“El Negro Olmedo se sentaba en esa vidriera y allá el Paisano Díaz, un guapo del barrio”, confía el técnico en electrotecnia Carlos Lauri, de 76 años, uno de los vecinos más antiguos de Pichincha, en una mesa del Bar El Popular, en la ochava sureste de Salta y Suipacha. “Acá estaba el Bar El Aviador, de Aquilino Rodríguez, un gallego que lo quería mucho a Olmedo. Este bar tenía en la vereda un toldo que se abría o cerraba por partes y en esos caños hacía gimnasia deportiva el Negro, que en esa época practicaba en Ñubel, y el gallego lo dejaba que hiciera esas piruetas”, recuerda el anfitrión sentado en una mesa de la vereda, mientras a cada rato recibe el saludo de algún vecino: “Chau, Carlitos”. “Y otra que me acuerdo de Olmedo en Pichincha es cuando se juntaban con sus amigos en la esquina de Salta y Suipacha, donde hacían la torre y él se subía último, arriba de todo, y paraban al tranvía 20 o 27. La gente se paraba a mirarlos. Era otro mundo”.
Nacido el 27 de enero de 1947 “en una casa chorizo con glicinas, de Suipacha 233”, Carlos es hijo de los italianos Alfredo Lauri y Lucía Carloni, oriundos del pueblo Montifiore dell'Aso, en Ascoli. “Mi viejo vino en 1925, después de la guerra del 14, a trabajar con mucho conocimiento en un campo de Santiago del Estero, primero, y de Alcorta, después, donde nació la Federación Agraria del Grito de Alcorta. Los poderosos teminaron ganando. El gringo siempre se queja, es un clásico, pero el resto es otra cosa. Como decía (el pensador Arturo) Jaureche que “hay algunos que defienden al campo y no tienen una maceta”.
-¿Cómo era Pichincha en tu infancia?
-Pichincha, que está entre Suipacha y Richieri, entre Salta y Güemes, era un barrio de calles de empedrado grueso, lleno de piringundines, que era una cuestión de época. Desde Suipacha hacia el oeste era la Séptima, que después llamaron (Luis) Agote por el médico que hizo un gran aporte. Otro barrio donde era bravo entrar como la Sexta o Refinería, que no es Puerto Norte, como lo llaman ahora. La única luz que había en la calle era una lamparita “de 500 baterías”, como le decíamos, en la mitad de la cuadra, y ni siquiera había luces en las esquinas. Pichincha empezaba en Salta y nuestros viejos no nos dejaban cruzar hasta que uno iba conociendo y pasaba, pero siempre con códigos.
-¿Cuáles eran esos códigos?
-Como mayor no pegarle a uno más chico, respetar a los viejos, respetar a los padres. Todo basado en una filosofía humanista, donde el hombre debe ser el centro de todo, como dijo Perón desde el comienzo y como dice Discepolo en el tango Cambalache, ya en el 36.
-¿Cómo fue tu infancia?
-Jugábamos todo el día en la calle, íbamos a tomar la leche o a comer a la casa de tu amigo. Un vecino te llamaba y te pedía que le compraras un kilo de azúcar suelto en el almacén y no podías negarte. Y después te daba unas chirolas.
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-¿Qué te dicen tus amigos de otros partidos?
-La mayoría son gorilas, pero porque son negadores y odiadores. Algunos dicen que “Perón tuvo suerte”. En realidad, Perón fue un visionario que les dijo a unos periodistas alemanes que Europa tenía que invertir en la Argentina si no quería volver a equivocarse y que, si no lo hacía, él iba a ir a buscar a China. Y en 1964, en pleno exilio, quiso volver para evitar que pasara lo que pasa hoy en el país y en el mundo. El mundo tiene 3000 millones de pobres y hace falta un segundo Renacimiento. Hay que darle de comer a la gente y educarla, pero está mal visto por algunos hacer una universidad en La Matanza.
-¿Qué pasó con el patrimonio urbano de Pichincha?
-No se respetó casi nada del patrimonio cultural. El único edificio que se respetó fue el Madame Safó, la casa donde estaba el (motel) Ideal. Madame Safó era la mujer de un francés, que tenía mayólicas de Marruecos. Pero no se respetó la casa donde estaba el Casino, en Jujuy y Richieri, ni la del (cabaret) Telarañas, en avenida Rivadavia y Ovidio Lagos, frente a Rosario Norte, ambos lugares donde actuaba Rita La Salvaje.
-¿Cómo era aquel Pichincha prostibulario?
-El Telarañas era el lugar más conocido donde trabajaba Rita, pero Pichincha era la expresión de una época que tenía que ver con el puerto por donde salían los cereales, la cantidad de extranjeros que venían a trabajar a Rosario y hasta los garcas y camanduleros de mucha guita de Buenos Aires, que venían porque en esa época había mujeres polacas y rusas y porque Rosario siempre tuvo unas minas impresionantes.
-¿Conociste a Rita la salvaje?
-Por supuesto. Rita vivía por Güemes entre Oroño y Balcarce. Iba a su casa a tomar mate. Era una gran mujer, a la que no le gustaban las fotos y a la que siempre le decía: “Rita: te llevo en el corazón como a Eva Perón”.