enfermo) y las notas al pie como trasfondo descriptivo del contexto, como ventanas que se abren e interrumpen la narración, como una novela realista interrumpida por momentos de naturalismo (instantáneas, ventanas, links, chismes, historia política y literaria). Y además en la escritura de la intimidad siempre están sobrevolando las formas de la ficción".

Osvaldo Baigorria, uno de estos personajes principales, recuerda que cuando recibía las cartas vivía en una comunidad rural alejadísima en los bosques canadienses, y "sentía alegría y alivio por saber que seguía vivo y coleando. Yo no respondía enseguida, me parecía que no tenía mucho que contarle de mi vida agraria. Entonces en algunas de sus cartas aparecía un reclamo de respuesta inmediata, como un miedo de que lo hubiese olvidado. Después, al leer las recopiladas por Cecilia, vi que ese reclamo se lo hacía también a otros. Me sentí menos culpable". Pese a la impresión de ser permanente consulta ante cualquier duda, Baigorria duda si calificar esto como cable a tierra. Para él, la relación era otra, ya que lo conoció a Perlongher antes de su salida a la poesía: "Algunas cartas pueden dejar la impresión de que consultaba mi opinión sobre ciertos temas. Tenía cierta inseguridad en sus primeras incursiones en el lenguaje neobarroco, como disculpándose por ser poco claro. Por supuesto, las referencias políticas explícitas eran eludidas por temor a que los sobres fuesen revisados en el correo argentino".

Tal como queda claro en la correspondencia que Kafka mantuvo con su editor Kurt Wolff, donde lejos de no importarle la publicación o la circulación de sus textos, siempre estuvo pendiente de eso, prueba de ello es cuando se entera de la reseña que le hizo Sándor Márai la quiere leer y tener a toda costa, una cosa similar sucede con Perlongher. Para él no sólo importa la escritura, sino la publicación, la circulación de sus textos y la instalación de su figura como poeta e intelectual. Está pendiente, por ejemplo, de la primera lectura pública que se hizo de su poema "Cadáveres" incluido en Alambres y que organizó Daniel Molina en el marco de un ciclo de lecturas poéticas de la Secretaría de Cultura de la Nación. Viaja especialmente a Buenos Aires para ver a los amigos, pero también para concretar futuras publicaciones, traducir, participar en coloquios, etcétera. Y en las cartas se observan otras ambiciones: "Hete aquí que mis colegas poetas de transvanguardia, el cubano José Kozer y el uruguayo Roberto Echavarren, presentaron, con el aval de (Severo) Sarduy, mi libro a una importante editora de poesía de Barcelona, llamada Ediciones del Mall, dirigida por Julián Ríos, el autor de Larva, una monstruosa biblia contemporánea. De modo que eso me daría prestigio internacional...".

Cierto campo literario latinoamericano, reflejo de una época, se va mostrando nítidamente a través de estas páginas. Perlongher no es un poeta aislado en San Pablo, es un poeta conectado con el mundo que le interesa; quiere difundir el neobarroco, hacer una antología, leer con atención a los pares. Pese a que sostuvieron una nutrida correspondencia sólo hay dos cartas entre él y el escritor cubano residente en Estados Unidos Reinaldo Arenas, a quien le insiste que tendrían que conocerse personalmente, para lo cual sería ideal organizar un periplo por Brasil. En este punto él es muy claro con Arenas y con todos en general: "Habría que entretejer contactos, vínculos, apariciones revulsivas. Más que un proyecto, es un deseo. Ya no tienes problemas en salir de USA, verdad? (el exilio es un enrejillado burocrático)". La carta que hay de Arenas es casi un año anterior y en ella después de los agradecimientos y de la petición de mantenerlo al tanto, se declara un admirador de su poesía y le dice que espera que "nos demos un baño de saupaulismo y sandapanelesco en el bello Brasil. Aquí, ay, el invierno se despluma tanto por dentro como por fuera". Es una lástima que sólo se hayan encontrado dos cartas entre ambos. En otra carta a otro destinatario cuenta que en Río se cruzó "fugazmente" con Severo Sarduy y que éste leyó "raudamente" sus mamotretos.

Por otro lado, su preocupación por lo que sucede con los escritores y editoriales argentinas es muy evidente. Está en Brasil, pero su mente y sus afectos también están en Argentina. En otra carta comenta una nota escrita por César Aira a mediados de los 80, aparecida en El Porteño, una de las publicaciones referente para él junto a Alfonsina, titulada 'Tres maestros de la poesía: Arturo Carrera, Néstor Perlongher y Osvaldo Lamborghini": "César no oculta su amor barrial por la carrera, es simpática y delicada mencionando mi irrupción afro". En otra fechada en 1981 cuenta la desaparición de la editorial Tierra Baldía, propiedad e iniciativa de Fogwill, "donde yo publiqué gratis mi ópera prima". Aquí además se lamenta de la realidad editorial: "Hay una serie de editorialillas nuevas y poco confiables –es decir no garantizan ni la distribución ni la crítica– que cobran por la publicación, una cifra que aún no he averiguado, pero que presumo debe oscilar entre los u$s500 y 1.000". Registra además la muerte de Lamborghini: "Una pálida: murió en Barcelona Osvaldo Lamborghini (un ataque al corazón? sobredosis?: tragedia literal)". Pero también lee a sus contemporáneos: a Héctor Libertella, a Tamara Kamenszain, a Manuel Puig.

