La imagen de Ernesto Che Guevara es eterna, inconfundible. Es también un relato de una época, de la historia escrita a fuerza de aventuras, a comienzos de los 50 a través de sus viajes, y de luchas. Muchas miradas sobre un hombre clave en la historia. Pero ¿cómo era la mirada del Che? ¿Qué observaba? Guevara, primero como hobby y luego como oficio, fue fotógrafo. Ahora, una muestra que inaugura el jueves, las 19, en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC), ofrecerá más de 200 fotos tomadas por él y que se exponen por primera vez en el país.
La muestra, organizada por el Centro de Estudios Che Guevara de La Habana (Cuba) y la Municipalidad de Rosario, propone viajar por la mirada de una de las principales figuras del siglo XX a través de sus fotografías.
Más de 200 fotos tomadas durante diferentes etapas de la vida de Guevara representan un gran viaje itinerante. La recopilación inicial de las imágenes estuvo a cargo de su hijo Camilo, de acuerdo a distintas etapas pero también valorando aspectos históricos y artísticos. La exposición cuenta también con entrevistas audiovisuales a quienes acompañaron al Che en su vida y documentos que revelan la importancia que le daba a la fotografía.
"Hablar de planes en mi situación es contarles un sueño hilvanado; de todas maneras si —condición expresa— consigo el puesto en la frutera, pienso dedicarme a levantar las deudas que tengo aquí, las que dejé allí, comprarme la máquina fotográfica, visitar el Petén y tomármelas olímpicamente para el norte, es decir México", escribió el Che a su madre en abril de 1954.
Desde temprana edad, Ernesto tuvo contacto con la fotografía cuando su padre le regaló una máquina de baquelita. Tiempo más tarde, se convirtió en fotógrafo amateur y lo que en principio surgió como pasatiempo llegó a convertirse en un oficio temporal y en una fuente de ingresos.
Desde México también escribió a su amiga peruana Zoraida Boluarte: "Personalizando, le diré que mi hambre, la que le contaba en la carta adjunta, ha disminuido mucho pues trabajo con una cámara fotográfica en los parques de la ciudad y me da para comer bastante bien. Por las mañanas voy al hospital a trabajar un poco en algo, como para no olvidarme del todo que soy médico. No me puedo dedicar todo el tiempo a la medicina porque en eso no me pagan".
Y también se refería al oficio y a los personajes que lo habitan no sin cierta picardía cuando hacia fines de 1954 le contaba a su madre: "Contra lo que pudieras creer, no soy más malo que la mayoría de los fotógrafos y sí el mejor del grupo de compañeros. Eso sí, en este grupo no se necesita ser tuerto para la corona".
Alternancia
Cuando aún no era el líder político que luego comandó la revolución cubana, Guevara alternaba su pasión por la medicina con la fotografía. Y si bien sus escritos permiten revelar que se convirtió en su oficio y que tomaba fotos sociales luego logró un puesto de corresponsal para la Agencia Latina cuando se desarrollaron los Juegos Panamericanos en México, durante 1955.
Por cierto, recibió felicitaciones por la cobertura pero el pago por su trabajo se complicó por el cierre de la agencia. Decía al respecto: "Mi trabajo durante los Juegos Panamericanos fue algo agotador en todo el sentido de la palabra, pues debía hacer de compilador de noticias, redactor fotográfico y cicerone de los periodistas que llegaban de América del Sur. El promedio de horas sueño no pasa de 4 durante los juegos, debido a que yo era también el que revelaba y copiaba las fotografías. Todo este trabajo debía tener su pequeña compensación monetaria en forma de unos $4 000 que me corresponderían luego de tanto trajín, pero ocurrió lo inesperado cuando la Agencia Latina se fundió sin previo aviso, de la noche a la mañana y sin pagar ni un quinto".
Muchas de las cartas que Guevara escribió a sus afectos solían ir acompañadas de sus propias fotografías y también las imágenes le sirvieron para construir su propio relato, primero en sus viajes y luego en lucha revolucionaria. Su amiga Tita Infante así describía esa costumbre: "La distancia no significa ausencia para Ernesto, en cada viaje sus cartas, más o menos regulares según los avatares del camino o su estado financiero, prolongaban el diálogo amistoso. Algunas veces, amante de la fotografía, traían su estampa registrada en las circunstancias más diversas: enfermo en un hospital del Sud, irreconocible por la delgadez; sentado en rueda entre indígenas de una tribu de la selva brasileña; gordo, tras una semana de reposo o, también, en una publicidad de El Gráfico. Conservaba las cartas de los amigos y jamás dejaba una sin respuesta".
Gran parte de ese material es el que se expondrá en el CEC a partir del jueves, junto a textos de cuatro fotógrafos locales. El núcleo "La América latina que vio Ernesto" se acompaña de la opinión de Beatriz Fiotto; "El foco de un proceso revolucionario" cuenta con un texto de Silvina Salinas; "Una mirada del mundo" con escritos de Virginia Benedetto, y "Auto-Retratado", con el análisis de Maximiliano Conforti.
La muestra —que ya fue exhibida en varios países de Europa, también en China y Japón, entre otros— llega al país a partir de la firma de un convenio de cooperación entre el Centro de Estudios Che Guevara de La Habana y el Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara (Celche) de Rosario, firmado en el 2018 con motivo de los 90 años del nacimiento del revolucionario.