Quizá este interés lo haya impuesto el exilio voluntario, o desarraigo, por eso, como plantea Cecilia Palmeiro, reclamaba "que le enviasen más novedades, libros, revistas, cartas, y él por su lado siempre enviaba textos para publicar. Creo que él siempre quiso participar e intervenir en los debates a nivel nacional, lo que se puede leer muy bien en sus cartas a Christian Ferrer, a través del cual estaba en contacto con el mundo de la juventud anarquista, que a él le interesaba muchísimo, y con Sarita Torres, que era su mayor vínculo con el feminismo local".

Si bien al comienzo, por razones obvias, sus referencias a la política no son muy explícitas y más bien escasas, a medida que va transcurriendo el tiempo y la democracia se empieza a democratizar en el continente son más habituales y naturales, y lo muestran como un animal político. Como dice Cecilia Palmeiro en la introducción a modo de hipótesis ya enunciada en un libro anterior (Desbunde y felicidad. De la cartonera a Perlongher): "Leer su producción poética y prosística como comentario, o intervención, frente a una experiencia política". Esa hipótesis en esta correspondencia va demostrándose a lo largo de estos fragmentos, aunque su política no es una militancia, sino la construcción de una política que va de la mano con la producción literaria. Pero, como agrega la compiladora de esta correspondencia, ya varios críticos, como Horacio González y Nicolás Rosa, habían señalado que su poesía eran "actos extremos del cuerpo".

De ahí por ejemplo su aborde de la guerra de Malvinas: "Lo que hay en el fondo de este ritual es que los desaparecidos están siendo enterrados en la glaciaridad militar de las Malvinas; tierras en disputa, como mujeres ariscas, cuya femeneidad parece chiste: las Georgias, las Malvinas, la Argentina; la Margaret que curiosamente es el travesti de la Tía Margarita". Y agrega que "ya que no podemos llamar a la deserción, llamemos a: todo el poder a lady dy, el vaticano a las Malvinas". Palmeiro cree que esta posición es muy interesante, "ya que son las más radicalizadas de ese debate", no sólo por la proclama y posterior texto 'Todo el poder a Lady Di', sino también por el análisis del problema de la identidad en "El deseo de unas islas", ambos textos incluidos en Prosa plebeya, la compilación de ensayos y crónicas que hicieron Christian Ferrer y Osvaldo Baigorria: "Las cartas que envía a Sarita Torres y a Miguel Grinberg al respecto superan incluso la furia de esos artículos, ya que da rienda suelta a su espanto frente al régimen militar que la guerra promueve". Pero también la temática de Malvinas está presente en el cuento "El informe Grossman" incluido en Evita vive y otros relatos, donde imagina la guerra como lucha de los cuerpos, como sodomización carnavalesca: "La noche antes de que nos trasladaran al Canberra nos cogieron a todos. Éramos 15 colimbas y ellos 70. Nos cogían un poco cada uno. A más de uno le abrían las nalgas a cuchillazos, pero yo me salvé porque mordía el culo de los estrechos y bebía sangre caliente de mis hermanos argentinos".

Pero Perlongher no sólo observa la realidad argentina sino también la realidad brasileña, se entusiasma con el clima político que se vive a poco de su llegada en 1981 y que se refleja en la llegada al país de Félix Guattari y las reuniones que sostiene con el líder del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva: "Estábamos con la delicia de Felicia Guattari. Realmente su venida fue un gran éxito, y se formaron unas bandas de públicos nómades que peregrinaban en pos de su fala, con todas las eclécticas gamas de lo alternativo". Tampoco elude el análisis sobre la política brasileña, está atento a lo que pasa, a las movilizaciones, a las crisis, a los movimientos internos en el PT.

Pero más allá de la política y de la literatura hay cuestiones domésticas que a Perlongher, como a todo poeta que no nació en cuna de oro, lo perturban. Las vicisitudes económicas están muy presentes, tanto así que su situación puede variar drásticamente en pocos meses. Eso quizá lo hace recordar que no tiene el futuro asegurado y menos el presente. Tiene que laburar. Y para eso debe mantenerse sano, cosa que a partir de la rotura de su tobillo pasa a tener una ocupación central: la salud. La lesión lo mantiene enyesado hasta la ingle y debe guardar reposo por dos meses: "De modo que no podré viajar a Buenos Aires en diciembre (tal como era mi deseo) y tampoco quizás en enero o febrero, puesto que mi recuperación será morosa". El accidente y su postración se lo cuenta a Daniel Molina, a Tamara Kamenszain, a Roberto Echavarren y a Sara Torres. Puede decirse que es un anticipo de lo que le sucederá tres años más tarde con la detección del VIH.

Para Cecilia Palmeiro, la enfermedad aparece como un catalizador de un proceso que une escritura y cuerpo: "La escatología del barroco, y en particular del barroco festivo pero también fúnebre que practicó Perlongher, tiene que ver con el dolor y la muerte, y no hay nada más extremo para el cuerpo que ese proceso de devenir cadáver". A partir de la detección del VIH y hasta su muerte las cartas pueden leerse como un diario del sida; sin embargo "a pesar de que estos tópicos e imágenes aparecen en su escritura tanto en carta, ensayos y poemas, hay que decir que en Perlongher había, al mismo tiempo, un deseo de vida arrasador, y creo que en su escritura personal evocaba lo destructivo como modo de conjurarlo: escribir para seguir viviendo". Las cartas demuestran este deseo irrefrenable, porque entendía que mientras siguiera escribiendo estaba vivo. Sin embargo, hacia 1991 ya no estaba bien, y eso Osvaldo Baigorria lo notó: "Nos vimos por última vez, en compañía de Sara Torres, en una cantina de La Boca. Un recuerdo imborrable: frágil, con bastón, el poeta subversivo y activista antipatriarcal sonreía con ternura a unos niños que jugaban dentro de la cantina". Un año después moría en San Pablo y nacía la leyenda.

Querido Papá

S. Paulo. 24.8.92


Perdoname que no te escribí, pero estoy tan mal que a veces no tengo fuerzas para sentarme ante el computador. La mayor parte de los días no consigo hacer nada. Ahora un psiquiatra me recetó unos antidepresivos que me provocan un sueño atroz. Yo también estuve internado 10 días, estaba muy debilitado y con una diarrea imparable, ahí me alimentaban por catéter y me daban todo tipo de drogas, sueros y antibióticos. Perdí 14 kilos. Mi estado es delicado. Tengo una enfermedad en los intestinos, úlcera y una infección generalizada parecida a la tuberculosis, todas molestias típicas del sida. También tengo un tumor ganglionar, pero no me lo pueden tratar porque estoy muy débil. Perdí la vista de un ojo. Mi vida es ir de hospital en hospital, además de los especialistas. El sábado hice tomografía para ver la expansión del tumor. Tomo como 20 comprimidos diarios, además de la medicación que me dan por la vena, junto con suero. La diarrea no para. Estoy tratando de mudarme, pues necesito un depto más grande con lugar para que alguien me cuide. Cualquier cosa me cuesta mucho esfuerzo. Estoy con las piernas débiles, me cuesta mucho subir las escaleras. Es que el virus va comiendo las fibras musculares.

Siento mucho que no estés bien. Yo también empecé a hacer quimioterapia pero tuve que pararla por mi estado de debilidad. Espero que haga efecto y no haya que operar.

Con relación a la autorización para la venta de la casa, tenés que mandarme exactamente cómo tiene que ser el texto. No sé si podré viajar a la Argentina en los próximos meses, en este estado es imposible, aunque ganas no me faltan, todo lo contrario...

Me entristece saber de tu situación. Fuerza.

¿Tenés el diario donde aparece el comentario de Tomás Eloy Martínez sobre mi viaje a N. York?

Un beso a vos y a Norma. Escribíme.

Carta a la amiga

París. 13.12.89


Beba del alma: sos un amor absoluto. Gracias, gracias... escribo rápido tratando de ganarle al mes. Gracias por el texto de la hermana de Evita y por la bella carta. Ayudé en lo posible a Marta en su fugaz periplo parisino. Gracias también por la información sobre la Guggenheim. Creo que voy a publicar los dos libros de poesía por Último Reino, ya–

Beba, no sé cómo contártelo, estoy muerto de miedo. Esos hongos en la lengua revelaron, tras análisis, ser CANDIDA ALBICANS: típico del SIDA. Aún no me animé a hacerme el examen de SIDA específico, porque temo rayarme mucho. Pero juro que no sé qué hacer. Angustia absoluta, BEBA, por lo que más quieras, PIDE POR MI AL PADRE MARIO. Yo te envío una foto.

Por favor sé discreta. De todos modos mandáme si podés la dirección del Padre Mario. No quiero quedarme mucho tiempo aquí...

Si la ves a Sarita dale un gran abrazo de mi parte y decile por favor que tal vez sea hora de vender mi departamento, que averigüe si es posible precios y condiciones.

Siento el peso de tus mudanzas. Si pudiese me iría a S. Paulo y no me movería más (y parece que va a ganar Lula nomás).

Un enorme abrazo a Néstor. Te quiero, te extraño.

Y un abrazo grande a Ricardo!


Gonzalo León / Especial para Más

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